Hablando con aparente y rotunda franqueza, y excepción hecha de las personas de quienes pensaba podía esperar algo que salpicaba de babosos elogios, hacía hincapié en las situaciones desafortunadas y vertía tiestos de calumnias e injurias sobre las vidas de las personas a las que hacía referencia. Como los sapos cuando les meten un cigarrillo en la noca, se hinchaba de orgullo pordiosero cuando hablaba de sí mismo. “Con toda sinceridad y sin faltar al respeto te digo que nadie tiene motivo para odiarte sino solo para escapar de ti porque eres un híbrido de mierda y necesidad de compasión que hiede como un carro de excrementos”, le espetó el borracho a quien había ordenado callar y echado en cara su alcoholismo.