Muchachita a ti te digo...levántate Talita cumi, Ana

Pedro, como padre de familia junto a su esposa, tal un Jairo de hoy, quiere que lancemos las campanas al vuelo en nuestra comunidad parroquial, porque su hija Ana cumple un año de vida y luz. No lo había pedido en otras ocasiones, pero en esta tiene ganas de gritar aleluya de un modo nuevo. La razón es sencilla, su hija nació "en las últimas", como la hija de Jairo, y ahora salta y ríe con una gracia que solo puede ser divina. En ella el evangelio se cumple y es motivo para bendecir a Dios y aprender con sencillez de esta grandeza de lo humano donde la ternura de lo divino viene envuelto en la debilidad y lo limitado.

Talita cumi: “Ana”

d6bb0f6c-5e81-4017-8a2b-6bd95ce9d099
d6bb0f6c-5e81-4017-8a2b-6bd95ce9d099 José Moreno Losada

Ayer fue el cumpleaños de Ana, su primer cumpleaños. Cada día es un milagro y cada año más, en el caso de esta niña se hace parábola para todos nosotros, sus padres, familia, comunidad. Recuerdo hace unos años que Pedro comenzó a frecuentar nuestra comunidad parroquial, había terminado medicina, estaba haciendo la especialidad de cardiología y tenía una fuerte inquietud espiritual en su interior que estaba cuidando con esmero. Su entorno no era especialmente religioso, pero él había iniciado un camino empujado por el espíritu y ahí estaba viviendo su relación con Dios. Después terminó su formación como residente y fue destinado a Don Benito. Se unió en matrimonio y fueron padres. De vez en cuando nos visita y comparte con nosotros oración y eucaristía y vamos sabiendo de su vida. Su matrimonio, y su familia, ya con dos niñas. Pero el nacimiento de Ana fue especial porque nació con problemas de salud muy fuertes, se temía por su vida, pero Pedro, que como especialista sabía del mal de su hija y de su pronóstico reservado, nos hizo llegar ese momento, desde su fe y su corazón paterno, a la comunidad y todos nos pusimos a orar intensamente, junto a él.  En Madrid realizaron una operación a vida o muerte. Recordábamos al Jefe de la sinagoga que le decía a Jesús “mi hijita está en las últimas, ven a sanarla”, y nos sumamos, no al coro de los que lloraban sin hacer nada, sino al de los que junto a Jairo caminaban con Jesús confiando en él y aguardando la buena nueva de la sanación.

Pedro y su oración
Pedro y su oración José Moreno Losada

Hoy, un año después, Ana está llena de vida y nosotros sentimos que sigue actuando el grito de Jesús: “talita cumi”, Ana, muchachita a ti te digo, levántate. Y hoy recibimos con gozo el mensaje de su padre: “Mañana es el cumpleaños de Ana. Queremos agradecer vuestras oraciones por ella y pedir bendiciones para todos vosotros. ¡Que Dios os bendiga eternamente con su Amor infinito!”

Ana fue bautizada de urgencias en el hospital, con el “agua de socorro”, dada su gravedad, hoy en una solemne eucaristía en nuestra parroquia, será reconocida en su bautismo y todos juntos daremos gracias a Dios y nunca olvidaremos, viéndola crecer entre nosotros, del grito de Jesús, ante el ruego de sus padres: “Talita, cumi”. Este Domingo, ella con su corazón curado, será nuestra homilía, nuestro evangelio vivo.

Traigo a colación la oración reflexión de Pedro -Jairo de hoy- ante la curación de su hija:

"Bienvenidos todos a esta eucaristía de acción de gracias donde celebramos el primer aniversario del nacimiento y bautizo de Ana. Damos gracias a Dios y a Nuestra Madre por regalarnos su vida y, días más tarde, por mantenerla con vida. Que nadie se entristezca rememorando aquellas amargas semanas, pues fueron muy duras, sí, pero también fueron días de gracia. Días de gracia si sirvieron para darnos cuenta de que nadie es dueño de su vida, de que ésta es un verdadero regalo (de Dios), un regalo para ser felices durante la misma y, sobre todo, después de ella, eternamente con Él y en Él. Fueron días de gracia si sirvieron para valorar las cosas que verdaderamente importan: la familia, los amigos, el ser feliz cada día, con las cosas cotidianas. Si sirvieron para dejar de lado el apego al dinero, al lujo, la soberbia, la envidia y todas las actitudes que nos destruyen en vez de construirnos. Pues, cuando uno está a punto de perder la vida o la de alguien al que ama tanto como a él mismo, se da cuenta de lo que verdaderamente importa: amar y ser amado (nada más basta, todo lo demás sobra). O, dicho de otra manera, con palabras de una Santa: “quien a Dios tiene nada le falta, solo Dios basta”.

Volver arriba