Corrientes profundas

Aún hoy, después de haber recorrido medio mundo, cuando por la noche llego a la habitación del hotel en una ciudad cualquiera lejos de casa, se apodera de mi alma una sensación de soledad que me produce una profunda inquietud y sensación de peligro, caigo en la cama y dejo vagar mi imaginación. Sin decir lo que se piensa, pero pensando lo que se dice, las tertulias largas, vagas, divertidas, sin objeto, enhebradas y desenhebradas, de las noches de verano en la terraza do Palleiro, emanan una armonía poderosa que llena el alma de paz y sosiego. Llega uno del pueblo y, casi sin oírnos hablar, exclama: ¡Qué barbaridad! Es fantástico. Poco después llega alguien de fuera y pregunta: ¿de qué hablan? Todos nos miramos con ojos de vacuno y un raro silencio, un silencio como de nudo corredizo, y una sonrisa de sorpresa, ¿qué pregunta éste?, se apoderan del grupo. Y los recuerdos a todos uno por uno y me pregunto: dónde estará, qué hará. Me lo contó apostados la barra de un bar. Ya cundo salíamos dijo casi susurrando: Las corrientes profundas y la intimidad solo se pueden dar a entender.

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