SANTIAGO, APÓSTOL (25.07.2016)

Introducción:No será así entre vosotros” (Mt 20, 20-28)
Mateo quiere dejar en buen lugar a los dos apóstoles, y pone la “postración y petición” en labios de Salomé (“la madre de los hijos de Zebedeo”, Mc 10,35-45; 15,40; Mt 27,56). Enseguida aparecen Santiago y Juan, “los Truenos, los autoritarios” (Mc 3,17), dialogando directamente con Jesús (Mt 20, 22ss). Madre e hijos quieren los primeros puestos. “No sabéis lo que pedís”, es la respuesta cortante de Jesús. Se resisten al mesianismo de Jesús. Le imaginan encaramándose socialmente y llegando a ser un monarca que dirija los destinos de Israel.

¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber? (cf. 26,39; Jn 18,11)
Es la pregunta propia del sentir de Jesús. Su realeza es dar vida, curar, hermanar, enjugar lágrimas, realizar la morada del Amor en los seres humanos: “Dios en persona, su Dios, estará con ellos, y enjugará toda lágrima de sus ojos” (Ap 21, 3-5). Para oír, ver y palpar la Vida (1 Jn 1, 1s), el Amor, hay que seguir las huellas de Jesús, y estar dispuesto a pasar su mismo trago.

Lo somos”, contestan atrevidos para lograr lo que quieren
Mi cáliz lo beberéis”, les reconoce Jesús como parte del compromiso de ser su discípulo. Pero “sólo el Padre” sabe quiénes son los primeros en el reino. Jesús no entra en promesa y premio. “Por prometer que no quede”, dice un adagio popular, revelador de la ambigüedad de toda promesa. Infinidad de factores pueden condicionarla: desde el egoísmo más grosero hasta la osadía más inconsciente, o el amor más generoso. Nuestras promesas siempre están teñidas de limitación. A veces rebasan con creces nuestra capacidad. El Padre de Jesús “ve” nuestro devenir histórico, nuestros cambios, nuestras limitaciones. No como nuestros “jefes” que la promesa cristiana por excelencia -dar vida gratuitamente- la exijen menos que otras muchas ocasionales, voluntariosas, no necesarias evangélicamente. Las hay incluso que atentan contra la salud y no aportan vida a nadie: andar descalzo, lacerarse el cuerpo, ayuno sin solidaridad, dar dinero aunque venga de la injusticia...

No será así entre vosotros
Ante la indignación de los otros discípulos, Jesús les reúne y les da una instrucción muy seria y sentida: “no será así entre vosotros”. Ni tiranía ni opresión; servir como el Hijo del hombre, que no ha venido para que le sirvan, sino para dar la vida (Lc 22,27: Yo estoy entre vosotros como el que sirve). Aquí debe inspirarse la teología del poder eclesial. La jerarquía (papa, obispo, párroco...) debe abandonar el dominio, expresado como “jurisdicción”, monarquía absoluta.. Jesús sólo habla de “primado de servicio”, ejercido en humildad fraterna. La autoridad de la Iglesia no debe inspirarse en el imperialismo romano, envuelto en religiosidad interesada. Los primados de “honor” y “jurisdicción” (autoridad y poder que niegan u ocultan el servicio gratuito) no se inspiran en la vida de Jesús. Los primados de “honor” nadie los puede conceder con la autoridad de Cristo, y nada pueden ayudar al crecimiento espiritual. Son vana gloria. Desde el evangelio sólo tiene valor “el primado de servicio”: ministerios para afianzar la fe y apacentar a los hermanos para que se mantengan en el Amor cristiano. Es el primado pastoral, ministerial. No suplanta a las comunidades, sino que favorece su crecimiento, desarrolla sus carismas, respeta sus procesos de organización, elección y cambio de responsables, etc. Así son posibles comunidades adultas, dignas de la persona y del evangelio de la libertad, guiada por el amor de Jesús. Este es el testimonio de Santiago, protomártir de los Doce, que hoy se celebra. Terminó sus días entregando su vida por la causa de Jesús, el reino. “Lo que importa es la fe que se hace vida en la práctica del amor” (Gál 5,6).

Oración:No será así entre vosotros” (Mt 20, 20-28)

Señor Jesús, servidor de todos:
recordamos hoy al protomártir de los Apóstoles, a Santiago:
su vida alienta nuestra existencia;
su fragilidad queda patente en el evangelio de hoy;
lo vemos junto a su madre y hermano, tras los primeros puestos;
quería sobresalir, dominar, imponerse...;
como los trepas de siempre en la sociedad y en la Iglesia;
no había percibido aún al Dios del reino, al Dios-Amor.

Les pides que miren tu vida decidida y entregada por el Reino:
¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber?;
les invitas a descentrarse de sí mismos para vivir en libertad y amor;
les pides dedicarse a los más rechazados del mundo: pobres, víctimas, marginados...;
quieres que “encaren tu camino” frente a los poderes que esclavizan y quitan vida.

Les haces conscientes de lo que contradice el Reino:
los jefes tiranizan, los grandes oprimen”;
la carencia de fraternidad produce opresores y oprimidos, ricos y pobres,
hambrientos y satisfechos, perseguidos y perseguidores...
No será así entre vosotros”, les dices esperanzadamente;
vosotros os haréis pobres por el Reino;
vuestra luz iluminará a los ignorantes y fracasados morales;
a los que carecen de lo básico “les daréis vosotros de comer”;
los enfermos y marginados sociales serán vuestros amigos;
los hambrientos de ajustamiento y de libertad encontrarán alianza en vosotros;
los perseguidos por trabajar por los derechos humanos encontrarán vuestra alegría.

Santiago, como su hermano, terminaron sirviendo como tú:
hasta dar la vida por el Reino de la libertad y el amor;
“comunión de vida, de amor y de verdad...;
principio de unidad, de esperanza y de salud para todos...;
reino que te tiene a Ti como cabeza, entregado y resucitado...;
reino cuya condición común es la dignidad y libertad de los hijos de Dios;
reino donde el Espíritu Santo habita en nuestros corazones...;
reino cuya ley es el amor con que Tú, Cristo, nos amaste...;
liberación de todo mal, hasta la libertad gloriosa de hijos de Dios” (LG 9).


Tu Espíritu nos capacita para “obras como las tuyas y aún mayores” (Jn 14,12):
nos guía hacia las flaquezas como señales de tu persona (Mt 25, 31-46);
nos encara a los causantes de la ignorancia y la opresión:
- a quienes prefieren “los sacrificios y ritos” a la misericordia;
- a quienes buscan acumular, sin importarles la miseria ajena;
- a quienes pretenden encumbramientos, distintivos, honores...;
- a quienes esclavizan y matan en nombre de leyes e instituciones;
- a quienes callan por miedo a ver “reducidas” sus aspiraciones...

Gracias, Jesús de la vida entregada al servicio de los hermanos:
- por tu amor a los que nadie ama, ni cuentan en la sociedad;
- por las personas que, como Tú, buscan la felicidad, no en la propia hegemonía,
sino en la cuidado de los pobres, los que lloran, los que tienen hambre ...;
- por las comunidades que intentan imitar tu servicio;
- por muchos luchadores, profetas del amor y la vida, que
ligeros de equipaje, contagian y mueven a la solidaridad;
descubren manantiales olvidados de gozo fraternal;
intentan vivir la misericordia sin límite;
dan la cara, corren riesgos de marginación e, incluso, de muerte.

Rufo González
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