El evangelio no exige celibato para el sacerdocio ministerial Papa Francisco: “no te comportas según la verdad del Evangelio” (Gál 2, 14) (IV)

Tus palabras, en esta ocasión, no son “espíritu y vida” (Jn 6, 65)

- “Una frase que dijo San Pablo VI me viene a la mente: 'Preferiría dar mi vida que cambiar la ley sobre el celibato'”.

- “El Papa aseguró que nunca autorizará el celibato opcional, aunque dejó abierta la puerta a conceder la ordenación sacerdotal a hombres casados en lugares recónditos: `Personalmente, creo que el celibato es un don a la Iglesia y yo no estoy de acuerdo con permitir el celibato opcional´... Mi opinión personal es que el celibato opcional no es el camino a seguir”. 

- “¿Soy alguien que está cerrado? Tal vez, pero no siento que pueda comparecer ante Dios con esta decisión” (Cindy Wooden. Catholic News Service. Roma. 30.01.2019 a las 9:17h.).

- Sinceramente, por lo que sé de San Pablo VI, me cuesta creer que dijera convencido esta frase: “preferiría dar mi vida que cambiar la ley sobre el celibato”. Ese no era su pensar real. Lo demostré en el artículo anterior (RD 10/05/2019: Un cita extraña...).

- Igualmente me resisto a aceptar que una “opinión personal” decida el camino de toda la Iglesia, cuando en la misma Iglesia se da la libertad celibataria, aceptada por la revelación y la historia. ¿”Nunca autorizará el celibato opcional”? ¡Qué fuerte! No parece propio de quien habla de sinodalidad y de discernimiento comunitario...

- Por último, “decidir el celibato opcional” y cambiar la ley  no puede ser causa de reproche divino tras la muerte. Sería una contradicción evangélica. Jesús y la Iglesia primera lo practicaron.

Por todo esto, estas palabras no son, a mi entender, “espíritu y vida”. Son ideología clerical, de la que el mismo Papa no acaba de desprenderse.

Carta de un sacerdote secularizado a su obispo

Escrita en 1997. Ya ha llovido, pero, leyendo lo que dice el Papa Francisco en 2019, tengo la sensación de que aún no hemos digerido la libertad evangélica:

“La ley del celibato no pertenece a ese acerbo de principios fundamentales del evangelio. Elevarlo a categoría esencial... es, en sí mismo, una frivolidad cuando no una perversión. Estamos hablando de una ley positiva de la iglesia, cuya historia atormentada bien conocemos:

- que no se remonta a los orígenes fundacionales ni mucho menos;

- que no refleja la práctica de Jesús, sino que más bien contrasta con ella puesto que él eligió casados y que casados quedaron, entre ellos Pedro;

- que tampoco refleja la práctica de las comunidades neotestamentarias...;

- que el mismo Pablo cuando recomienda una conducta análoga, tiene buen cuidado en decir que eso es cosa suya, que no tiene ningún mandato del Señor;

- que en su formato actual es una ley sospechosa... de pretender imponer al mismo Espíritu que conceda los carismas de dos en dos....”.

Distorsión del celibato y del ministerio

“No es el carisma del celibato lo que está en discusión, sino la ley del celibato unido al ministerio sacerdotal. Hacer, no ya del celibato, sino de la ley canónica del celibato sacerdotal, algo central en la misión pastoral de la iglesia y, a lo que parece, algo esencial en la configuración del ministerio, es distorsionar toda la realidad de ambos carismas. Se traiciona el Espíritu tanto en el plano de la conducta como en el de los principios -bien sean morales o dogmáticos- no sólo cuando se hace o se omite, se afirma o se niega algo, que no debió ni hacerse ni omitirse, afirmarse o negarse, sino también cuando no se sitúan adecuadamente las conductas o las ideas en el marco de referencias que le dan sentido, de modo que se presentan desproporcionadas y, por consiguiente, patológicamente deformadas... Los errores peores en la iglesia no se producen solamente cuando se niega o afirma burdamente algo; se dan también y, para mí más frecuentemente, cuando lo esencial pasa a la periferia y lo periférico se convierte en esencial y todo el conjunto aparece irreconocible...”.

La inmensa mayoría de secularizadosquieren servir a la comunidad

“Según las estadísticas, hay decenas de miles de sacerdotes secularizados en el mundo... Eres sociólogo y sabes mejor que yo que, si con las dificultades que conlleva dar ese paso (psicológicas, sociales, laborales, económicas, eclesiales, etc.) ésas son, con todo, las estadísticas, es lógico concluir que las cifras bien podrían duplicarse de no mediar esas dificultades. Pero no son solo cifras. Son miles de dramas personales. Algunos pudieron haber perdido la fe. Aunque así fuera. La iglesia es el sacramento de la misericordia de Dios o no es nada. Y, habría que ver además, en cada caso, los itinerarios que llevaron a caminos sin salida. ¿Quién puede decir que han sido sólo ellos los responsables? Otros pudieron perder la disponibilidad para ese servicio. De sabios es rectificar y lo que resulta evidente es que, a la fuerza, ese ministerio no tiene sentido... Hablo de lo que conozco y, te aseguro, la inmensa mayoría son gente a la que les hubiera encantado seguir sirviendo a la comunidad”.

Tratamiento contrario al evangelio

“El trato recibido es vejatorio, empezando por los procedimientos humillantes a los que se los somete en los trámites para obtener la secularización.. Nada importa la experiencia, la preparación, los años de dedicación, ni siquiera la disponibilidad explícita... Si obtienen la secularización, se los tolera en la comunidad, pero según la práctica vigente, y lo sabes tanto como yo, se los discrimina. Sospechosos de por vida. No podrán, si no es por la benevolencia de algún ordinario, ni dar clases de religión... Traidores, renegados, otros Judas son las expresiones al uso ... y hay que oírlas cuando caen sobre uno para darse cuenta del peso brutal de cada una de ellas. Como pecadores públicos se les trata para público escarmiento. No podrán ni celebrar su boda en público”.

No interesa la verdad ni los dramas personales

“Son miles los que han dado el paso. Y muchos son también los que han quedado atrapados en situaciones donde no les es posible ni retroceder ni avanzar... Tantos dramas humanos en tantas historias ocultas o semiocultas... Esas historias no quitan el sueño a nadie, al parecer, porque todo sigue igual en la fachada, y bien debieran quitar el sueño. Da la impresión de que no interesan los dramas personales ni la verdad que nos hace libres, sino la aparente blancura del muro que esconde tantas miserias. No hablo de perversiones ni de pecados, sino de los sufrimientos ocasionados por situaciones insostenibles y del envilecimiento consiguiente de los dones de la vida que son los dones de Dios” (Carta de Juan Barreto a Ramón Echarren, obispo de Canarias. Ver en “Curas casados. Historias de fe y ternura”. Moceop. Albacete 2010. Pág. 174-179).

Leganés, 16 mayo 2019.

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