Necesitamos conocer las bases falsas que sustentan el celibato obligatorio Siete preguntas (Sacerd. Caelib. nº 3) en busca de respuesta evangélica (III)

- ¿No será ya llegado el momento para abolir el vínculo que en la Iglesia une el sacerdocio con el celibato? (B)

El Magisterio oficial de la Iglesia no ha cambiado sus bases

Aún sigue en el “Enchiridion Symbolorum” (Textos doctrinales de los Papas, de los Concilios y de otras fuentes autorizadas del Magisterio Eclesiástico) el primer texto de un Papa“Sobre el celibato de los clérigos”. Es de Siricio (384-399). Movido por su mentalidad antimatrimonial, abandona a su esposa y logra que le elijan Papa. Se cree identificado con san Pedro, como Jefe de la Iglesia. Envía “Epístolas decretales” a los obispos. Fácilmente se ven en el texto las bases falsas de sus disposiciones:

- confusión entre el sacerdocio ritual del A.Testamento y el existencial de Jesús. De aquí que crea aplicables las leyes del sacerdocio antiguo al nuevo, basándose en que Jesús “vino a cumplir la ley, no a destruirla (Mt 5, 17)”, como si Jesús en este texto se refiriera a las leyes del Antiguo Testamento. Error claro de interpretación. Jesús no alude a esos preceptos, sino a los que él dice a continuación. Propone vivir el espíritu de la “Ley y los profetas”, no la “letra”. “Ley y Profetas” simbolizan mensaje, alianza, salvación que Dios ofrece. Jesús da plenitud a eso. Lo hace por el Espíritu de Amor.

- ignorancia sobre la bondad de la sexualidad;

- creer que Dios no escucha a quien tiene relaciones sexuales con su mujer; 

- creer que la relación sexual indispone para celebrar los sacramentos divinos; 

- creer que esta ley es “una tradición apostólica”, que sigue la indicación de Jesús: “que vino a cumplir la ley, no a destruirla [Mt. 5, 17]”. Ley incluida en el Antiguo Testamento: “¿Por qué [el Señor] avisa a quienes se les encomendaba el santo de los santos, diciendo: Sed santos, porque también yo el Señor Dios vuestro soy santo [Lv. 20, 7; 1 Petr. 1, 16]? ¿Por qué también, el año de su turno, se manda a los sacerdotes habitar en el templo lejos de sus casas? Pues por la razón de que ni aun con sus mujeres tuvieran comercio carnal, a fin de que, brillando por la integridad de su conciencia, ofrecieran a Dios un don aceptable...” (Siricio).

- confundir “carne” (egoísmo) con “sexo”: “los que están en la carne no pueden agradar a Dios (Rom. 8,8)”, recuerda Siricio como base bíblica de su ley.

De la Carta del Papa Siricio a Himerio, fechada el 10 de febrero de 385:

“Vengamos ahora a los sacratísimos órdenes de los clérigos, los que para ultraje de la religión venerable hallamos por vuestras provincias tan pisoteados y confundidos, que tenemos que decir con palabras de Jeremías: ¿Quién dará a mi cabeza agua y a mis ojos una fuente de lágrimas? Y lloraré sobre este pueblo día y noche [Ier. 9, 1]... Porque hemos sabido que muchísimos sacerdotes de Cristo y levitas han procreado hijos después de largo tiempo de su consagración, no sólo de sus propias mujeres, sino de torpe unión y quieren defender su crimen con la excusa de que se lee en el Antiguo Testamento haberse concedido a los sacerdotes y ministros facultad de engendrar. 

Dígame ahora cualquiera de los seguidores de la liviandad... ¿Por qué [el Señor] avisa a quienes se les encomendaba el santo de los santos, diciendo: Sed santos, porque también yo el Señor Dios vuestro soy santo [Lv. 20, 7; 1 Petr. 1, 16]? ¿Por qué también, el año de su turno, se manda a los sacerdotes habitar en el templo lejos de sus casas? Pues por la razón de que ni aun con sus mujeres tuvieran comercio carnal, a fin de que, brillando por la integridad de su conciencia, ofrecieran a Dios un don aceptable...

De ahí que también el Señor Jesús, habiéndonos ilustrado con su venida, protesta en su Evangelio que vino a cumplir la ley, no a destruirla [Mt. 5, 17]. Y por eso quiso que la forma de la castidad de su Iglesia, de la que Él es esposo, irradiara con esplendor, a fin de poderla hallar sin mancha ni arruga [Eph. 5, 27], como lo instituyó por su Apóstol, cuando otra vez venga en el día del juicio. Todos los levitas y sacerdotes estamos obligados por la indisoluble ley de estas sanciones, es decir que desde el día de nuestra ordenación, consagramos nuestros corazones y cuerpos a la sobriedad y castidad, para agradar en todo a nuestro Dios en los sacrificios que diariamente le ofrecemos. Mas los que están en la carne, dice el vaso de elección, no pueden agradar a Dios [Rom. 8, 8].

...En cuanto aquellos que se apoyan en la excusa de un ilícito privilegio, para afirmar que esto les está concedido por la ley antigua, sepan que por autoridad de la Sede Apostólica están depuestos de todo honor eclesiástico, del que han usado indignamente, y que nunca podrán tocar los venerandos misterios, de los que a sí mismos se privaron al anhelar obscenos placeres; y puesto que los ejemplos presentes nos enseñan a precavernos para lo futuro, en adelante, cualquier obispo, presbítero o diácono que —cosa que no deseamos— fuere hallado tal, sepa que ya desde ahora le queda por Nos cerrado todo camino de indulgencia; porque hay que cortar a hierro las heridas que no sienten la medicina de los fomentos” (Dz 185).

La misma mentalidad en el II concilio de Cartago (a. 390)

Un canon del II Concilio de Cartago (16 junio a. 390) se hace eco del mismo sentir y de los mismos errores: “place a todos que obispo, sacerdote y diácono, custodios de la pureza, se abstengan de la unión conyugal con sus esposas”. Motivo: “conviene que aquellos que están al servicio de los sacramentos divinos sean continentes en todo, para que lo que han enseñado los Apóstoles y ha mantenido la misma antigüedad, lo observemos también nosotros”. La obsesión por la “pureza” lleva a afirmar que el clero es “su custodio”. El matrimonio no es “puro”. Toda relación sexual es contraria al plan de Dios. Lo han enseñado los Apóstoles y se ha mantenido siempre. 

La iglesia persa reaccionó pronto contra estos errores

No era cierto el “place a todos” del concilio de Elvira y de Cartago. Ni todos dejaron a su esposa como el Papa Siricio. La iglesia persa reaccionó pronto a esta normativa. En el concilio de Beth Edraï (486), rechazó prohibir el matrimonio y su uso a los clérigos. Calificó esta norma como una de “esas tradiciones nocivas y gastadas a las que debían poner fin los pastores”. Tradiciones productoras de “fornicaciones, adulterios y graves desórdenes”. Anularon la ley decretada por el papa Siricio. Demostraron con textos bíblico la falsedad de la presunta “tradición apostólica”. “Matrimonio y procreación de hijos, ya sea antes o después del sacerdocio, son buenos y aceptables a los ojos de Dios” (H. Crouzel: “Sacerdocio y Celibato”; AA. VV., Dir. J. Coppens, BAC 1971, p. 292-293). Autorizaron casarse a los ordenados célibes, uso del matrimonio a los clérigos casados y la posibilidad de casarse a los viudos tras la ordenación. Normativa aplicada a todos, incluyendo al “Catolicós”, patriarca de las iglesias desmembradas del Patriarcado de Antioquía.

Jaén, julio 2019

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