Autorizar el ministerio al casado -lo que quiso e hizo Jesús- no es “solución alguna posible” para los máximos dirigentes actuales de la Iglesia Siete preguntas (Sacerd. Caelib. nº 3) en busca de respuesta evangélica (VIII)

6ª.- “Y si la áurea ley del sagrado celibato debe todavía subsistir ¿con qué razones ha de probarse hoy que es santa y conveniente?” (B)

A Francisco puede ocurrirle lo mismo que a san Pablo VI

La debilidad papal y la presión curial es capaz de abortar toda reforma evangélica. Lo ha sido durante siglos. En la misma encíclica “Sacerdotalis Caelibatus” se contradicen el Papa y la Curia. Reconoce que “Jesús mismo no puso esta condición previa en la elección de los Doce, como tampoco los Apóstoles para los que ponían al frente de las primeras comunidades cristianas -cf. 1 Tim 3, 2-5; Tit 1, 5-6-” (n. 5). Pero Pablo VI firma la encíclica con ideas ajenas a Jesús. Celso Alcaina, en comentario a un artículo mío, en este blog, explica este proceder: “La encíclica `Sacerdotalis Caelibatus´ nace de la debilidad de Montini y de la presión de la curia, así como de viejos influyentes cardenales. Yo lo viví en la curia romana. El papa luchó por la opcionalidad del celibato. Era sensible y sufría ante las deserciones generalizadas y ante la falta de clero disponible en regiones de misión, sobre todo en el lejano Oriente. No se atrevió a dar el paso, a pesar de su convicción y de haberse reservado el tema en el Concilio. Al final se doblegó. Pablo VI nada tenía de dictador. Era hamlético, tímido y cobarde. Es curioso y triste constatar que algo tan importante como la opcionalidad del celibato dependa de una frase o documento de un jefe” (RD, jueves 23 julio 2015, 19:54).

¿Quién proporciona “pena, deshonor, turbación

- “Oh si supiesen estos sacerdotes cuánta pena, cuánto deshonor, cuánta turbación proporcionan a la santa Iglesia de Dios, si reflexionasen sobre la solemnidad y la belleza de los compromisos que asumieron, y sobre los peligros en que van a encontrarse en esta vida y en la futura, serían más cautos y más reflexivos en sus decisiones, más solícitos en la oración y más lógicos e intrépidos para prevenir las causas de su colapso espiritual y moral” (Sacerd. Caelib. 86).

Los dirigentes eclesiales no ven “cuánta pena, cuánto deshonor, cuánta turbación proporciona a la santa Iglesia de Dios” esta ley. También son Iglesia los que piensan en conciencia que Dios no exige el celibato. Han revestido de tanta “solemnidad y belleza” esta ley, hasta pretender que su observancia es la santidad sacerdotal... Los sacerdotes casados experimentan la alegría del Espíritu y no entran en “colapso espiritual y moral”. Son los dirigentes los que han caído en una ceguera terrible, en un callejón inhumano. Gracias a ASCE o MOCEOP, en España, los sacerdotes casados comprendieron mejor que las cosas no son como dicen los documentos jerárquicos. Se han persuadido de que viene del Espíritu de Jesús el que  “alguien tenía que parar esa sangría de pastores solícitos, con pasión por Jesús de Nazaret y con ganas de seguir al servicio de la comunidad eclesial como bautizados y como presbíteros” (J. P, Pinillos). Los “peligros en que van a encontrarse en esta vida y en la futura” son invento clerical. Sin celibato hay Espíritu, comunidad, ministerio... Torpeza inmensa de los máximos jefes de la Iglesia que no ha sabido interpretar este signo evidente de los tiempos.

La Iglesia debería “querer” lo que quiso e hizo Jesús

- “... La Iglesia quiere que, especialmente en estos casos, se tienten todos los medios persuasivos, con el fin de inducir al hermano vacilante a la calma, a la confianza, al arrepentimiento, a la recuperación, y sólo cuando el caso ya no presenta solución alguna posible, se aparta al desgraciado ministro del ministerio a él confiado” (Sacerd. Caelib. 87).

¡Vaya trato pastoral! Autorizar el ministerio al casado -lo que quiso e hizo Jesús- no es “solución alguna posible” para los máximos dirigentes actuales. Si no se deja persuadir de la ley -para él inhumana-, “se aparta al desgraciado ministro del ministerio a él confiado”. Ahí está todo el corazón del legalismo clerical. Y, para más disparate, le llama “desgraciado”. ¿Le habrá retirado su amor, su gracia, el Padre? 

La mayoría de sacerdotes casados son recuperables para el sacerdocio

- “Si se muestra irrecuperable para el sacerdocio, pero presenta alguna disposición seria y buena para vivir cristianamente como seglar, la Sede Apostólica, estudiadas todas las circunstancias, de acuerdo con el ordinario o superior, dejando que al dolor venza el amor, concede a veces la dispensa pedida, no sin acompañarla con la imposición de obras de piedad y de reparación, a fin de que quede en el hijo desgraciado, mas siempre querido, un signo saludable del dolor maternal de la Iglesia y un recuerdo más vivo de la común necesidad de la divina misericordia” (Sacerd. Caelib. 88).

Este proceder no cuadra con los derechos humanos ni con el amor de Jesús. “Concede a veces la dispensa”, pero con penitencia incluida. ¡Qué amor tan gratuito! Ni al hijo pródigo, que viene al Padre por necesidad material, se le ocurrió a Jesús tratarle así. “Si se muestra irrecuperable para el sacerdocio...”. Pero ¿es que el celibato es el sacerdocio? La inmensa mayoría son recuperables: conservan vocación, actitudes, conocimientos... La autoridad eclesial no quiere reconocerlo. Sólo importa el celibato. Quienes no pueden soportarlo son declarados “irrecuperables para el sacerdocio”. Es evidente la contradicción con la palabra revelada: “si no se contienen, cásense; es mejor casarse que abrasarse” (1Cor 7, 5. 9. 36; 1Tim 3,2.4-5).

Sigue la falsedad sistemática: disciplina de “estímulo y aviso” (n. 89)

- “Tal disciplina, severa y misericordiosa al mismo tiempo, inspirada siempre en justicia y en verdad, en suma prudencia y discreción, contribuye a confirmar a los buenos sacerdotes en el propósito de una vida pura y santa; sirve de aviso a los aspirantes al sacerdocio, para que... avancen hacia el altar con pleno conocimiento, con supremo desinterés, con arrojo de correspondencia a la gracia divina y a la voluntad de Cristo y de la Iglesia” (Sacerd. Caelib.89).

Los constantes abandonos desmienten esta teoría. “Buenos sacerdotes” son también los orientales casados, y los romanos de otras confesiones. El Pueblo de Dios en su mayoría desea la eliminación de esta ley. Miles de sacerdotes secularizados vienen pidiendo cambio desde hace años. Congresos Internacionales de Curas Casados han analizado estos temas: “Compatibilidad de sacerdocio y matrimonio”, “El ministerio presbiteral al servicio de la Iglesia de Jesús”..., “Derechos humanos en la Iglesia”, “Otra iglesia es posible y real”, “Curas en unas comunidades adultas”. 

Es inaudito que los Pastores de la Iglesia estén ausentes de estos movimientos por cuestiones legales. Los sacerdotes apelan al evangelio, al proceder de Jesús y los apóstoles, a la libertad cristiana, al momento actual. “Lejos de considerarse fuera de la Iglesia por el hecho de haber contraído matrimonio y haber roto con el estado clerical, se siguen sintiendo curas y presbíteros, de otra forma, pero integrados en pequeñas comunidades que les acogen y/o les piden que continúen prestando sus servicios como animadores de la fe y de las celebraciones”. Tienen “la convicción de seguir formando parte de iglesias locales, domésticas, en las que la comunidad cobra el protagonismo y los diferentes cometidos o tareas -presbiterado incluido- se van asumiendo según la disponibilidad o capacidad de cada creyente... Una realidad pequeña, pero nada despreciable y con grandes posibilidades de cara al futuro” (“Curas Casados. Historias de fe y ternura”, p. 17-18. Moceop. Albacete 2010).

Jaén, septiembre 2019

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