Otra bufonada más y ya van...

Hay gente que en su animadversión a Garzón, es capaz de decir paridas sin ton ni son. En este caso parece que Garzón no ha hecho nada y si lo hizo un juez de la Audiencia Nacional de intentar ver si merece la pena o no de hacer juicio de los asesinatos a unos españoles en el extranjero. En este caso es curioso que sea uno de esos repartidores del carné de católico quien parezca molesto porque la audiencia nacional se tome molestias por unos jesuitas muertos en El Salvador.

Si tengo presente una cosa, y es que en su día Garzón hizo muy bien en intentar procesar a Pinochet, y por unos instantes ese dictador que en su día acudió al rescate de Chile asesinando a cuantos pudo, se vió que podía ser deportado a España y juzgado, o tal vez juzgado en el Reino Unido.

Si nos pusiéramos a repasar golpes de estado, tal vez se podrían encontrar algunos en los que no se habla de millares de muertos, como el de Primo de Rivera. Incluso hay dictadores en la historia alabados como Camilo o Julio Cesar en Roma. Pero la mayoría de los dictadores como lo fueron Franco, Hitler, Musolini, Stalin, Castro, Mao, etc, llegaron al poder por los medios que dispusieron. Bien por unas urnas, bien agitando una chusma, bien con un ejercito, o bien por la muerte de otro dictador y recibiendo la herencia de este de carambola.

Se dice de Marco Furio Camilo, dictador romano, que cuando comenzaron a dudar de su gestión tras las guerras contra los etruscos, este presentó su dimisión al senado y se retiró. Y cuando vinieron las guerras contra los galos, el senado romano aterrorizado llamó de nuevo a Camilo, que se hizo hasta de rogar y aceptó de nuevo ser dictador. Y parece que aun así renunció después para irse a ocupar sus asuntos. De ahí que el poeta del siglo XV Jorge Manrique compare a Camilo con su padre en el gran amor de este a su tierra.

Pero los dictadores arriba citados ni son un Primo de Rivera ni un Marco Furio Camilo. Fueron unos criminales, algunos más “civilizados” que otros, pero cuando había que firmar una sentencia de muerte, lo hacían sin pestañear. Y el dictador Pinochet no lo fue menos. ¿De que sirve alabar a Pinochet por traer una democracia a Chile que sin duda él antes suprimió? Desde luego la suprimió y con sangre. Y yo no soy un defensor de Allende que me parece que fue un presidente débil e incompetente, que pasó a la historia no como pasará Rodríguez Zapatero, sino como una víctima de un idiota que lo hizo mártir, y eso que él se suicidó.

En Chile murieron españoles en la represión de Pinochet. El gobierno de España y la justicia española están en su derecho desde reclamar el cadáver de un español fallecido hasta reclamar justicia o tratar de realizarla. Pero el ignorante e idiota, que no nombro, parece que le molesta que la justicia española pida cuentas a otros países. Pues ese idiota innombrable, debiera acordarse que nuestra justicia pide la entrega de etarras que cometieron crímenes aquí y en el extranjero contra españoles a diversos países. Tal vez es que esos policías españoles que murieron en un tiroteo de ETA en Francia no deben recibir española justicia sino gabacha. Tal vez incluso nuestra justicia deba tener por límites la frontera, y aquel criminal que cruza la línea con Portugal deba evadirse. Tal vez ese santo varón de Ali Agca, que intentó matar a Juan Pablo II nunca debieron extraditarlo a Turquía porque en Italia debe importar tres pepinos lo que ese criminal hizo en su país natal. Todo esto es consecuencia del razonamiento del idiota, no es que lo haya dicho él, pero su razonamiento desemboca en esto.

El odia a todo lo que huela a progresía. Pero se ve que su odio y animadversión superan su inteligencia y corazón que le llevan a colocarse de patitas en las antípodas, y más si presumiendo de católico ataca a la justicia que busca aclarar las muertes de unos jesuitas. Pero si al final se enteran en El Salvador que desde aquí y desde otros muchos sitios se pide justicia, tal vez esos criminales reciban castigo, y así cualquiera se lo piense dos veces antes de matar a alguien bajo permiso de un gobierno.
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