Como ave en su nido

Nos entretenemos lanzando lo esencial a la fría extrañeza de otro mundo, y lo posponemos como desconocido porque nos da miedo conocer el futuro sin orillas. Cada día respiramos al unísono, vida y muerte. Hoy, cada uno del pueblo está como ave en su nido. Llueve y sopla un viento profundo e íntimo que nos empapa del olor a quemado de la helada criminal del otro día, adobado con la memoria de otras heladas en otro tiempo que sembraron el hambre entre nuestros antepasados. Cada vez que visito un enfermo moribundo me doy cuenta hasta qué punto esta persona forma parte y es tejido de mi ser.
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