José Luis Sánchez-Girón, Vicedecano de Derecho Canónico de Comillas "El Derecho Canónico tiene una clara vocación de servicio a la Iglesia"
José Luis Sánchez-Girón, Vicedecano de la Facultad de Derecho Canónico de la Universidad Pontificia Comillas, se estrena en el cargo con la ilusión de contribuir a que su facultad siga siendo la referencia de estos estudios en España. No en vano fue una de las facultades con las que se fundó la universidad de la Compañía.
Sé que a Vd. le gusta comparar su Facultad con el pasaje del profeta Miqueas «Pero tú, Belén, aunque eres pequeña entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que ha de ser gobernante en Israel. Y sus orígenes son desde tiempos antiguos, desde los días de la eternidad».
Como Vd. comprenderá es más que nada una suerte de broma; y siempre habría que añadir aquello de "salvando las distancias, claro". Pero es verdad que me hace pensar en el valor de lo pequeño y humilde... aunque no se crea, que también me viene en mente la cantidad de Obispos que han estudiado en nuestra Facultad... Bueno: ya ve Vd. que es más que nada una broma.
Los estudios de Derecho Canónico fueron reformados hace pocos años. Pero, ¿han tenido alguna nueva modificación a raíz de la reforma universitaria que ha supuesto la implantación del Espacio Europeo de Educación Superior?
No. La reforma universitaria europea no ha afectado a los planes de estudios de Derecho Canónico, que fueron modificados hace 10 años. Estudiar los tres años de la Licenciatura en Derecho Canónico (cinco si no se tienen estudios previos de Filosofía y Teología) ha de ser una opción minoritaria. Así, una Facultad como la nuestra nunca va a tener tantos alumnos como otras. En comparación con las titulaciones que ofrece una Universidad Católica, como es Comillas, las diferencias no pueden ser menos que abrumadoras. Las razones son obvias y no vale la pena detenerse en ello.
Sin embargo fue, desde el principio, una de las señas de identidad de Comillas
En efecto, la Facultad de Derecho Canónico es una de las Facultades con las que se fundó nuestra Universidad hace un siglo largo. Por ahí me viene, con alguna adaptación, eso de los orígenes antiguos de Miqueas. Bromas aparte, creo que este dato siempre hace presente la voluntad originaria de Comillas de prestar un servicio a la Iglesia, pues, sin duda, esta disciplina eclesiástica tiene una clara vocación de servicio. Debidamente enfocada, mueve a un mayor amor a la Iglesia; a un mayor deseo de ayudar a su misión y de enriquecer la experiencia creyente de sus miembros. Nuestros alumnos siempre nos convencen de ello. Si no desde el principio en todos los casos, la experiencia nos dice que terminan siendo personas muy vocacionadas y que sienten cómo el aprendizaje recibido pone en sus manos un instrumento capaz de prestar una ayuda muy directa y concreta a las personas en multitud de situaciones que se presentan en la vida dentro de la Iglesia. Eso es muy gratificante y muy satisfactorio. En poco tiempo se aprecia que son personas muy motivadas hacia estos estudios y hacia las posibilidades que ofrecen.
Profesor, mucha gente cree que las nulidades matrimoniales se parecen cada vez más a un proceso de divorcio, y que su resolución depende del dinero que se ponga en el empeño. ¿Responde a la realidad esta percepción?
No es justo para con la Iglesia pensar así. El proceso para declarar la nulidad de un matrimonio está regulado en la Iglesia no por la ley del mercado... sino por el Derecho Canónico, y de una forma muy distinta a la regulación del divorcio en el Derecho del Estado. Lo mismo ocurre con otros asuntos como puede ser la relación entre el clero y sus superiores. Conocer mejor estas cuestiones evitaría muchos equívocos. En general, un mejor conocimiento y aplicación del Derecho Canónico ahorraría bastantes problemas y haría que algunos no se hubieran presentado con tanta virulencia, como el desgraciado asunto de los abusos de menores por miembros del clero.
¿Qué destacaría Vd. en el presente de su Facultad?
Que el profesorado tiene un nivel de preparación y de capacidad como pocas veces ha tenido, tanto por el número de doctores como por la cantidad y la variedad de asesoramientos que prestan (incluso a algunos dicasterios de la Curia Romana) y de otros trabajos y servicios no académicos que desarrollan: en los Tribunales (también en el de la Rota de Madrid), en la Confer, en la Conferencia Episcopal, etc. Además tenemos la suerte de seguir contando con el apoyo de ilustres canonistas ya retirados de la docencia por razón de la edad (otros nos dejaron antes de lo esperado o se encuentran incapacitados por cuestiones de salud). Y se puede añadir que goza de buenas relaciones con la actividad canonística que se desarrolla en España. En este punto señalaría, por ejemplo, la excelente integración en la Asociación Española de Canonistas, desde que ésta se fundó, que todos los años celebra sus Jornadas de Actualidad Canónica en nuestra Universidad.
¿Qué le aporta a la Facultad de Derecho Canónico formar parte de la Universidad Pontificia Comillas?
Comillas mantiene el afán de excelencia que siempre la ha caracterizado, y eso nos obliga a rendir a mayor nivel en la calidad de la docencia y en la investigación. En este sentido, creo que todas las Facultades de Derecho Canónico integradas en una Universidad católica experimentan esta mayor exigencia que, en último término, siempre es beneficiosa. Y para nuestros estudiantes es una gran riqueza formar parte de un cuerpo universitario en el que hay tanta variedad de titulaciones y de alumnado.
Todo esto nos mantiene en la voluntad de llegar a un mayor número de alumnos. Hay que tener en cuenta que España presenta un panorama muy peculiar al tener cinco Facultades de Derecho Canónico. Pensemos que, en toda América, incluyendo el norte, el centro y el sur, apenas hay alguna más. Nuestra Facultad es la más antigua de las cinco españolas (y es de fundación Pontificia: es decir, por expresa iniciativa de la Santa Sede) y con el paso del tiempo han ido surgiendo las demás, sin que el global de alumnos que demandan estos estudios haya crecido en la misma medida.
En todo caso, nos sentimos muy orgullosos - quizá mejor, agradecidos - por los estudiantes que confían en nosotros, y por los Obispos y Superiores y Superioras que deciden destinar a alumnos del clero diocesano o a religiosos y religiosas a nuestra Facultad.
¿Significa lo que nos acaba de decir que todo el alumnado de su facultad está formado por miembros del clero?
No. La mayoría de nuestros alumnos son de esa procedencia, pero también hay alumnos y alumnas seglares, sobre todo en nuestra titulación de "Especialista en causas matrimoniales" que da acceso, en dos años de estudio, a desempeñar diversas funciones en los tribunales eclesiásticos. Esto aparte, en nuestro alumnado hay estudiantes que reflejan, como pocos, la voluntad que quiere y debe tener una Universidad como la nuestra de llegar a quienes más necesidades tienen, pues no son pocos los que proceden de países menos desarrollados y de diócesis con menos recursos. Son bastantes las dificultades que se presentan para ayudarles a situarse en Madrid en las condiciones necesarias para seguir unos estudios de calidad, pero vale la pena esforzarse por superarlas.
En el fondo de sus palabras me parece que subyace la clásica cuestión de la calidad y la cantidad. ¿Hay algo de eso?
Un número reducido de alumnos tiene algunas ventajas. Podemos prestar una atención más personalizada y hacer un seguimiento muy cercano de cada estudiante. Y ellos no dejan de transmitirnos que lo aprecian y valoran. En general, el grado de satisfacción que tienen nuestros alumnos con la docencia y con la atención recibida es muy alto. Esto nos anima a mantener el nivel de calidad y a esforzarnos por mejorarlo. Pero también, vuelvo a reconocerlo, a seguir trabajando por llegar a un mayor número de alumnos.
Hace años hubo una especial necesidad de formar canonistas porque durante algún tiempo se descuidó este aspecto en medio de una coyuntura de poco aprecio por lo canónico. Esa mayor necesidad ha ido remitiendo, lo cual dificulta la cuestión del número de alumnos; pero, en cuanto al poco aprecio por nuestro campo de trabajo, hoy parece que esta actitud se va superando. Hay mayor conciencia de que el Derecho Canónico juega un papel muy importante en la vida de la Iglesia, lo mismo al interno de ella que en su relación con la sociedad y los estados.
¿Qué futuro le ve al Derecho Canónico?
Al menos diría que, en mi modesta opinión, si no hubiera Derecho Canónico la Iglesia experimentaría una desarticulación que no quieren ni los que son más críticos hacia él. Mi impresión es que no se paran a pensar en ello, y es mejor no tomar estas actitudes como una "negación de la mayor", sino intentar extraer de ellas ideas y sugerencias sobre posibles reformas y evoluciones del Derecho Canónico, que es algo tan propio de él como lo es de cualquier ordenamiento jurídico. Es verdad que el Derecho Canónico recoge elementos que, ya desde una elaboración teológica, se consideran esenciales y constitutivos de la propia Iglesia; pero, a partir de ahí, la inmensa mayoría de las normas están clara y abiertamente inmersas en el dinamismo de los posibles cambios. Sí... creo que participar en este dinamismo es una tarea muy interesante.
Interesante y necesaria ¿no?
En un punto y en el otro de los que he señalado, estoy seguro de que si se conociera y se aplicara mejor el Derecho Canónico nos ahorraríamos problemas. Un mejor conocimiento del Derecho Canónico vendría bien con carácter general. Evitaría "tenerle miedo" y permitiría verlo más como un instrumento pastoral y de ayuda. Esta es la visión que tratamos de inculcar a nuestros alumnos. Los elementos más dogmáticos que tiene el Derecho Canónico hay que presentarlos como una ocasión de ahondar más aún en nuestra fe y en el amor a la Iglesia y a sus peculiaridades. En lo demás, hay que transmitir entusiasmo por una aplicación práctica de nuestro Derecho que resuelva problemas y ofrezca cauces para nuevas iniciativas y proyectos que surjan en la Iglesia.
¿Y qué le parece más necesario o más importante para que el Derecho Canónico juegue este papel en la Iglesia?
R. Tantas cosas.... Pero hoy por hoy, yo destacaría una buena elaboración de las leyes. Una crítica frecuente - creo que no infundada - es que en la Iglesia la ley no se aplica con el rigor que se da en otros ordenamientos jurídicos. Es verdad que las peculiaridades del Derecho Canónico justifican que esto sea así en términos comparativos, y hasta me atrevo a decir que con ello se presenta un enfoque de la experiencia jurídica que puede ser enriquecedor para todos. Pero también es verdad que nos jugamos mucho en operar conforme a las leyes que nos damos, sin excederse injustificadamente en las excepciones que el propio Derecho Canónico permite mediante institutos ("mecanismos" podríamos decir, empleando un término más al uso) que tienen pleno sentido en la Iglesia. Esto pide una buena elaboración de las leyes y una especial atención a sus necesidades de evolución y reforma.
Esto, a su vez, pide conocer bien y amar el Derecho Canónico, con un interés y un afecto que han de serlo por los demás y por la Iglesia en su conjunto. En nuestra Facultad de la Universidad Pontificia Comillas, transmitir esto a los alumnos es lo que más nos mueve en nuestro trabajo.