Monaguillo tras sufrir una emboscada.
Mi estimado párroco se propuso este sábado pasado hacerme monaguillo esta Semana Santa. Yo a su propuesta me negué, miedo tengo a meter la pata con una iglesia repleta de gente, y además que lo mío no es ayudar en el altar.
Total, que hoy acudo a la parroquia justo a la hora, pensando en cumplir con la Semana Santa y contemplar desde los bancos la celebración. A esto que desde la puerta del pasillo que conecta el templo con la sacristía, me encuentro al párroco que me hace señales para que acuda a ayudar con algo, y yo pensando que me piensa fichar para lavarme los pies en la misa acudo sin pensar lo que me esperaba. Total, que entro y me encuentro a un compañero de mi comunidad de monaguillo, jamás le había visto así vestido, y gracioso me pareció sin saber que aquello era una emboscada del párroco para hacerme monaguillo. A esto que ante otros tres curas, dos que ni conocía, dice el párroco que aquí está el nuevo monaguillo. Yo sin palabras y estupefacto accedo a vestirme advirtiéndoles antes que jamás he sido monaguillo y que me da vergüenza. Pues nada, me ha tocado y otra no me queda, y más con lo agradecido que estoy al párroco.
Tuve suerte que mi compañero de la comunidad, supiera muy bien que hacer en todo momento. Pasó por el seminario diocesano y como ocurre en muchos casos, lo dejó tras haber pasado cuatro años en el mismo. Presumía de haber sido monaguillo con el propio Papa Juan Pablo II y de haber ayudado a vestirse en la sacristía hasta a Cardenales. Debe ser verdad, su maestro fue hace muchos años el propio Cardenal Cañizares, antes de ser obispo y en aquellos tiempos en que era un cura progresista. Total, que a mi me encargaron el incienso y a él el incensario.
Total, que menuda experiencia, nunca he estado más atento a todo en una misa. No diré que es positiva, temo que el párroco lo lea y entonces decida que vuelva a repetir en otra celebración después de Semana Santa, ya me ha fichado justo para esta tarde en viernes Santo. Tan solo diré que lo pasé mal en el labatorio de los pies y que el incensario quemaba fatal un incienso que a saber de donde lo había sacado. Si este jueves santo han estado en una parroquia de Madrid donde había cuatro curas concelebrando y dos monaguillos, donde uno sabía bien lo que hacía y el otro andaba como perdido, sepan pues disculparme. Procurare que terminada esta semana santa no me vuelvan a coger.
Hubo algo que quisiera contar de la misa del jueves santo. Entre el público veía a un hombre totalmente vestido de negro y con un hábito que me recordaba al de un benedictino, pero no parecía ser un benedictino. En cualquier caso sospeché que se trataría de algún religioso sin órdenes sacerdotales. Pues después en la sacristía el misterioso personaje entró con el extraño hábito en la mano. Y descubrí que me había equivocado por completo. Era un sacerdote ortodoxo de Rumania o Bulgaria, que en misa sabiendo que concelebrar no podía, debido a esas absurdas diferencias entre dos iglesias que creen en el mismo Dios y el mismo Cristo, pues se puso su fino hábito entre el público. Total, que aquel hombre, que se encontraba de visita en España, había acudido a visitar al párroco y de paso a celebrar una Semana Santa Católica.
Tal vez si el Papa acudiera a celebrar una Semana Santa Ortodoxa, y los patriarcas acudieran a celebrar una Semana Santa Católica, tal vez ayudaría muchísimo a terminar con estas diferencias. La tarde terminó comiendo torrijas en casa del párroco, y salvo que ocurra un milagro, esta tarde no me libro de volver a ser monaguillo. Esperemos en Domingo de Resurrección no me necesite.
Desde aquí dirijo a Iván Ortega una petición: por favor regresa pronto de Praga que en tu ausencia me están haciendo monaguillo, y sabes que a ti eso se te da mucho mejor que a mi. Por lo menos yo no me he quemado con la cera de las velas como te ocurrió el año pasado, pero para esto yo no valgo, y creo que eso ha quedado bastante evidente en misa. Un saludo y que te vaya bien por Praga.
Total, que hoy acudo a la parroquia justo a la hora, pensando en cumplir con la Semana Santa y contemplar desde los bancos la celebración. A esto que desde la puerta del pasillo que conecta el templo con la sacristía, me encuentro al párroco que me hace señales para que acuda a ayudar con algo, y yo pensando que me piensa fichar para lavarme los pies en la misa acudo sin pensar lo que me esperaba. Total, que entro y me encuentro a un compañero de mi comunidad de monaguillo, jamás le había visto así vestido, y gracioso me pareció sin saber que aquello era una emboscada del párroco para hacerme monaguillo. A esto que ante otros tres curas, dos que ni conocía, dice el párroco que aquí está el nuevo monaguillo. Yo sin palabras y estupefacto accedo a vestirme advirtiéndoles antes que jamás he sido monaguillo y que me da vergüenza. Pues nada, me ha tocado y otra no me queda, y más con lo agradecido que estoy al párroco.
Tuve suerte que mi compañero de la comunidad, supiera muy bien que hacer en todo momento. Pasó por el seminario diocesano y como ocurre en muchos casos, lo dejó tras haber pasado cuatro años en el mismo. Presumía de haber sido monaguillo con el propio Papa Juan Pablo II y de haber ayudado a vestirse en la sacristía hasta a Cardenales. Debe ser verdad, su maestro fue hace muchos años el propio Cardenal Cañizares, antes de ser obispo y en aquellos tiempos en que era un cura progresista. Total, que a mi me encargaron el incienso y a él el incensario.
Total, que menuda experiencia, nunca he estado más atento a todo en una misa. No diré que es positiva, temo que el párroco lo lea y entonces decida que vuelva a repetir en otra celebración después de Semana Santa, ya me ha fichado justo para esta tarde en viernes Santo. Tan solo diré que lo pasé mal en el labatorio de los pies y que el incensario quemaba fatal un incienso que a saber de donde lo había sacado. Si este jueves santo han estado en una parroquia de Madrid donde había cuatro curas concelebrando y dos monaguillos, donde uno sabía bien lo que hacía y el otro andaba como perdido, sepan pues disculparme. Procurare que terminada esta semana santa no me vuelvan a coger.
Hubo algo que quisiera contar de la misa del jueves santo. Entre el público veía a un hombre totalmente vestido de negro y con un hábito que me recordaba al de un benedictino, pero no parecía ser un benedictino. En cualquier caso sospeché que se trataría de algún religioso sin órdenes sacerdotales. Pues después en la sacristía el misterioso personaje entró con el extraño hábito en la mano. Y descubrí que me había equivocado por completo. Era un sacerdote ortodoxo de Rumania o Bulgaria, que en misa sabiendo que concelebrar no podía, debido a esas absurdas diferencias entre dos iglesias que creen en el mismo Dios y el mismo Cristo, pues se puso su fino hábito entre el público. Total, que aquel hombre, que se encontraba de visita en España, había acudido a visitar al párroco y de paso a celebrar una Semana Santa Católica.
Tal vez si el Papa acudiera a celebrar una Semana Santa Ortodoxa, y los patriarcas acudieran a celebrar una Semana Santa Católica, tal vez ayudaría muchísimo a terminar con estas diferencias. La tarde terminó comiendo torrijas en casa del párroco, y salvo que ocurra un milagro, esta tarde no me libro de volver a ser monaguillo. Esperemos en Domingo de Resurrección no me necesite.
Desde aquí dirijo a Iván Ortega una petición: por favor regresa pronto de Praga que en tu ausencia me están haciendo monaguillo, y sabes que a ti eso se te da mucho mejor que a mi. Por lo menos yo no me he quemado con la cera de las velas como te ocurrió el año pasado, pero para esto yo no valgo, y creo que eso ha quedado bastante evidente en misa. Un saludo y que te vaya bien por Praga.