“Mirad qué amor nos ha tenido el Padre” es el anuncio esencial evangélico TODOS LOS SANTOS (01.11.2019)

El Amor “dado” es el Espíritu que ayuda a vivir en amor gratuito y universal

Comentario: “mirad qué amor nos ha tenido el Padre” (1Jn 3,1-3)

Esta carta primera de Juan carece de destinatarios concretos, saludo y despedida. Es una circular a comunidades del Asia Menor, con problemas comunes. Han surgido algunos cristianos que proponen ideas nuevas, que rompen la comunión. Básicamente niegan que Jesús sea el Mesías, Hijo de Dios. También ellos, dicen, “son hijos de Dios y tienen su Espíritu”. Pero ni ellos ni Jesús son Dios, que “no puede venir en carne” (1Jn 4,2). No hay identidad entre el Jesús celeste y el Jesús terreno; el celeste utilizó al Jesús histórico para dar su mensaje. El celeste vino sobre el terrestre en el bautismo y lo dejó antes de padecer. No hay encarnación ni muerte del Hijo de Dios. La humanidad de Jesús no tiene importancia alguna. Por eso, la tesis básica de la carta es: “todo espíritu que confiesa aJesucristo venido en carne es de Dios; todo espíritu que no confiesa a Jesús no es de Dios” (1Jn 4, 2b-3a).

En esta orientación va el párrafo que leemos hoy (1Jn 3, 1-3): “Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! El mundo no nos conoce, porque no lo conoció a él” (v. 1). Juan utiliza palabras distintas para el “Hijo” y los “hijos” de Dios (“hyíos” y “téknon, tékna” en plural). Distingue así la filiación natural de la adoptiva. Jesús es de naturaleza divina, es Dios “venido en carne”. Nosotros, por el amor de Dios manifestado en Jesús (1Jn 4,9), hemos recibido el Espíritu Santo, que nos hace hijos en el Hijo. “Mirad qué amor nos ha tenido (lit.: “nos ha dado”: `dedoken´) el Padre”. El Amor “dado” es el Espíritu, entregado por el Hijo. “Lo somos”, en presente de indicativo, repetido en el versículo siguiente: “ahora somos hijos de Dios” (v. 2a). El “mundo”, realidad social egoísta, sin amor, no nos conoce, como no conoció al Dios Amor. “En el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de él, y el mundo no lo conoció” (Jn 1,10).

Aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es” (1Jn 3, 2). Nuestra “realidad divina” es el mismo Espíritu que habitaba en Jesús. Ese mismo Espíritu nos resucitará como a Jesús (Rm 8, 11). Es lo mismo, con otras palabras, que se dice en Colosenses: “vuestra vida está escondida con Cristo en Dios; cuando se manifieste Cristo, que es vuestra vida, con él os manifestaréis también vosotros gloriosos” (Col 3,3-4).

Esta esperanza” mueve a asemejarse al Dios Amor, a asemejarse al modo de vida divina, a amar como amaba Jesús, epifanía de Dios. “Nos hace puros como puro es él”. “Puro” es la traducción de “agnós”: ignorante, inocente, sin conocimiento, sin experiencia de mal...; de ahí: puro, limpio de corazón. Es lo propio de quien ama a todos siempre, como Jesús; no hará daño a nadie, “no conoce el mal”.

Oración:mirad qué amor nos ha tenido el Padre” (1Jn 3,1-3)

Jesús, Hijo de Dios, revelador del amor sin medida:

en tu vida histórica, percibimos el amor del Padre:

el amor que te despojó de tu rango, y te hizo uno de tantos;

el amor que goza y llora ante la alegría y desgracia ajenas;

el amor que tiene hambre y sed de justicia para todos;

el amor que “entrega el corazón al miserable”, aunque no se lo merezca;

el amor que limpia el corazón de prejuicios e intereses egoístas;

el amor que construye paz, respetando dignidad y fraternidad;

el amor que da la cara y soporta la persecución injusta;

el amor que siente la alegría de los hermanos reconciliados.

Mirad qué amor nos ha dado el Padre” es tu anuncio esencial:

en tu libertad ante la familia, la ley, los tiempos y las tareas;

en tu dedicación a los enfermos y descreídos;

en tu oración a solas y con los hermanos;

en tus palabras de fuego contra los amigos de la ley sin corazón;

en tu explicación de la voluntad divina: el reino que Dios quiere;

en tu paciencia al formar y educar a los discípulos;

en tus comidas sinceras con toda clase de gente;

en el riesgo que corres al “subir a Jerusalén”;

en la última cena que presentía tu pasión y muerte;

en lavar los pies de los discípulos, iguales en dignidad;

en el don del pan y el vino, signos eficaces de tu vida gloriosa;

en el camino del calvario, soportando la libertad injusta;

en tu agonía: perdón, encargo de tu madre, entrega del espíritu...

Hoy, día de Todos los Santos, percibimos tu amor:

en quienes sólo desde el amor se entiende su vida;

en quienes optan por cuidar y promocionar a los más débiles;

en quienes dejan su tierra y buscan sitio entre los más pobres;

en quienes, en sus ambientes, se hacen servidores de los demás.

en quienes buscan la justicia del Reino, el amor gratuito y universal;

en quienes se dejan llevar de tu mismo Espíritu:

son santos, hijos de Dios, nacidos de Dios.

son ya “semejantes a Dios porque le ven tal cual es”.

les “has preparado sitio...; así donde estás tú, están también ellos”.

A ellos hoy les miramos agradecidos:

nos ayudan con su ejemplo y con su intercesión;

como ellos, queremos escuchar tu Espíritu,

y dejarnos seducir por tu mismo Amor.

Queremos, Jesús de todos, seguir tus huellas bienaventuradas:

ser pobres de espíritu, para regalar a quienes no pueden vivir;

sufrir y llorar con los afligidos por enfermedad física o moral;

tener hambre y sed de justicia, de amor gratuito a todos;

dar nuestro corazón a todos, incluso a quien no se lo merece;

mirar la vida con corazón limpio, con buena intención siempre;

trabajar la paz, suprimiendo injusticias y dando vida a todos;

aceptar el dolor que acarrea hacer el bien y ayudar a los demás...

Preces de los Fieles (TODOS LOS SANTOS 01.11.2019)

Recordamos hoy a todos los santos, los que imitaron la vida bienaventurada de Jesús. Encontraron así su felicidad: el bienestar consigo mismo, la buena relación con los demás, el progreso y el sentido de sus vidas. Pidamos encontrar la felicidad, diciendo: Señor, venga a nosotros tu Reino.

Pidamos por la Iglesia:

- que encontremos respeto y libertad para los diversos carismas;

- que nos dejemos llevar del Espíritu que nos renueva constantemente.

Roguemos al Señor: Señor, venga a nosotros tu Reino.

Por quienes presiden las comunidades cristianas:

- que no apaguen el Espíritu ni lo tengan en poco;

- que animen todo lo bueno y lo sostengan.

Roguemos al Señor: Señor, venga a nosotros tu Reino.

Por los más débiles:

- que comprendan que todos somos “providencia” de Dios unos con otros;

- que encuentren en su corazón la fuerza que Dios les regala.

Roguemos al Señor: Señor, venga a nosotros tu Reino.

Por nuestra comunidad:

- que vivamos en “sobriedad compartida” con los más necesitados;

- que cultivemos el diálogo y la fraternidad universal.

Roguemos al Señor: Señor, venga a nosotros tu Reino.

Por las intenciones del Papa (Noviembre 2019:

- “que en el Cercano Oriente, donde los diferentes componentes religiosos comparten el mismo espacio de vida, nazca un espíritu de diálogo, de encuentro y de reconciliación".

Roguemos al Señor: Señor, venga a nosotros tu Reino.

Por esta celebración:

- que estemos sin prisas, alegres, sintiendo la presencia del Resucitado;

- que el amor de Jesús encienda el amor a los hermanos.

Roguemos al Señor: Señor, venga a nosotros tu Reino.

Como los santos, como Tú, Jesús de Nazaret, queremos vivir las bienaventuranzas: ser pobres de espíritu, sufridos, con hambre y sed de justicia, compasivos, limpios de corazón, trabajadores de la paz, perseguidos por hacer el bien... Te lo pedimos a ti, Jesucristo, que vives por los siglos de los siglos.

Amén.

Jaén, noviembre 2019

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