El horno de Loureses cocía cada quince o veinte días. La primera y la segunda vez era obligatoria seguir el turno porque gastaba mucha más leña que las siguientes cuando ya guardaba el calor de una vez para otra. Desde que empezaba, el horno estaba cociendo sin parar ni una hora hasta que cocía la última casa que sería la primera la próxima vez. Había dos o tres casas que estaban dispensadas de encender el horno en primera instancia porque tenían poco grano y poca leña; estas casas solían cocer juntas o metían unos panes en la hornada de otra casa. Cuando cocía, el horno era un lugar de reunión de hombres, especialmente durante la noche. Se contaban historias de ladrones, de bandidos, de peleas entre unos pueblos y otros. Pero sobre todo, se contaban historias de hombres que eran de mujeres. Mujeres sólo estaban las de la casa cuya era la hornada. El horno de Loureses, durante mucho tiempo caído y ahora restaurado, está casi siempre cerrado.