Haciendo capping

¿Que qué es esta palabreja? Pues un anglicismo que me he inventado para designar chuscamente a lo que estuve haciendo ayer: capando guarros. Ni más ni menos; que de todo hay en el diario de un cura rural, aunque no sea el de Bernanos.



La jornada empezó con un desayuno en casa de mi estilista, que no sólo no me cobra por cortarme el pelo, sino que su madre me pone un viaje de tostadas. Lleno de pelos voy por la calle y unos personajes que van en todoterreno me saludan y al momento veo que dan la vuelta: "amos, sube, vente con nosotros que nos vas a echar un cable"- me dicen. "¿Pero adónde?"-les replico. "Ya te entererás (versión de andar por casa del evangélico ven y lo verás)"; y no hay más que hablar.

Llegando a lo de Piporra me explican que tienen que capar a unos cuanto guarros que tiene allí Antonio el negro. Yo sólo lo he hecho una vez, en Antequera, en el postnoviciado: era un bicho enorme que un grupo de salesianos jóvenes ayudamos a sujetar mientras el guardés lo operaba, vaya carnicería. Pero ayer eran unos quince animales pequeños, que aviaron en un rato entre los tres: se coje el guarrino por los futuros jamones, se le da la vuelta y se le atrapa entre las piernas; y, así quieto, Cefe, con gran habilidad, da sendos cortes y extrae las turmas. Yo al principio no miraba, pero luego, como vi que los bichos no chillaban demasiado, ya me quedé más tranquilo; cuando son pequeños sufren mucho menos y el asunto es más fácil y rápido, y casi nada sangriento.

Los productos obtenidos se lavan y se preparan para cocinarlos. Tamaña tarea se mereció unas rondas de cervezas en el bar, y ya de paso una ración de jamón mismo, jerezano por supuesto. En el bar se habla de fútbol, de las elecciones y de las cosas del pueblo; es un ambiente de hombres que yo frecuento poco y hago mal, porque ahí se hacen amistades y se convive con gente que en general sólo va a la iglesia para dar el pésame. Y la iglesia es un mundo mayoritariamente femenino.

Eso es todo; no es una experiencia tumbativa por solidaria o mística, ni tampoco provoca una gran reflexión. Por supuesto que a estos tres ni por un momento se les pasó por la cabeza que yo iba a tocar un guarro (¡si yo soy de ciudad y con manos finas de chico estudiao, y lo saben!), pero oye, les dio por invitarme a "lo suyo" y estaban contentos de que echara ese rato, simplemente. Y yo a gustísimo también; ni que decir tiene: que no me dejaron pagar (que para eso "les había ayudao"), ya se encargó José Antonio el cartuja de eso... y que he sido yo el que me he jincao hoy un plato de criadillas exquesitas. Jejejejeje....loquesecomesecría...jejejejejeje.

César L. Caro
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