“Sugerencias para un diálogo con el Episcopado y el Pueblo de Dios” (II)

              El silencio de los obispos sobre el celibato (29)

Este silencio de la Iglesia no es un buen silencio: no hace bien a nadie

4- “El presbítero habiendo decidido casarse y formar una familia, obedeciendo las prescripciones de la Iglesia con relación a la dispensa canónica del ministerio, se coloca en una situación de crisis existencial al ser apartado por la Iglesia institucional de aquella vida y servicio para los cuales preparó y orientó su existencia y conocimientos, muchas veces desde niño.

El silencio de la Iglesia frente a la realidad concreta y conocida de todo el mundo de existir presbíteros casados preparados y ordenados para el anuncio del Evangelio, pero dejados al margen de la evangelización no es un buen silencio. Es un silencio que no hace bien a nadie. ¿Cómo entender que no exista un desafío teológico-pastoral para resolver, en la Iglesia de Occidente, delante de esta realidad contundente de presbíteros casados? Padres que nunca abandonaron su Iglesia madre y maestra, apenas, decidieron casarse e inclusive obedeciendo prescripciones y normas elaboradas por la propia Iglesia”.

Necesidad de reflexionar y revisar las bases de la actual praxis jurídica

5- “El hecho de haber presbíteros pidiendo dispensa del ministerio para casarse, de acuerdo al derecho canónico, no es un fenómeno esporádico, sino una amplia, sólida y consistente realidad de más de cuarenta años (desde 1964) en la Iglesia latina.

La persistencia de este hecho indica la necesidad reflexionar y revisar las bases de la actual praxis jurídica de juzgar incompatible el ministerio presbiteral, en la Iglesia latina, con el matrimonio, que coloca al padre casado en el ostracismo, priva al pueblo de Dios del ministerio de la Palabra y de la Eucaristía, tan necesarios para la vida nueva que nace del bautismo. ¿No estaremos en la hora de que exégetas, teólogos, historiadores y juristas examinen los criterios provisionales adoptados por la Iglesia para vincular ministerio presbiteral y celibato como indisociables? Entramos en un mundo globalizado y de cambios en todos las órdenes, pero nos paramos en el tiempo por normas y leyes que respondían a problemas medievales, que causan no pocos sufrimientos y por desconocimiento de la verdad plena (Jn 8,32) impiden la acción del Espíritu Santo en la renovación del mundo”.

El ministerio del presbítero casado enriquecerá grandemente la iglesia

6- “El presbítero casado inserido en la realidad del mundo, por su vida personal y familiar, por su trabajo profesional y por el ejercicio de su ciudadanía, vive como todos los discípulos de Cristo, convocados por la iglesia peregrina, “las alegrías y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de hoy, sobre todo de los pobres y de los que sufren” (GS 1).

El ministerio del presbítero casado enriquecerá grandemente la iglesia porque integra el matrimonio y los valores familiares al sacramento del Orden y de la Eucaristía, los tres sacramentos constructores de la Iglesia y de la vida divina en la dimensión de comunidad.

Esta nueva pastoral basada en la reflexión bíblica, patrística y del magisterio, dinamizará la vida de la Iglesia latina como un todo y, al mismo tiempo, devolverá al padre casado aquella condición que aparece en las Cartas Pastorales del Nuevo Testamento (I-II Timoteo, Tito) y que, por fuerza del “status quo” vigente se encuentran ignoradas y arrinconadas”.

No se comprende la doble actitud de la iglesia en Oriente y Occidente;

7- “El descompás entre muchos obispos y padres casados no edifica ni a la comunidad cristiana o secular, ni al padre casado. Dificulta el ecumenismo porque las iglesias que tienen ministros casados no comprenden la doble actitud entre la iglesia católica de Oriente y la de Occidente; crea dudas entre católicos fervientes, escandalizando a los no creyentes. Paulo VI (08/1968) hablando en Medellín, enseñó: “Si un obispo dedica todo su celo y servicio a favor de sus presbíteros ya realizó bien su ministerio episcopal”.

El presbítero no pertenece al presbiterio por el celibato

8- “Cómo mostrar y testimoniar que somos luz del mundo, si somos luz de la calle y oscuridad de la casa. El presbítero, de acuerdo al magisterio, es miembro de la fraternidad presbiteral y cooperador del Orden Episcopal, no por el celibato, sino por la imposición de las manos que, en fidelidad y continuidad apostólica, le confirieron la sagrada Orden de los Presbíteros.

El presbítero casado lleva una historia de amor y servicio a la iglesia local y, no obstante, está en el ostracismo porque se casó, mantiene el respeto y admiración, cariño y gratitud de las comunidades y de la sociedad en la que está inserido y testimonia su fe y empeño por la causa del Reino de Dios”.

El Espíritu no quita los carismas de la Ordenación y ni habilidades y conocimientos

9- “Muchos padres casados son invitados, en las comunidades donde están inseridos, a ejercer ministerios propios de los laicos, como distribuir la Eucaristía, comentarista en la Misa, pedir la limosna, etc. Esta atribución deferente de la comunidad, que desconoce la posición de la Iglesia institucional, no se ajusta bien al ministerio específico del presbítero, que aunque casado, el Espíritu no le quitó los carismas que recibió en la Ordenación y no perdió las habilidades y conocimientos que adquirió en su formación superior y pastoral”.

Rufo González

Leganés, marzo 2019

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