¿Discriminación, gamberrismo?

Esta tarde en el metro de Barcelona, una pareja de personas muy mayores, cogidos de la mano, se daban discretamente besos en la mejilla y se regalaban gestos cariñosos. Unos jóvenes en chancletas, con camisetas de asas que a ellos les permitían lucir sus músculos de gimnasio, y a ellas los tirantes del sujetador (y los pantalones cortísimos, sus glúteos), se reían y decían: “viejo verde, déjala en paz”. Más tarde lo comenté en el bar con un los amigos. Unos decían que era una prueba de cariño: "Son personas sin sentido del ridículo por eso son capaces de ponerse el mundo por montera. Ojala se diera entre todos los viejos". "Depende", dijo el último en hablar; "bien pudiera ser un acto de probación y un experimento para ver como reaccionaban aquellos jóvenes que, aparentemente, no tendrían escrúpulos en hacer lo que fuera ni hubieran permitido que nadie les abriera la boca"
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