Retos para la Iglesia (4): "El reconocimiento"
La iglesia que busca el verdadero reconocimiento: “Somos príncipes, pero príncipes del crucificado” (Papa Francisco)
El éxito, que se presenta seductor y atrayente en el mundo, puede ser el mayor obstáculo para llegar a la verdadera y profunda alegría eclesial, que se gesta en la coherencia de lo auténtico y lo original.
Jesús sabía que esa clave ponía en juego lo más importante de la vida de la comunidad: “No tentarás al Señor tu Dios”. La tentación del éxito y de la búsqueda del reconocimiento en lo externo y en la valoración de los otros según las cánones del mundo -“Tírate hacia abajo: mandaré a mis ángeles para que no tropieces y todos te reconocerán” (Mt 4,6-7)- nos puede llevar a una falta de Espíritu, y ser guidados por otros cánones, donde seremos según los otros nos exijan y valoren, renunciando a la coherencia más profunda de ser nosotros mismos.
Siempre va a haber llamadas más fuertes y seductoras que las del servicio y la entrega, pero no por eso más verdaderas y profundas. A Jesús se le notó este principio fundamental de vida: “Sabemos que tú dices la verdad (…) no te importa lo que otros piensan (…) tú enseñas con autoridad…” (Mc 12,13). A Él, cuando le tentaron con el éxito, huyó con rapidez. El reconocimiento a la Iglesia, en medio del mundo, le ha de llegar de la lectura creyente realizada desde el corazón del Padre, a la luz de las bienaventuranzas, para servir en este mundo y especialmente a los más necesitados. El reconocimiento hoy no puede venir por una defensa de la institución y sus tradiciones, sino por una vuelta a la fuente original del Evangelio, dejándonos purificar y transformar por él; dichosos nosotros si nos reconocen los necesitados de la historia: “Porque tuve hambre, enfermo, en la cárcel…”
En la universidad hemos de ser reconocidos por la actitud de servicio de nuestro saber, docencia e investígación. El currículum y el sentir de los cristianos se hará creíble y tendrá autoridad cuando esté transversalizado por la actitud de generosidad y servicio del Evangelio. Nuestro horizonte no ha de ser la competitividad, aunque sí la competencia, y no el éxito, sino el servicio y la realización de aquello que la sociedad más necesita, allí donde más sufre. Entendemos que la Universidad es una herramienta magnífica para que el Reino de Dios avance en medio de la historia, de la humanidad, en este siglo que nos ha tocado vivir. Queremos un estudio e investigació que sea reonocida porque sirve un sentido de vida que marca tanto lo que estudiamos, el cómo lo estudiamos y para quien lo estudiamos; tanto en su nivel de aprendizaje, docencia, como de investigación.
En estos días estamos trabajando con alumnos de Educación el tema de la pedagogía de la enseñanza religiosa escolar, y hemos mirado la pedagogía de Dios como referente. Al trabajar las claves teológicas de la pedagogía aparecía un perfil deseado vocacional. A ellos les pedía expresar ese deseo de ser maestros al estilo de Jesús de Nazaret.
El éxito, que se presenta seductor y atrayente en el mundo, puede ser el mayor obstáculo para llegar a la verdadera y profunda alegría eclesial, que se gesta en la coherencia de lo auténtico y lo original.
Jesús sabía que esa clave ponía en juego lo más importante de la vida de la comunidad: “No tentarás al Señor tu Dios”. La tentación del éxito y de la búsqueda del reconocimiento en lo externo y en la valoración de los otros según las cánones del mundo -“Tírate hacia abajo: mandaré a mis ángeles para que no tropieces y todos te reconocerán” (Mt 4,6-7)- nos puede llevar a una falta de Espíritu, y ser guidados por otros cánones, donde seremos según los otros nos exijan y valoren, renunciando a la coherencia más profunda de ser nosotros mismos.
Siempre va a haber llamadas más fuertes y seductoras que las del servicio y la entrega, pero no por eso más verdaderas y profundas. A Jesús se le notó este principio fundamental de vida: “Sabemos que tú dices la verdad (…) no te importa lo que otros piensan (…) tú enseñas con autoridad…” (Mc 12,13). A Él, cuando le tentaron con el éxito, huyó con rapidez. El reconocimiento a la Iglesia, en medio del mundo, le ha de llegar de la lectura creyente realizada desde el corazón del Padre, a la luz de las bienaventuranzas, para servir en este mundo y especialmente a los más necesitados. El reconocimiento hoy no puede venir por una defensa de la institución y sus tradiciones, sino por una vuelta a la fuente original del Evangelio, dejándonos purificar y transformar por él; dichosos nosotros si nos reconocen los necesitados de la historia: “Porque tuve hambre, enfermo, en la cárcel…”
En la universidad hemos de ser reconocidos por la actitud de servicio de nuestro saber, docencia e investígación. El currículum y el sentir de los cristianos se hará creíble y tendrá autoridad cuando esté transversalizado por la actitud de generosidad y servicio del Evangelio. Nuestro horizonte no ha de ser la competitividad, aunque sí la competencia, y no el éxito, sino el servicio y la realización de aquello que la sociedad más necesita, allí donde más sufre. Entendemos que la Universidad es una herramienta magnífica para que el Reino de Dios avance en medio de la historia, de la humanidad, en este siglo que nos ha tocado vivir. Queremos un estudio e investigació que sea reonocida porque sirve un sentido de vida que marca tanto lo que estudiamos, el cómo lo estudiamos y para quien lo estudiamos; tanto en su nivel de aprendizaje, docencia, como de investigación.
En estos días estamos trabajando con alumnos de Educación el tema de la pedagogía de la enseñanza religiosa escolar, y hemos mirado la pedagogía de Dios como referente. Al trabajar las claves teológicas de la pedagogía aparecía un perfil deseado vocacional. A ellos les pedía expresar ese deseo de ser maestros al estilo de Jesús de Nazaret.