“El Pueblo de Dios, movido por la fe, se esfuerza en discernir, en los acontecimientos, exigencias y deseos, los signos verdaderos de la presencia y voluntad de Dios” En torno al Sínodo de la Amazonía (IV): Mirar la Amazonía como “discípulo de Jesús”

Se consolida una práctica pastoral no clerical

Hace tiempo que los movimientos laicales (AC, JOC, HOAC...) vienen elaborando sus diagnósticos y estrategias de actuación “de abajo arriba”. “Ver, juzgar y actuar” han sido pasos para mirar la vida real e incidir en ella de forma motivada y eficaz. El Sínodo de la Amazonía, siguiendo este esquema, ha sido un ejemplo de diagnóstico de la situación de la Iglesia en su zona y de debate de las estrategias más adecuadas para ser fieles al Evangelio y sembrar comunidades de Jesús en aquella tierra. Sus intenciones, poco clericales, quedan expresadas en la “introducción” (n. 1-4). En ella se recuerda que su celebración ha ocurrido “después de un largo camino sinodal de escucha del Pueblo de Dios en la Iglesia de la Amazonía”( n. 1). La descripción de dicho camino se explicita en el n. 3. Hubo primero un documento de consulta, que sirvió para elaborar la guía de trabajo (“Instrumentum laboris”). En él ha participado la Iglesia entera que está en la Amazonía: “obispos, misioneros y misioneras, laicos y laicas”. Incluso “miembros de Iglesias de otras confesiones cristianas y representantes de los pueblos indígenas”. En total más ochenta y siete mil personas constan como activos reales. Y de niveles culturales y sociales muy diversos.

El Sínodo se celebró en un ambiente fraternal y orante” (n. 1). Es lo propio de una comunidad cristiana que quiere ser iluminada por el Espíritu de Jesús: “si vosotros, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que le piden?” (Lc 11,13). Signo del Espíritu es el “intercambio abierto, libre y respetuoso entre los obispos pastores en la Amazonía, los misioneros y misioneras, los laicos y laicas, y los representantes de los pueblos indígenas de la Amazonía... Trabajo serio... marcado por la convicción de escuchar la voz del Espíritu presente” (n. 1). Esta conciencia es clara en el documento: “Fue una nueva experiencia de escucha para discernir la voz del Espíritu... Finaliza con gran alegría y la esperanza de abrazar y practicar el nuevo paradigma de la ecología integral, el cuidado de la “casa común” y la defensa de la Amazonía” (n. 4).

Como Moisés, son conscientes de la situación crucificada de su tierra: “Todos los participantes han expresado una conciencia aguda sobre la dramática situación de destrucción que afecta a la Amazonía. Esto significa la desaparición del territorio y de sus habitantes, especialmente los pueblos indígenas. La selva amazónica es un `corazón biológico´ para la tierra cada vez más amenazada. Se encuentra en una carrera desenfrenada a la muerte. Requiere cambios radicales con suma urgencia, nueva dirección que permita salvarla. ¡Está comprobado científicamente que la desaparición del bioma Amazónico tendrá un impacto catastrófico para el conjunto del planeta!” (n. 2). La Iglesia hace suyos “los gozos y esperanzas, las tristezas y angustias de las personas de nuestros tiempos, sobre todo de los más pobres y de cuantos sufren” (GS 1).

“La conversión a Cristo y a su Evangelio” es pretensión, causa, objetivo, de toda evangelización. Lo reconoce expresamente el Sínodo de la Amázonía: “La escucha de la Amazonía, en el espíritu propio del discípulo y a la luz de la Palabra de Dios y de la Tradición, nos empuja a una conversión profunda de nuestros esquemas y estructuras a Cristo y a su Evangelio” (n. 5). Apuntan a convertir el corazón de las personas, y a cotejar y revisar los “esquemas y estructuras” de nuestra Iglesia con la vida y mensaje de Jesús. Esto supone poner en cuestión leyes eclesiales, métodos misionales, modos de gobierno eclesial, etc. Inmensa tarea. El documento final propone la “conversión integral” (cap. I), como base de las otras conversiones: la pastoral (cap. II), la cultural (cap. III), la ecológica (cap. IV) y la sinodal (cap. V).

Mirar la Amazonía como “discípulo de Jesús” es descifrar su “mensaje de vida” (n. 6-9). Por eso “mira” estos datos: volumen poblacional, división territorial, vulnerabilidad, potencial vital, papel decisivo del agua, pluralidad étnica y cultural, mestizaje, búsqueda del “buen vivir” en conexión múltiple (“entre el agua, el territorio y la naturaleza, la vida comunitaria y la cultura, Dios y las diversas fuerzas espirituales”), aspiraciones actuales, “heridas y deformaciones” (“apropiación y privatización de bienes de la naturaleza, madereras legales e ilegales; caza y pesca predatorias; los mega-proyectos no sostenibles, la contaminación de industria extractiva y basureros, cambio climático..., el narcotráfico, grupos armados ilegales, alcoholismo, violencia contra la mujer, explotación sexual, tráfico y trata de personas, venta de órganos, turismo sexual, la pérdida de la cultura originaria y de la identidad ..., criminalización y asesinato de líderes y defensores del territorio..., intereses económicos y políticos con complicidad de algunos gobernantes y de algunas autoridades indígenas...).

Es la mejor “tradición”, expresada en el Vaticano II. Exige responder al llamado del Espíritu: “Hay que responder a los impulsos del Espíritu” [Impulsionibus Spiritus respondendum]: “el Pueblo de Dios, movido por la fe, por la que cree que es conducido por el Espíritu del Señor que llena el orbe de las tierras, se esfuerza en discernir, en los acontecimientos, en las exigencias y en los deseos, de los cuales participa juntamente con las demás personas de nuestra época, cuáles sean los signos verdaderos de la presencia y voluntad de Dios” (GS 11). Es un párrafo del concilio Vaticano II profundamente religioso por sus supuestos de fe: la Iglesia cree que es conducida por el Espíritu del Señor; el Espíritu del Señor llena el universo; existen verdaderos signos de la presencia o del plan de Dios en los acontecimientos históricos, en las exigencias y en los deseos humanos. Esta fe, sigue diciendo más delante, en el mismo número 11, todo lo ilumina con nueva luz, manifiesta el plan divino sobre la vocación integral del ser humano, y dirige la mente a soluciones plenamente humanas.

El Sínodo amazónico, siguiendo la orientación del Vaticano II (“La Iglesia no ignora cuánto recibe de la historia y evolución del género humano” -GS 44-), recoge los datos de “la comunidad científica” sobre riesgos de la deforestación, biodiversidad, papel en el cambio climático, salvaguardia del bosque tropical y de los ecosistemas de la Amazonía y de pueblos indígenas, brindaje de actividades económicas sostenibles (n. 11). También los movimientos migratorios (tradicionales, forzados intraregionales e interregionales) “exigen atención pastoral” (n. 12-13).

Las creencias y ritos amazónicos merecen respeto, diálogo y diagnóstico como “semillas de la Palabra” (n. 14). Concuerdan con el Vaticano II, que reconoce “lo bueno y verdadero como preparación evangélica” (LG 16), “elementos preciosos religiosos y humanos” (GS 92), “tradiciones ascéticas y contemplativas, cuya semilla había Dios con frecuencia sembrado antes de la predicación del evangelio en culturas antiguas” (AG 18), “todo cuanto hay de verdad y de gracia... se sana, se eleva y se completa” (AG 9), “en las tradiciones nacionales y religiosas detecten con alegría y reverencia las semillas de la Palabra latentes en ellas” (AG 11), “la Iglesia no rechaza nada santo y verdadero que esté en la religiones..., no pocas veces refleja un rayo de aquella Verdad que ilumina a todos los hombres” (NA 2).

Leganés, 28 noviembre 2019

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