Funerales por un criminal

He estado leyendo la historia de Chile unos años antes del golpe de estado. Cuando ves a tantos chilenos apoyar a un dictador como él, enseguida te preguntas como es posible tal fervor por un asesino. Los años antes del golpe en los que gobernó Salvador Allende me han hecho comprender que Chile no atravesaba por uno de sus mejores momentos.
Los tres años de Allende en Chile fueron negros, nefastos, alguna buena cosa hizo como nacionalizar la minería del cobre. Pero viendo como cambiaba de ministros con tanta rapidez, viendo como se creaba enemigos entre sus filas, y viendo como se deterioraba su imagen ante el pueblo es fácil descubrir que era un total incompetente. Allende era un hombre de paz, su posición firme ante Castro que le exigía que diera un golpe de estado en Chile para imponer el socialismo prueban muy bien sus ideas pacíficas y democráticas, pero se mostró en cambio incapaz de frenar la violencia y el terrorismo que impulsaron algunos de sus aliados en respuesta a sus adversarios en la oposición.
Quizás el mayor de sus errores fue intentar instaurar el socialismo en Chile y acabar con la economía capitalista. Pienso que cuando a los políticos les importan más las ideas que quieren promover que la gente del pueblo es cuando vienen los desastres. Allende quiso llevar a cabo su revolución socialista en un país que no reunía las condiciones para ello y en las que se necesitaban otro tipo de reformas.
A un hombre nefasto como Allende le sucedió en el poder uno mucho peor, Cesar Augusto Pinochet, el cual da un golpe de estado y toma las riendas. Los dictadores son generalmente malos, aunque en la historia nos los hemos encontrado hasta necesarios, tal es el caso en la Historia de Roma de Camilo, o en España de Primo de Rivera ante el nefasto Alfonso XIII, aunque al primero le dieron los poderes el pueblo romano a través del senado y el segundo los tomó él por su cuenta. Pero Pinochet fue un pésimo y siniestro dictador, entiendo que tal vez hubiera unos primeros muertos durante el golpe, pero los que hubo después eso es imperdonable, y que decir de las millares de desapariciones.
Pinochet ha fallecido hace unas semanas, que Dios se ocupe de hacerle justicia. Pero tras leer su carta póstuma, me pregunto como pudo el Papa Juan Pablo II darle la comunión a un asesino, a un tipo que no quiso parar los asesinatos y sus persecuciones después de instaurar el orden. Se le ha dado un funeral con pompa y cristianas ceremonias, y esta carta póstuma en la que no se arrepiente de nada ni pide perdón lo prueban que no las mereció. Creo que debiéramos exigir más coherencia a esta jerarquía, que el nefasto hombre que ha muerto era un asesino que no se arrepintió de sus pecados sino que se enorgullecía por ello.