Mi alcaldesa y los porcentajes

La alcaldesa de mi pueblo es una mujer valiente, intensa, todoterreno y profesora de inglés. Es de esas personas que transmite autenticidad en el compromiso con su pueblo, que te reconcilia con la clase política: existen gestores públicos que buscan sinceramente el bien común y no salir en ninguna foto o meter la mano en ninguna saca.

Lleva ya tiempo metida en estas movidas que complican mucho la existencia a los que se atreven a significarse yendo en una lista y asumiendo responsabilidades públicas que, aunque sean locales (o quizá precisamente por eso), desgastan, agotan, acarrean quebraderos de cabeza y suponen no pocas veces pérdida de amigos y dificultad para dedicar más tiempo a la familia, la profesión o el ocio.

El caso es que, a pesar de no ser nueva, es alcaldesa de rebote por una circunstancia lamentable y poco habitual: la muerte del alcalde, además buen amigo suyo. Desaparece el primer edil mediada la legislatura y hay problemas para encontrar entre los concejales quien lo sustituya... lógico, habida cuenta la papeleta. Y ahí estuvo ella, que se echó palante; renunciando a su plaza, y por tanto a parte de su sueldo; reorganizando su vida de madre de ¡tres hijos! y metiéndose en un berenjenal bastante desconocido: obras, trabajadores, gestión... lo suyo siempre ha sido la cultura (la asociación de mujeres, la jota...).

¡Ole por mi alcaldesa! Por su desparpajo... y por su labor en estos dos años. Una persona que atiende a todos con delicadeza, que escucha a todos con atención (cuando se lo permite su movil, cansino) y que es modelo de pasión por su pueblo porque es la primera en pringarse cuando hay que arrimar el hombro y ponerse el mono de trabajo.

Pero... en el momento de confeccionar la lista para las elecciones locales, parece que el partido considera que es más conveniente otro candidato a la alcaldía para "asegurar la mayoría absoluta". Nuestra protagonista ha decidido no presentarse bajo la dictadura de los porcentajes, que actúa como un rodillo. El caso es que yo veo a la gente contenta con ella, y yo estoy contento; y puesto que sólo cuentan los resultados (que aún no existen), ¿no es esto un aval, una esperanza de éxito? Seguramente me equivoco por no conocer las tripas del asunto.

Ya lo decía Pilar Miguel: "qué mala es la política". ¿El fin justifica los medios? Muy discutible. Incontestable en cambio la calidad humana de esta persona y su entrega desinteresada: ¡gracias alcaldesa!

César L. Caro

PS: Pilar Miguel era mi abuela, y las abuelas siempre tienen razón.
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