Cuanto menos religioso es el hombre, más necesita la filosofía y la ética. Una religión es un conjunto de respuestas a profundas aspiraciones y necesidades. Filosofar es buscar respuestas. Si no hay Dios al que obedecer, el hombre deberá gobernarse a sí mismo; por eso debe inetrrogarse por sus propios deberes.
La felicidad no es un estado definitivo sino provisional y frágil. Aconseja desear porque el deseo es la potencia de los actos humanos. Pero desear sólo aquello que depende de uno mismo. La verdadera felicidad es el amor a la vida, tal como venga. "No pidas nada a la vida; dale tu a la vida". Uno es feliz si abraza la vida, incluso los momentos de tristeza o angustia: prefiero estar vivo que muerto, luego soy feliz. Un personaje de García Márquez aconseja a otro: “Aprovecha la tristeza porque uno no puede estar triste siempre”.
La esperanza es al deseo como el hambre al apetito. Ser feliz a base de fantasías sólo puede conducir a la desilusión. El saber aumenta el sufrimiento; por eso es necesario filosofar. El abandono de las religiones demanda más respuestas filosóficas. Cuando más uno piensa mejor vive. La felicidad son momentos de amor a la vida, a la vida que conocemos. La filosofía no es una panacea sino que enseña a vivir la vida tal como es. La principal virtud filosófica es el amor a la verdad por la vida (Cfr. A. Coomte-Sponville)