La perra bendecía

Es una de esas historias que no me resisto a contar, sobre todo en un día maravilloso como éste: claro, con frío luminoso, los almendros creyendo que ya es primavera acariciados por el sol, y el pueblo pequeñito y desperezándose. No se trata de una perra-animal...
...sino de una moneda, una perra de 20 céntimos, negra, de ¡Alfonso XII! La tiene una señora que se llama Piedad y es del Valle de Matamoros. Es una persona bastante agradable de por sí, se lo pasa uno muy bien cuando va a verla, pero es que hoy ha sido ya desternillante.


Piedad "sabe mucho de huesos", en sus años mozos, cuando no había médico ni ná, ella cuenta que curó muchos males con ayuda de su perra. A más de uno se la ha colocado sobre un tobillo maltrecho, un hombro dislocado o un brazo roto, y con unas oraciones y ungüentos, la perra bendecía ha hecho su efecto y ha curado el mal en pocos días.

Piedad, que siempre habla, como dicen últimamente, "en Roman Paladino", me ha enseñado su perra: negra renegría, gastada, con más de 100 años posiblemente... Con o sin perra, ella sabe colocar huesos en su sitio (incluso se colocó un hombro a sí misma una vez con ayuda de una cuerda y un gancho de colgar lomos). Es una superviviente de la medicina popular, de la ayuda entre vecinos en tiempos de pobreza y de ignorancia; una mujer valiente, decidida y franca, que tiene fe en su perra y en su conocimiento.

Yo no se qué habrá de verdad en todo esto. Sé que estar un rato con Piedad, que te trata desde la rotundidad de sus 87 años, es algo que sana, anima, hace ver las cosas con otros ojos, pisar el camino de la vida con más cuidado y respeto. Me siento afortunado por ser quien quien soy, y por tener la suerte de conocer a Piedad y a su perra. ¡Vaya que sí!

César L. Caro
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