Como muela de molino

Muchos pueblos gallegos reciben constantemente dinero de los pinos cortados en sus montes comunales, de pedazos de este alquilados a granjas, de los molinos eólicos. “En qué gastan el dinero esos pueblos”, pregunté. “En bombas y en orquestas porque no pueden repartirlo”, me dijeron. Los que reciben el dinero no siempre dan cuentas al pueblo. En la mayoría de los casos nadie sabe, a no ser aquellos que lo reciben, cuanto se gasta ni cómo se gasta ni si hay fondos para hacer cosas necesarias”. Los retirados que viven fuera están llegando para pasar el verano en las magníficas casas, hechas con los ahorros de casi toda una vida para ser habitadas, en su mayoría y en el mejor de los casos, sólo los meses del verano; las otras tan sólo quince días en agosto y cerradas todo el resto del año. Ninguno tiene la garantía de que ni sus hijos y ni sus nietos vayan a seguir viniendo por aquí cuando ellos falten. A algunos no les preocupa esto pero para la mayoría este pensamiento es como un fardo pesado a la espalda o como una muela de molino atada al cuello. Los bancos mandaron recaudadores para recoger divisas, los partidos y los sindicatos enviaron delegados para hacer afiliados, pero nadie mandó a nadie para instrir a los emigrantes sobre ma manera de invertir el dinero en beneficio propio. Buena parte de esas divisas está pillada con engaño por las preferentes para pagar los desfalcos que hicieron los que recibieron nuestro dinero. Los únicos que han prestado toda clase ayuda desinteresadamente, además de los servicios religioso, han sido los caellanes que ha enviado la Iglesia
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