“El Espíritu Santo ofrece a todos, en la forma sólo por Dios conocida, la posibilidad de asociarse a este misterio pascual” (GS 22) PASCUA “CONFINADA”: Celebración familiar (12.04.2020)

Sugerencias para la celebración:

- Puede hacerse la noche del sábado o el domingo a cualquier hora. En el comedor o sala de estar de cualquier casa. Alrededor de una mesa.

- Poner una vela más grande en el centro de la mesa (se encenderá en su momento) y tener una pequeña cada uno. Poner en la mesa un crucifijo, un recipiente con agua, un trozo de pan y una copa de vino. Puede ayudar un cartel con la frase evangélica: “Yo soy la resurrección y la vida” (Jn 11,25),

- Conviene que las diversas oraciones y lecturas se repartan entre los participantes.

Orden de la celebración:

  1. Rito de la luz: Jesús resucitado es la luz del mundo.
  2. Rito de la Palabra: la Palabra de Dios se hizo carne resucitada
  3. Rito del agua: el bautismo nos hace nacer a la vida resucitada
  4. Rito de la Cena: la eucaristía nutre y adelanta la vida resucitada

Rito de la luz: Jesús resucitado es la luz del mundo

Pueden cerrarse las ventanas o apagar toda luz. Ante la vela más grande, sin encender, uno del grupo lee:

Hermanos: en esta noche santa (día santo), celebramos la resurrección de Jesús. Es la Pascua o paso de la muerte a la vida. Lo expresamos con esta vela apagada ahora, que no ilumina, que nos encierra en la oscuridad de la vida. La vida de Jesús, muriendo y resucitando, ha sido la luz que da sentido, ilumina y caldea la vida con el Amor que nos viene de su Espíritu. Por ello encendemos esta vela y decimos todos:

“Cristo, tú eres nuestra luz, gracias a Dios” (lo repetimos tres veces).

Ahora encendemos nuestras velas en esta vela, signo de Cristo resucitado, abrimos ventanas o encendemos la luz, escuchamos el Pregón Pascual:

Hermanos:

Pedid conmigo el Espíritu Santo:

que el Espíritu de Dios descienda sobre nosotros;

que me ilumine ahora para proclamar “la acción de Dios”;

que nuestro corazón salte de gozo al celebrar esta noche santa (día santo);

que sintamos verdadera la realidad que proclama nuestra fe;

que nos alegremos con toda la Iglesia, desbordada hoy de gozo.

El Señor esté con vosotros...

Levantemos el corazón...

Demos gracias al Señor nuestro Dios...

Sí, hoy, como ningún otro día, es justo darte gracias, Padre,

Señor y Creador de toda realidad;

tu Amor al ser humano brilla hoy con más luz que nunca.

Igualmente a ti, Jesús de Nazaret, te admiramos:

tu amor fiel ha estallado en una claridad deslumbrante;

hoy has abierto la puerta de la muerte a la Vida.

Recibe también tú, Espíritu divino, nuestra gratitud;     

compañero de toda conciencia;

energía y vigor que resucitas al Amor Crucificado.

Trinidad Santa, familia divina, comunidad de amor:

bendice nuestra fe y nuestro entusiasmo,

nuestro gozo y nuestro sentido logrado de la vida.

Hoy quisiéramos gritar a todo el mundo

nuestras convicciones profundas,

nuestros anhelos más ardientes,

nuestros proyectos más serios.

Sí, Padre, Hijo y Espíritu Santo,

hoy tu Amor incondicional aparece más claro.

Cristo Jesús, Hijo de María y de José,

Hijo de Dios hecho hombre;

Tú vives para siempre;

tu humanidad disfruta ya la plenitud divina.

Así has abierto un camino hacia el Amor:

has iluminado esta vida, mezcla de alegrías y sinsabores;

has llenado de esperanza en las más crueles certidumbres.

Creemos en la dignidad de todo hombre y mujer:

seres débiles, pero hijos amados de Dios;

seres mortales, pero agraciados con la vida del Amor.

Creemos que “el paso” - la pascua- a la vida eterna es para todos:

“el Espíritu Santo ofrece a todos, en la forma sólo por Dios conocida,      

la posibilidad de asociarse a este misterio pascual” (GS 22).

Lo que presentía la historia,

lo que esperaban los injustamente muertos,

lo coherente con un Amor incondicional...

se ha hecho realidad en ti, Cristo, cabeza nuestra.

Tus testigos lo proclaman llenos de alegría:

¡CRISTO VIVE! ¡EL HOMBRE VIVE PARA SIEMPRE!

Este cirio ilumina ya nuestra historia:

nuestra fe pequeña siente el perdón, la reconciliación;

nuestro proyecto de vida mira al Amor sin límites;

ya no vivimos para la muerte, sino para la Vida.

Este cirio es símbolo de tu presencia, Cristo resucitado:

“Hacia Ti tienden los deseos de la historia,

Tú eres el centro del género humano,

Tú eres el gozo de todos los corazones,

Tú eres la plenitud de sus ideales.

Vivificados y reunidos en tu Espíritu

peregrinamos hacia la consumación de la historia

que coincide plenamente con el proyecto de su amor:        

`restaurar en Cristo todo lo que existe...” (GS 45).

Es verdad, Trinidad Santa, que

el mal y la muerte tienen aún mucho poder entre nosotros;

la pandemia del coronavirus lo proclama cruelmente.   

Por eso venimos hoy - esta noche- a celebrar el bien y la vida.

Te rogamos Padre, Hijo y Espíritu:

que la luz del cirio se haga fe esperanzada;

que el agua bautismal se convierta en amor fecundo;

que la resurrección disipe nuestro miedo a la muerte;

que la presencia del Resucitado llene nuestro corazón;

que su amor a todos comprometa nuestra vida;

que seamos testigos de su alegría y de su paz.

Te lo pedimos a Ti, Padre, Hijo y Espíritu Santo,

que permanecéis por los siglos de los siglos.

Amén.

(Se pagan las velas pequeñas, permanece encendida la vela más grande).

Rito de la Palabra: la Palabra de Dios se hizo carne resucitada

Introducción:

En muchas ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente a los padres por los profetas. En esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo” (Hebr 1,1-2). Hoy, cuando celebramos la obra decisiva de Jesús, el Hijo de Dios, “ser humano enviado a los seres humanos” (Carta a Diogneto 7,4), leemos un texto de los Profetas (personas que hablaban desde el amor de Dios), un anuncio primero del hecho Jesús (que puso en marcha la Iglesia), y un texto evangélico donde recordamos las experiencia de la Pascua que tuvieron los primeros discípulos.

Jesús realiza esta profecía de Ezequiel al darnos su Espíritu, significado por el agua del bautismo.

Lectura del profeta Ezequiel 36,16-17a.18-19.22-28

Me vino esta palabra del Señor: «Hijo de hombre, la casa de Israel profanó con su conducta y sus acciones la tierra en que habitaba. Me enfurecí contra ellos, por la sangre que habían derramado en el país, y por haberlo profanado con sus ídolos. Los dispersé por las naciones, y anduvieron dispersos por diversos países.

Por eso, di a la casa de Israel: “Esto dice el Señor Dios: No hago esto por vosotros, casa de Israel, sino por mi santo nombre, profanado por vosotros en las naciones a las que fuisteis. Manifestaré la santidad de mi gran nombre, profanado entre los gentiles, porque vosotros lo habéis profanado en medio de ellos. Reconocerán las naciones que yo soy el Señor —oráculo del Señor Dios—, cuando por medio de vosotros les haga ver mi santidad. Os recogeré de entre las naciones, os reuniré de todos los países y os llevaré a vuestra tierra. Derramaré sobre vosotros un agua pura que os purificará: de todas vuestras inmundicias e idolatrías os he de purificar; y os daré un corazón nuevo, y os infundiré un espíritu nuevo; arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Os infundiré mi espíritu, y haré que caminéis según mis preceptos, y que guardéis y cumpláis mis mandatos. Y habitaréis en la tierra que di a vuestros padres. Vosotros seréis mi pueblo, y yo seré vuestro Dios.

Palabra de Dios

Proclamamos juntos el canto del “Gloria a Dios en el cielo...”:

Gloria a Dios en el Cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor.

Por tu inmensa gloria te alabamos, te bendecimos,

te adoramos, te bendecimos, te damos gracia,

Señor Dios, Rey celestial, Dios Padre todopoderoso.

Señor Hijo único, Jesucristo, Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre,

tú que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros;

tú que quitas el pecado del mundo, atiende nuestra súplica:

tú que estás sentado a la derecha del Padre, ten piedad de nosotros:

porque sólo tú eres Santo, sólo tú Altísimo, Jesucristo,

con el Espíritu Santo en la gloria de Dios Padre. Amén.

Lectura de Hechos de los Apóstoles 10,34a.37-43

En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: «Ahora comprendo con toda verdad que Dios no hace acepción de personas, sino que acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea. Envió su palabra a los hijos de Israel, anunciando la Buena Nueva de la paz que traería Jesucristo, el Señor de todos.

Vosotros conocéis lo que sucedió en toda Judea, comenzando por Galilea, después del bautismo que predicó Juan. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él. Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en la tierra de los judíos y en Jerusalén. A este lo mataron, colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y le concedió la gracia de manifestarse, no a todo el pueblo, sino a los testigos designados por Dios: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de su resurrección de entre los muertos. Nos encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio de que Dios lo ha constituido juez de vivos y muertos. De él dan testimonio todos los profetas: que todos los que creen en él reciben, por su nombre, el perdón de los pecados».

Palabra de Dios.

Himno pascual:

Ofrezcan los cristianos ofrendas de alabanza

a gloria de la Víctima propicia de la Pascua.

Cordero sin pecado que a las ovejas salva,

a Dios y a los culpables unió con nueva alianza.

Lucharon vida y muerte en singular batalla,

y, muerto el que es la Vida, triunfante se levanta.

«¿Qué has visto de camino, María, en la mañana?»

«A mi Señor glorioso, la tumba abandonada,

los ángeles testigos, sudarios y mortaja.

¡Resucitó de veras mi amor y mi esperanza!

Venid a Galilea, allí el Señor aguarda;

allí veréis los suyos la gloria de la Pascua».

Primicia de los muertos, sabemos por tu gracia

que estás resucitado; la muerte en ti no manda.

Rey vencedor, apiádate de la miseria humana

y da a tus fieles parte en tu victoria santa.

Amén. Aleluya.

Lectura del santo evangelio según san Juan 20, 1-9

El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien tanto quería Jesús, y les dijo: - «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.»

Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo y el sudario con que le hablan cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no hablan entendido la Escritura: que él habla de resucitar de entre los muertos.

Palabra del Señor.

Rito del agua: el bautismo nos hace nacer a la vida resucitada

Bendición del agua:

Invoquemos a Dios Padre todo bondadoso para que bendiga esta agua, que vamos a derramar sobre nosotros en memoria de nuestro bautismo. Pidamos al Señor que permanezcamos fieles al Espíritu que recibimos cuando nos bautizaron.

Señor Dios nuestro, mira con bondad a esta familia tuya, que vela en oración en esta noche santa. Dígnate bendecir esta agua, que tú creaste para dar fertilidad a la tierra, frescura y limpieza a nuestros cuerpos. Tú has convertido el agua en instrumento de tu misericordia. Que esta agua nos recuerde ahora nuestro bautismo y nos renueve la alegría y la paz de tu Espíritu vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

Renovación de las promesas del bautismo:

De pie y teniendo en la mano las velas encendidas, hacemos la renovación de las promesas del bautismo: renuncia al mal intencionado (pecado) y profesión de fe.

Uno del grupo puede hacer las preguntas y los demás contestan:

¿Renunciáis a actuar contra vuestra conciencia para vivir como hijos de Dios?

- Si, renuncio.

¿Renunciáis a las seducciones del mal para vivir en la libertad de hijos de Dios?

- Si, renuncio.

¿Renuncian al egoísmo en todas sus formas: soberbia, odio, mentira, avaricia...?

- Sí, renuncio.

¿Creéis en Dios, Padre de todos, creador del cielo y de la tierra?

- Sí, creo.

¿Creéis en Jesucristo, su Hijo, que vivió la verdad de la vida, pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el mal, perdonando a todos, hasta morir y vive resucitado junto al Padre?

- Sí, creo.

¿Creéis en el Espíritu Santo, que habita en la Iglesia y en los corazones de los fieles,  y en ellos ora y da testimonio de que son hijos de Dios, nos une en la comunión de los santos, nos perdona, y nos anima a hacer siempre el bien y a esperar la vida eterna?

- Si, creo.

Que el Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos liberó del mal y nos ha hecho renacer por el agua y el Espíritu Santo, nos conserve con su gracia unidos a Jesucristo, nuestro Señor, hasta la vida eterna. Amén.

Aspersión

Mojamos nuestros dedos en el agua y nos santiguamos. También puede rociarse la casa con el agua.

Preces de los Fieles

Estamos recreando la resurrección de Jesús, la experiencia pascual que vivieron los primeros discípulos, y que sigue actualizándose siempre que nos reunimos con fe en su nombre y sentimos su Amor, su paz, su alegría. Pidamos experimentar su presencia diciendo: Señor mío y Dios mío”.

Por todos los cristianos:

- que nos conozcan por el amor mutuo;

- que celebren unidos la memoria de Jesús.

Roguemos al Señor: “Señor mío y Dios mío”.

Por los gobernantes:

- que sean honestos trabajadores del bien común;

- que escuchen el clamor de los más débiles...

Roguemos al Señor: “Señor mío y Dios mío”.

Por quienes presiden nuestras comunidades:

- que “hablen y actúen” como el mismo Cristo;

- que “renuncien al poder... para transparentar el auténtico rostro de la Iglesia”.

Roguemos al Señor: “Señor mío y Dios mío”.

Por las intenciones del Papa (abril 2020):

- que consigamos la “liberación de las adicciones;

- que “todas las personas adictas sean bien ayudadas y acompañadas”.

Roguemos al Señor: “Señor mío y Dios mío”.

Por la liberación de la pandemia:

- que todos colaboremos en evitarla y en curarla;

- -que sus víctimas, difuntos, enfermos, familiares... encuentre consuelo.

Roguemos al Señor: “Señor mío y Dios mío”.

Por los más “vicarios” de Jesús:

- que reconozcamos al Señor en los enfermos, refugiados...;

- que les animemos y acompañemos en su camino.

Roguemos al Señor: “Señor mío y Dios mío”.

Por esta celebración:

- que nos aumente la fe y el amor mutuo;

- que nos haga sentir la alegría y la paz del Resucitado.

Roguemos al Señor: “Señor mío y Dios mío”.

Bendice, Jesús resucitado, esta celebración. Danos a sentir tu presencia. Llena nuestro corazón de tu amor y fuerza para ser testigos tuyos. Tú, que vives por los siglos de los siglos.

Amén.

Rito de la Cena: la eucaristía nutre y adelanta la vida resucitada

Se coloca en el centro de la mesa un recipiente con pan y una copa con vino

Uno reza la oración de ofrenda:

Acepta y bendice, Señor Dios nuestro, este pan y vino, frutos de la tierra y del trabajo humano, que recibimos de tu generosidad y ahora te presentamos.

El Señor esté con vosotros...

Levantemos el corazón...

Demos gracias al Señor, nuestro Dios...

Verdaderamente es justo que en este día de Pascua te demos gracias a ti,

Padre y Madre de la humanidad.

Tú eres el origen de la vida, de la libertad y del amor.

Por ti, cada persona está dotada de una irrenunciable dignidad

y por ti nuestro vivir adquiere una dimensión trascendente.

Al celebrar la resurrección de tu Hijo, en el amanecer de este nuevo día,

nuestra esperanza se fortalece, nuestra fe se expresa

y nuestra caridad agudiza su vista para descubrirte en los hermanos.

Tú eres el absolutamente Otro que, sin embargo, estás cercano a nosotros.

Por eso, desde lo más sincero y profundo de nuestro ser, te decimos:

Hoy el Señor resucitó y de la muerte nos libró

alegría y paz ,hermanos que el señor resucitó.

Te alabamos, Padre, porque haces todo con sabiduría y amor.

No sólo has creado a la mujer y al hombre a tu imagen,

dotándonos de libertad y de capacidad de donación,

sino que también te has comunicado con nosotros

por medio de tu palabra, expresada en Jesús.

Con la muerte en la cruz de tu Hijomurió la verdadera muerte

y en su resurrección triunfó la auténtica vida.

Así lo celebramos en la eucaristía, que él nos dejó como signo de su Pascua.

Porque él mismo, llegada su hora, habiendo amado a los suyos,

los amó hasta el extremo.

Y mientras cenaba, tomó pan, lo bendijo, lo partió y lo dio a sus discípulos diciendo:

“Tomad y comed todos de él,

porque esto es mi Cuerpo

que será entregado por vosotros”.

Del mismo modo, acabada la cena, tomó el cáliz, y dándote gracias de nuevo,

lo pasó a sus discípulos diciendo:

“Tomad y bebed todos de él

porque éste es el cáliz de mi Sangre,

Sangre de la alianza nueva y eterna

que será derramada por vosotros

y por todos los hombres

para el perdón de los pecados.

Haced esto en conmemoración mía.

Éste es el sacramento de nuestra fe”.

Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección.

¡Ven, Señor Jesús!

En este momento de alegre unión contigo, te pedimos, Padre,

por todos los hombres y mujeres del mundo,

especialmente por los pobres y los que sufren.

Acuérdate, Señor, de los que formamos tu Iglesia visible,

de nuestra comunidad y de todas las comunidades cristianas,

del Papa, los obispos, los sacerdotes, los misioneros

y todos los que trabajan por tu Reino.

Ayúdanos a todos a ser consecuentes con nuestra fe.

Recordamos también a nuestros hermanos difuntos

que gozan ya de tu plenitud de vida.

Y una vez más te alabamos diciendo:

Por Cristo, con él y en él

a ti, Dios Padre misericordioso,

en la unidad del Espíritu Santo,

todo honor y toda gloria

por los siglos de los siglos. Amén.

(Plegaria ofrecida por Moceop.net).

Con las manos unidas decimos la oración que Jesús nos enseñó:

Padre nuestro...

Comunión:

Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.

Dichosos los llamados a la cena del Señor.

Señor, no soy digno de que entres en mi casa,

pero una palabra tuya bastará para sanarme.

El Cuerpo y la Sangre de Cristo nos guarden para la vida eterna.

Amén.

Acción de gracias por la experiencia (en silencio o que cada uno lo exprese como le salga del corazón).

Oración final:

Infúndenos, Señor, tu espíritu de caridad, para que vivamos siempre unidos en tu amor los que hemos participado en este sacramento de la muerte y resurrección de Jesucristo, que vive y reina por los siglos de los siglos.

- Podemos ir en paz. Aleluya, aleluya.

- Demos gracias a Dios. Aleluya, aleluya.

Leganés (Madrid), 12 abril 2020

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