Respuesta a “un recado” incomprensible (y 2)

Sacerdote católico casado: “los sacerdotes no deberían casarse”
(“Religión en libertad”, 26 septiembre 2017)

Síntesis de la primera parte:
- Párroco norteamericano, casado, antes episcopaliano, contrario al matrimonio de los sacerdotes
- Planteamiento no compartido por los curas católicos casados.
- Su matrimonio, dice, es una excepción por ecumenismo.
- No es verdad que los sacerdotes católicos casados sean los más firmes defensores del celibato.
- Pedimos el cambio de la ley celibataria por razones evangélicas, no utilitarias.
- “Tratad a los demás como queréis que ellos os traten” (Lc 6, 31)
- Los sacerdotes casados traerán “un nuevo y mejor tiempo para la Iglesia Católica”


No es cierto, como se dice, que olvidamos o desconocemos “el fruto espiritual” del celibato:
“los que piden acabar con el celibato olvidan o desconocen lo que la Iglesia llama el `fruto espiritual´ que conlleva esta elección de vida, `algo incomprensible en esta época libertina, pero que sigue siendo cierto y esencial para el trabajo de la Iglesia´ (Religión en Libertad)..


A ningún sacerdote, “secularizado” o no, le he oído pedir tal disparate: “acabar con el celibato”. Todos respetamos y damos gracias por “el `fruto espiritual´ que conlleva esta elección de vida”. Nosotros aceptamos la realidad de que en la Iglesia hay muchos célibes viviendo con alegría y realizando un servicio eclesial muy valioso. Lo de “esencial” para el trabajo eclesial es discutible. El trabajo eclesial de casados es tan cristiano como el de célibes. Jesús no entró en esa discusión sobre la esencialidad celibataria. Casados y solteros son “esenciales para el trabajo de la Iglesia”.

Lean atentamente lo que tenemos que pensar, según el padre Joshua J. Whitfield:
“Cuando veas a un sacerdote casado, piensa en los sacrificios que hizo por lo que cree ser la verdad. Piensa en la unidad de los cristianos, no en el cambio. Eso es lo que me gustaría que la gente pensara cuando me vean a mí y mi familia. Nos convertimos en católicos porque mi esposa y yo creemos que el catolicismo es la verdad, la plenitud del cristianismo. Y respondimos a esa verdad y lo que significaba (como sacerdote episcopal en ese momento) abandonar mi sustento y casi todo lo que sabía y mientras mi esposa estaba embarazada de nuestro primer hijo”.


La verdad católica no incluye la ley actual del celibato
El celibato, y con mayor razón su ley actual, “no es exigido ciertamente por la naturaleza misma del sacerdocio, como aparece por la práctica de la Iglesia primitiva y por la tradición de las Iglesias orientales, en donde, además de aquellos que con todos los obispos eligen el celibato como un don de la gracia, hay también presbíteros beneméritos casados” (Conc. Vat. II, PO 16).
Desde el magisterio y la teología, ministerio y celibato son cosas distintas. Su vinculación forzada es normativa eclesial mudable. Este clérigo episcopal ¿se habría convertido al catolicismo si fuera opcional el celibato para el ministerio? Da la impresión que su catolicismo incluye el celibato para los ministros ordenados en la Iglesia, no para los convertidos de otras Confesiones. Pues, amigo “padre Whitfield”, la conclusión se impone: estudie más teología católica, y no confunda la verdad católica con la disciplina católica. No sea excepción, sino signo de libertad para todos.

Su carisma ministerial ha sido reconocido y respetado
El artículo de Religión Digital, identificado con la tesis de este sacerdote norteamericano, dice textualmente:
“Joshua J. Whitfield reconoce que es más que complicado compaginar la parroquia y la familia. Considera que es “una vida de sacrificio, que afecta a toda mi familia, a mi esposa probablemente más que a nadie”. Según cuenta, “nunca hemos estado más ocupados, nunca más agotados, pero nunca hemos sido más felices”. De hecho, explica este sacerdote, “incluso mis hijos hacen sacrificios todos los días por la Iglesia. Es difícil a veces, pero lo hacemos, y alegremente: uno, porque tenemos una gran parroquia que lo consigue, y dos, porque estamos en una Iglesia en la que amamos y creemos, no una Iglesia que queremos cambiar”.


Siento alegría por lo que ha hecho la Iglesia con este “sacerdote episcopal”, convertido. Su carisma ministerial ha sido respetado, reconocido, su familia contenta. Su conducta de sacrificio alegre por la Iglesia está avalada por su “gran parroquia que lo consigue y por estar en la Iglesia que aman y creen”. Dichoso él y su familia de tener una parroquia que valora su dedicación y así amar y creer más a la comunidad eclesial. No comprendo la coletilla de “no una Iglesia que queremos cambiar”. La Iglesia siempre está sujeta a cambios (“semper reformanda”) para vivir mejor el evangelio, estar más atenta al mundo, crecer en fe, en libertad, en amor... El celibato no cambia la sustancia eclesial.

¡Ojalá la Iglesia católica diera el mismo tratamiento a sus sacerdotes!
Me parece muy bueno el reconocimiento de su trabajo pastoral y familiar, que gustosamente afecta a toda la familia y que hace que “nunca hemos sido más felices”. Los católicos con idéntico carisma que él y con similar espíritu, pidieron a la Iglesia que les dejara ejercer el ministerio en situación de matrimonio, y no lograron esa gracia, que él ha logrado.
Más aún: a los sacerdotes católicos que quieren cambiar de opción celibataria, son sometidos a un proceso de aplastamiento vocacional. Deben consentir que son culpables de pecado, contestar un interrogatorio humillante, les sugieren que deben mentir si es necesario para que la norma eclesial tengan más sentido y puedan tener benevolencia. Y la benevolencia consiste en dispensarles del celibato y castigarles con la prohibición de ejercer su vocación ministerial, tan santa como la del sacerdote episcopaliano. Es un juicio de naturaleza encubierta, con culpable confeso, sumiso y resignado para obtener los papeles. Lean las vigentes “Normas procesales para la dispensa del celibato sacerdotal, 14 octubre 1980, de la S. Congregación para la Doctrina de la Fe. Basta leer las dos primeras normas para darse cuenta de la crueldad con que son tratados estos sacerdotes, que creen necesario para su equilibrio personal cambiar su estado civil, no su ministerio:
1. Carta del sacerdote interesado, dirigida, con espíritu de humildad y penitencia al Santo Padre, con una síntesis de los motivos principales que lo han llevado a la defección y las razones que no le permiten volver sobre sus propios pasos para superar la crisis y reemprender el ministerio...
2. Un `curriculum vitae´ del sacerdote en el que, junto a los momentos y fechas más significativas de su vida, de su formación y del ministerio, se tomen, expliquen y motiven más profundamente y con todo detalle las razones de su crisis y de su defección, y se pongan en evidencia los motivos que la llevan a considerar irreversible. (El `curriculum´ actúa como libello introductivo para la causa, junto con la súplica de dispensa).


Cuarenta años pidiendo el celibato opcional
El mismo tratamiento que a este convertido “episcopal”. Quizá su testimonio sirva para ablandar la cerrazón de muchos de nuestros clérigos. Este problema, secular de la Iglesia católica, perjudica sin duda su imagen. Lo reflejan todas las encuestas. La vida de los miles de curas casados está siendo un clamor del Espíritu de libertad evangélica. Lo creemos muchos y lo proclamamos a los cuatro vientos. El silencio de parte de la Iglesia es culpable de esta injusticia manifiesta.
A primeros de noviembre una de las asociaciones de sacerdotes casados, el MOCEOP (Movimiento pro Celibato Opcional) celebrará sus cuarenta años de vida. ¡Cuarenta años cuidando a sacerdotes que se ven obligados a dejar el ministerio por no poder seguir célibes! Y mientras, los responsables de la Iglesia aupando al ministerio a sacerdotes casados procedentes de otras confesiones cristianas. Resulta incomprensible tanta humanidad con quienes cambian de “confesión” cristiana, y tanta inhumanidad con quienes cambian de “opción” celibataria. La crueldad llega incluso a prohibirles trabajar en instituciones eclesiales, realizar funciones autorizadas a todo laico... Se da la impresión de que el sacerdote secularizado es sospechoso de herejía y puede dañar todo ámbito eclesial. No les importa incluso retirarle su medio de subsistencia, si es enseñante de materia religiosa.

Rufo González
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