Abuelos

"Abuelo, cuéntame como era la semana santa cuando tu eras niño". Cuando les nace el primer hijo, algunos padres se arman de toda una biblioteca sobre cómo criar, cómo educar, cómo enseñar a andar y qué decir a sus hijos cuando les cae el primer diente. Nuestra sociedad se guía más por los valores que por las normas y entre sus valores no está... el aprecio ni el respeto a la sabiduría de los abuelos. "Abuelo, tu no sabes jugar con mis juegos y tus cuentos de miedo ya no me meten ningún miedo", dice el nieto. Y el abuelo se queja de no tener nada que enseñar al nieto porque no sabe poner el navegador de última generación del mercedes ni manejar el video ni conectar el aire acondicionado.
En nuestra cultura, existía, en otras muchas existe todavía, una cierta complicidad entre abuelos y nietos que dejaba de lado a los padres. Lo que solía ser causa de recelos entre padres e hijos. Un hombre de treinta y cinco años me cuenta que en su vida hay una laguna importante porque toda su niñez la ha pasado con sus padres en la ciudad, lejos de los abuelos que vivieron siempre en el pueblo. Ahora él, que sigue viviendo en la ciudad, envía a sus hijos, cuando éstos tienen dos o tres días de vacaciones, al pueblo a donde se trasladaron los abuelos para que los pasen con ellos.
Los primeros días del curso pasado, unos niños explicaban en el patio de la escuela lo que habían oído de boca del abuelo del pueblo. Otros decían, en cambio, que sus padres nunca les habían llevado a ver a los abuelos. Alguno ni siquiera sabía si aún vivían o si ya se habían muerto. "Vengo encantado; he llenado un vacío que tenía", me dijo un asistente a una de las semanas durante las cuales, hombres y mujeres que saben, cuentan cuentos, historias, leyendas, durante ocho horas al día, a quienes les pagan.
En las noches eternas del invierno al lado del fuego del hogar y en las tardes ardientes del verano a la sombra del árbol del patio de casa, los abuelos contaban historias interminables a los nietos. Los niños no están satisfechos con el papel de consumidores. porque el alma tiene repliegues y recovecos que sólo puede satisfacer "el mundo de los abuelos" que no es un cuento sino "el alma del mundo".
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