El alma desnuda

Había gente que esperaba la salida del tren a gritos para no tener tiempo de decir lo que quería callarse para siempre. Vi la angustia insoportable en la cara del abuelo al despedir a la nieta; el desconcierto en los bolsillos, en la maleta, en las manos girando como aspas de molino de quien no encontraba el billete a la hora de pasar el control. En las caras de los que quedaban se veía la huella dolorosa, tal vez de liberación que dejaban los que se iban; la alegría de haber disfrutado de la compañía de los amigos y la incertidumbre de cuándo volveré a disfrutarla. Por momentos, la estación me pareció la liquidación total de la vida privada; un mundo en el que las personas viven tocándose los cuerpos y desnudándose el alma.
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