El espíritu del Señor

Las calles y los senderos están llenos de hojas amarillas, las laderas verdes están rojizas y ocres, y la crestas de los montes llenas de penachos de niebla agarrados a sus cimas. Torrenteras secas todo el tiempo, por ellas desciende ahora la sangre de las montañas hasta los barrancos. El aire esta lleno de todo lo que fue, como lleno de agujeros, vastos como bosques. Todo parece en ruinas. El canto de los pájaros sigue agarrado a las ramas, el recuerdo de la algarabía vinariega de los niños resuena contra los muros de las calles y llena la plaza. El son de las campanas que en otro tiempo señalaba las horas del día ya sólo llega a mi para anunciar la partida definitiva de alguno de los nuestros. Es como si todo se llenara de seres ya idos. La nimiedad de todas las cosas flota en el aire y nos consagra. Como en el Génesis, el espíritu del Señor flota sobre todaslas cosas
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