Tibieza y amor (Domingo de Ramos)

ANTE EL DOMINGO DE RAMOS:

“LA TIBIEZA ATA Y CRUCIFICA EL AMOR”

Se cuestiona la fuente de la esperanza que es el Amor: “como tú no mires por ti, no va a mirar nadie… La caridad comienza por uno mismo”. Se establece el miedo al amor y al compromiso, a morir por el otro. Entregarse es un lenguaje desconocido. Se hace el discurso de la solidaridad, pero da miedo: se ensalza este valor, y sus instituciones, pero son muy pocos los que dan la vida en ella. Se apodera del hombre ese elemento que es vomitante según la carta del ángel a las iglesias en el apocalipsis: TIBIEZA. Recordamos aquello de “porque no eres frío ni caliente, deseo vomitarte de mi boca…”

Aparece un hombre unidimensional que busca especializarse para ser valorado, y poder permitirse deseos y caprichos que se constituyen casi como espacio de necesidad y justificación de todo. Los objetivos son en este caso producir para obtener beneficios, de un modo u otro. El horizonte de todo parece ser el beneficio material, económico, todo lo que se refiere al “estar”, a lo externo. Las dinámicas generadas con este círculo han contribuido al momento de crisis en el que estamos según lo analizan los economistas con perfil humanizador y ético. La preocupación por el otro y lo comunitario es lejano y dificultoso, que exige profundidad y donación como esquema de vida; el hacer sustituye al ser, y la persona tiene entonces valor funcional, no se le reconoce valor en sí mismo. Y de resultas un hombre que no tiene horizontes propios más allá de lo contable, ni común más allá de los muy suyos. No hay deseo de lo público, ni valoración de lo que es de todos. La alegría de la comunidad se somete en el factor de la “buena vida” y el hombre se adentra en una tristeza de consumo no felicitante ni realizador.

Se entra en una cadena de insatisfacción que desespera, porque el tener más no sacia, la riqueza no tiene límites y el que es seducido por ella se esclaviza sin horizonte alguno de libertad. El rico, para serlo, ha de entregar su esperanza y la de la comunidad, porque siempre se siente insatisfecho y amenazado por el otro, aunque lo que le amenaza continuamente es lo que posee o desea poseer. El Domingo de Ramos nos abre desde Jesús entrando en Jerusalén a vivir con una disposición:

“Dispuestos al consuelo y a la libertad”

La mayor perfección de lo divino se ha manifestado en el ámbito de la misericordia que consuela, ahí es donde Dios se hace más puro y lo encuentran los limpios de corazón. Ahí está también la verdadera fuente de la libertad, la que salta hasta la vida eterna e inunda todos los corazones apagando la sed de la tristeza y de la soledad. Hoy el pueblo está en peregrinaje y necesita sentir el abrazo del consuelo y los gestos de liberación que trae el que nos salva, y que nos adentra en el paraíso de lo absoluto y lo definitivo. Hoy como nunca nos toca la labor de allanar los senderos para que todos puedan entrar en las sendas de la justicia verdadera, la que dota de sentido y justifica toda vida que ha sido creada desde y para el amor.

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