La “multimodal conveniencia” -celibato-sacerdocio- es ideología clerical Siete preguntas (Sacerd. Caelib. nº 3) en busca de respuesta evangélica (IX)

6ª.- “Y si la áurea ley del sagrado celibato debe todavía subsistir ¿con qué razones ha de probarse hoy que es santa y conveniente?” (C)

Celibato y matrimonio son dos opciones evangélicas. La encíclica “Sacerdotalis caelibatus” pretende probar que la ley del celibato debe subsistir por ser “santa y conveniente”. Supone que el celibato es “santo y conveniente” para la misión. Luego hay que imponerlo por ley a obispos y presbíteros, responsables máximos de la misión. Dicha argumentación es ideología clerical. El celibato en sí mismo no es “santo”, por  “perteneciente o propio de Dios”, totalmente “otro”. Dios no es célibe ni casado. Si se llama “santo” por el fin, el reino de Dios, igual es el matrimonio cristiano. Recabar más santidad para el celibato es propaganda e ideología clerical. Lo que nos hace más santos, más cercanos al Dios manifestado en Cristo, es el Amor gratuito, que se puede vivir tanto en celibato como en matrimonio. La persona tiene derechos previos, como el derecho a formar una familia, no supeditados a la institución. El celibato es opción personal. No sería “santo y conveniente” que la humanidad toda eligiera este camino. Sería contra la naturaleza fecunda y multiplicadora. Algunas personas, fiadas de sus congéneres procreadores, pueden evadirse de la obligación de la especie por amor o humanidad. En esa línea se mueve el evangelio de Jesús: “no todos entienden esto, solo los que han recibido ese don... Hay quienes se hacen eunucos ellos mismos por el reino de los cielos. El que pueda entender, entienda” (Mt 19, 11-12).

Múltiple conveniencia del celibato con el sacerdocio. El “Decreto sobre el ministerio y vida de los presbíteros” (Vat. II), basa la ley en que el celibato tiene “multimodal conveniencia” con el sacerdocio (PO 16, párrafo 2).

Primera conveniencia: “La misión íntegra del sacerdote se dedica al servicio de la nueva humanidad: - la que Cristo, vencedor de la muerte, suscita en el mundo por su Espíritu; - la que no tiene su origen en la sangre, ni en la voluntad de la carne, ni en la voluntad del varón, sino de Dios (Jn 1,13)”.

El matrimonio no contamina la “nueva humanidad”, nacida del Amor de Dios, manifestado en Jesús. ¿Conviene que sus servidores vivan en “continencia perfecta y perpetua” porque la comunidad a la que sirven “no tiene su origen en la sangre, ni en la voluntad de la carne, ni en la voluntad del varón, sino de Dios (Jn 1,13)”? Esta peregrina teoría haría que apóstoles, profetas, maestros, gobierno, catequistas... sean célibes. La verdad es que cualquier persona, empapada del Espíritu de Jesús y con dones pertinentes, puede cuidar una comunidad, “suscitada por el Espíritu”.

Segunda conveniencia: “Por la virginidad o celibato, guardado por el Reino de los cielos. los presbíteros se consagran a Cristo con nueva y eximia razón”.

De “todo bautizado”, si opta por el celibato por el Reino, puede decirse que “se consagra a Cristo con nueva y eximia razón”. Lo ministerial es la responsabilidad de que el Evangelio, los sacramentos y el Amor se vivan en sus comunidades; de que la comunidad descubra los carismas de sus miembros, los respete, anime y desarrolle. El Nuevo Testamento testimonia que coordinar y presidir la comunidad puede realizarlo todo cristiano, si es agraciado por dones apropiados y vive en el Espíritu de Jesús. Es más, algún texto defiende expresamente la ventaja de los casados (1Tim 3,4-5).

Tercera conveniencia: “Se adhieren a Él (Cristo) más fácilmente con un corazón indiviso. Se dedican en Él y por Él más libremente al servicio de Dios y de los hombres. Sirven más expeditamente a su Reino y obra de regeneración sobrenatural. Se hacen más aptos para recibir más ampliamente la paternidad en Cristo”.

El clero se ha apropiado en exclusiva de mucho común cristiano. Celibato, corazón indiviso, libertad, servicio más expedito, paternidad cristiana... son conceptos y realidades comunes a los cristianos. Es el sacerdocio común, la vocación cristiana fundamental. Todos construimos la nueva humanidad, con el corazón unificado por el Espíritu (“indiviso”), en la libertad de los hijos de Dios, buscando su Reino, dando a luz hijos de Dios y hermanos. Las vocaciones para los servicios de la comunidad son secundarias. Abiertas a casados y célibes, según la gracia que el Espíritu concede y la comunidad necesita. Por ser soltero no va a tener vocación ni aptitudes para presidir. Ni a Dios podemos “presionar” para que dé esos dones a célibes y no a casados. No es voluntad de Dios el celibato obligatorio para el ministerio. Es una tradición fruto de la ignorancia, la superstición y la imposición. Nunca fue aceptada en la Iglesia universal.

Cuarta conveniencia: “De este modo, confiesan ante los hombres que quieren dedicarse sin división al oficio encomendado: desposar a los fieles con un solo varón, y presentarles como virgen casta a Cristo. Así evocan el misterioso matrimonio fundado por Dios y que se manifestará plenamente en el futuro, por el que la Iglesia tiene a Cristo como único esposo. Además, se hacen signo vivo del aquel mundo futuro, presente ya por la fe y el amor, en el que los hijos de la resurrección no se casarán ni tomarán esposas.”

- Todo cristiano puede dedicarse sin división (con corazón unificado por el Amor) a “desposar a los fieles con un solo varón (Cristo), y a presentarles como virgen casta a Cristo”. Así ejercemos el sacerdocio común: comunicar el Amor de Jesús a los demás, y ayudarles a vivir en Amor “como una virgen casta con Cristo”.

- Celibato y matrimonio “evocan el misterioso matrimonio fundado por Dios y que se manifestará plenamente en el futuro, por el que la Iglesia tiene a Cristo como único esposo”. La fidelidad al Amor, en celibato o matrimonio, evoca la fidelidad de Dios a la humanidad. La Biblia aporta que el matrimonio fiel es signo y ejemplo del “arcano matrimonio” de Dios con su pueblo. El signo es la fidelidad al Amor, que es nuestro Dios. Célibes y casados, al ser fieles al Amor del bautismo, “evocan el misterioso matrimonio” de Dios con su pueblo. Muchos cristianos tienen verdadera aptitud y vocación ministeriales. La tragedia de la Iglesia es despedirlos por causa del celibato.

- “Signos vivos del mundo futuro” son quienes esperan la resurrección, y dan la vida por los hermanos sin miedo a la muerte. Para esto no hace falta estar célibe o casado. Utilizar el texto evangélico de Lucas (20,35-36) para promocionar el celibato carece de sentido. Lo único que el texto dice es que en la gloria “hombres y mujeres no se casan, ya no pueden morir”. La vida resucitada no engendra, ni muere, ni reza, ni hace deporte, ni predica el evangelio... El signo de la vida futura es el Amor gratuito, desinteresado, no el celibato o el matrimonio. Signo vivo del Reino futuro es el célibe o el casado que, sin miedo a represión y muerte, se desvive por los más necesitados, cuida las situaciones duras de sus hermanos, sea su consorte impedido o vecino con alzheimer, atiende a la comunidad, etc. etc.

Jaén, septiembre 2019.

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