Mujeres en el pueblo

Anoche, al terminar la misa en Atalaya, a la salida de la Iglesia se nos cayó Flora y nos vinimos para urgencias. Flora tiene 81 años, aunque no lo parezca. Es una mujer activa en el pueblo y en la parroquia. Es la primera en disfrazarse en carnavales.

Su nuera Carmen y su hija Pepa rápidamente acudieron para venirse al hospital de Zafra. Resulta que tenía el brazo partido y han de operarla. Estando en la sala de espera de urgencias del hospital, esperando que nos atendiesen y conversando, ya más tranquilos, decidí escribir este post sobre el papel de la mujer en nuestros pueblos.

Pepa cuida de su suegra Delfina que sufre Alzheimer. Ahora le toca cuidarla a ella sola mientras su cuñada Manoli está ingresada. Normalmente se turnan las dos. Anoche se la comían los nervios, lo cual es normal en ella, porque tenía que terminar de preparar la ropa de sus dos hijos que estudian en Badajoz. Esta mujer lleva su familia, los ancianos y trabaja fuera de casa. Flora, con su brazo partido y sus 81 años cumplidos, sólo le preocupaba quién ayudaría ahora a su hija, mientras ella estaba hospitalizada.

Esta es la situación de una familia cualquiera. Pero no es una situación aislada y única: recuerdo a Leandra, que mientras su hermano Antonio, que falleció el pasado viernes, ha estado enfermo e internado en una residencia de ancianos, ella, con 75 años, ha estado a su lado.

Toda la vida juntos, ¡no iba a dejarlo sólo ahora cuando estaba enfermo! era lo que nos decía cuando le proponíamos que se viniese al pueblo. Esa es una traducción a nuestros días de aquellas palabras de Rut a Noemí: No me ruegues que te deje y que me aparte de ti; porque a dondequiera que tú vayas, yo iré; y dondequiera que tú vivas, yo viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios será mi Dios. (Rut 1, 16)

¿Qué sería de nuestros pueblos sin esas mujeres fuertes que sostienen la vida cotidiana?, ¿qué sería de nuestros mayores, nuestros niños sin las mujeres que día a día van desgastándose y entregando la vida?

Esta mañana acudo al hospital a visitar a Flora, que la han dejado ingresada mientras esperan para intervenirla, y la contemplo acostada, acompañada por Carmen, su nuera, que está en el Consejo de Economía de la parroquia, y nos cuenta que ya no volverá a subirse al tejado de "uralita" a colocar el toldo para que no se hielen las macetas. Nos dice que gracias a Dios que le ha ocurrido a ella y no a su marido, que es mayor y está más torpe.

Esto en el pueblo es la vida cotidiana: cocinar, comprar, cuidar a los ancianos, acudir a las reuniones del colegio, de la catequesis, trabajar también fuera de casa... y, además, dar cariño, ternura, cuidados. Esas cosas que no se pueden exigir y que nos hablan de lo que significa la gratuidad.

Y dicen que de una costilla: pues ya dió de sí la costilla. Son compañeras, esposas, madres, hermanas... Trabajadoras, pacientes, tiernas, comprometidas.

Gracias, Padre Dios,
por esas compañeras de camino,
que con su presencia y su estilo de vida
derraman bendición en nuestros pueblos
y posibilitan la vida
y la cuidan con esmero.


J. Rubio
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