La tradición, tan cómoda y de tanto peso en la gerontocracia eclesial, sostiene y argumenta de formas diversas la permanencia de esta controvertida ley Siete preguntas (Sacerd. Caelib. nº 3) en busca de respuesta evangélica (II)

- ¿No será ya llegado el momento para abolir el vínculo que en la Iglesia une el sacerdocio con el celibato? (A)

Esta pregunta divide a la Iglesia desde hace siglos

Exactamente desde que esta ley intentó imponerse. Una somera lectura de la historia del celibato cuenta las luchas terribles que dicha ley ha venido produciendo en el mundo eclesial. En su origen está la ignorancia, la superstición y la tiranía. Sobre bases falsas se empezó a construir una legislación que ha llegado a nuestra época. La tradición, tan cómoda y de tanto peso en la gerontocracia que viene gobernando la Iglesia, viene sosteniendo y argumentando de formas diversas la permanencia de esta controvertida ley. Estas son las bases que se encuentran en los primeros textos argumentativos: 

- confusión entre el sacerdocio antiguo y el pastoreo de Jesús; 

- ignorancia sobre la bondad de la sexualidad;

- creer que Dios no escucha a quien tiene relaciones sexuales con su mujer; 

- creer que la relación sexual indispone para celebrar los sacramentos divinos; 

- creer que esta ley es “una tradición apostólica”.

La ley sobre “continencia” de los clérigos procede del siglo IV

Aparece por primera vez en el sínodo hispano de Elvira (cerca de Granada), sobre el año 306. En los cánones 27 y 33 prescribe:

“El obispo o cualquier otro clérigo tenga consigo solamente o una hermana o una hija virgen consagrada a Dios; pero en modo alguno plugo (al Concilio) que tengan a una extraña” (Dz 118). “Plugo prohibir totalmente a los obispos, presbíteros y diáconos o a todos los clérigos puestos en ministerio, que se abstengan de sus cónyuges y no engendren hijos y quienquiera lo hiciere, sea apartado del honor de la clerecía” (Dz. 119).

Los legisladores de los siglos IV dicenbasarse en una tradición apostólica

Este proceder es común a todas las dictaduras políticas y religiosas. Todas pretenden convencer que sus normas y conductas son tradicionales, procedentes de los orígenes. Y no tienen reparo en unir sus normas con la voluntad divina expresada en la vida de Jesús y sus Apóstoles. Resulta bastante inexplicable decir que Jesús y Pablo avalan esta imposición ante unos textos tan claros como estos:

- “No todos entienden esto, solo los que han recibido ese don... Hay quienes se hacen eunucos ellos mismos por el reino de los cielos. El que pueda entender que entienda” (Mt 19,11-12).

- “¿Acaso no tenemos derecho a comer y beber?, ¿acaso no tenemos derecho a llevar con nosotros una mujer hermana (en la fe), como los demás apóstoles, y los hermanos del Señor y Cefas?...(1Cor 9,4-5).

- “Si no se contienen , cásense; es mejor casarse que abrasarse” (1Cor 7,9).

- “Si alguien considera que se comparta inadecuadamente con su doncella virgen, por estar en la flor de su edad y conviene proceder así, actúe conforme a su voluntad; no peca, cásense. Pero el que se sienta firme, sin presiones y con total libertad, y esté  internamente resulto a respetar la virginidad de su doncella, hará bien. En definitiva, quien se casa con su doncella hace bien. y quien no se casa con ella, hace mejor” (1 Cor., 7, 36-38).

- “El Espíritu dice expresamente que en los últimos tiempos algunos se alejarán de la fe por prestar oídos a espíritus embaucadores y a enseñanzas de demonios, inducidos por la hipocresía de unos mentirosos, que tienen cauterizada su propia conciencia, que prohíben casarse y mandan abstenerse de alimentos que Dios creó para que los creyentes y los que han llegado al conocimiento de la verdad participen de ellos con acción de gracias” (1Tim 4,1-3).

Textos creadores de la mentalidad urdidora de la ley

Se encuentran en el siglo IV textos de clara ignorancia, de hechos inventados, algunos incluso abiertamente falsos, de ideas aberrantes sobre el sexo. Estos textos crearon la ideología urdidora de tal ley. No tienen inconveniente en decir lo que no consta en ningún sitio, pero viene bien para sus tesis. La opción libre de Jesús -“el que pueda con ello que lo acepte” Mt 19,12- la convierten en “norma eclesiástica del sacerdocio”. La libertad evangélica la convierten en imposición legal en asuntos de sexo. En otros asuntos (justicia, desprendimiento, veracidad..) proceden al revés:

- San Epifanio de Salamina (315-403) en su Panarion, razona que el Señor eligió a sus apóstoles entre los vírgenes y los monógamos: “estos apóstoles casados practicaron de (`el que pueda con ello que lo acepte´, Mt 19,12) seguido la “continencia perfecta”. Jesús, regla de la verdad, con su ejemplo, había trazado para ellos “la norma eclesiástica del sacerdocio”.

- El Ambrosiaster (hacia 366-384), en su comentario a la primera Carta a Timoteo, defiende que el diácono u obispo no sólo debe ser “varón de una sola esposa”, sino que además “debe abstenerse del uso del matrimonio”.

- San Jerónimo (347-420), en su “Carta ad Pammachium” sostiene que “los apóstoles o fueron vírgenes o continentes dentro del matrimonio. Obispos, presbíteros y diáconos son elegidos entre los vírgenes o los viudos: en cualquier caso, una vez recibido el sacerdocio, observan la castidad perfecta”. Y en el “Adversus Vigilantium” afirma que esta norma de la continencia del clero está vigente en las iglesias de Oriente, de Egipto y en la Sede apostólica.

La relación sexual es suciedad pecaminosa

Es la mentalidad de las Decretales del Papa Siricio (384-399) a los Obispos galos y a los Obispos africanos, recogidas en el tomo XIII de la Patrología Latina:

-La relación sexual, incluida la conyugal, es suciedad (1186, 4-5); atontamiento con pasiones obscenas (1140, 13-14); lujuria (1138, 28); crimen (1138, 16-23); vida de pecadores (1186, 13-14); práctica de animales (1186, 22-23) y oprobio para la iglesia (1161, 5-7).

-El clérigo “manchado” con esa “suciedad” se excluye de “las mansiones celestiales” (1185, 4-6) y, si es laico queda por ella incapacitado para ser escuchado cuando reza; con mayor razón pierde el primero su “disponibilidad” para celebrar con fruto el bautismo y el sacrificio (1160, 9-1161, 3).

- “No conviene confiar el misterio de Dios a hombres de ese modo corrompidos y desleales, en los cuales la santidad del cuerpo se entiende profanada con la inmundicia de la incontinencia” (1186, 14-19).

Jaén, julio 2019

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