Como león rugiente

Después de meses, el sol nos ha sonreído unos instantes. Los senderos nos llevan a la espesura del bosque, fuente de mensajes sin destino, ventana hacia el misterio del más allá lleno de incertidumbres. Luego las nubes han vuelto a llorar hasta que brotó en carne viva la noche, mar sin fondo. Las ascuas del bosque son nuestro refugio durante las largas horas de la oscuridad que se acuesta a merced en las alas del viento, aullido estridente del tiempo, mientras nosotros nos arrullamos con ronquidos, grava de la respiración, escapando del insomnio que merodea siempre como león rugiente

Volver arriba