De Auschwitz a Czestochowa

AUSCHWITZ es un complejo formado por diversos campos de concentración, donde hombres, mujeres, ancianos, jóvenes y niños fueron privados de su dignidad humana, humillados, maltratados, torturados y, finalmente, asesinados por el régimen de la Alemania nazi, durante la Segunda Guerra Mundial.
El lugar es sobrecogedor. Al visitarlo mi primera reacción fue elevar una oración donde hubo tanto sufrimiento humano. Pero algo me decía que no era suficiente. Y surgió la eterna pregunta ¿cómo pudo suceder esto?
Intuí lo inexplicable: que para que tuviera lugar semejante exterminio, mucha gente debió mirar para otro lado.
De AUSCHWITZ fui al santuario de CZESTOCHOWA, donde una monja ursulina nos mostró catorce pinturas de gran escala realizadas por Jerzy Duda-Gracz.
Esas pinturas forman un vía crucis con las denominadas “estaciones de la cruz”. La novedad es que refleja la Pasión de Cristo con figuras y escenas contemporáneas.
No trata a la Pasión de Cristo como un acontecimiento histórico, ya pasado, cerrado, y que ha quedado obsoleto.
El pintor no quiere calmar al expectador, proporcionándole un placer estético sino que le provoca, fuerza el dramatismo y lo llena de tensión emocional y teológica.
Son escenas que están sucediendo aquí y ahora en cada uno de nosotros y que impresionan por su gran realismo.
La Pasión de Jesucristo allí pintada tiene lugar en la sociedad actual. Ahí estamos cada uno de nosotros, y no como meros testigos sino como cómplices.
Las pinturas me evocaron de nuevo AUSCHWITZ, y la idea allí suscitada de que en tales circunstancias mucha gente debió mirar para otro lado. Y recordé, entonces, a Gandhi: “Lo más atroz de las cosas malas de la gente mala es el silencio de la gente buena”.
¿Vamos a seguir en silencio y mirar para otro lado ante la injusticia, la insolidaridad, la irresponsabilidad de nuestro mundo de aquí y ahora?