Feliz olvido

Los pájaros, los erizos y hasta las cucarachas andan inquietos y a penas osan salir de sus escondrijos. Los gritos de los niños que corretean en bicicleta, a pie, por las eras, los barbechos, saltan los muros, entran en los patios, en las huertas, llenan hasta el más escondido recoveco, hasta hoy habitado por los ratones y las arañas, y suben por la falda del monte, como campanadas, hasta quedar colgados de la copa de los árboles. Cuando anochece, la luna escucha sus gritos como oraciones que brotan del valle, como tumultuosa suplica de inocencia fugitiva, como gotas que llueven hacia arriba. Loureses es un ardiente manantial profundo de sangre de esperanza. Loureses vive estos días un feliz olvido de sí mismo.
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