La Iglesia y el fin de ETA

¿Debe participar la Iglesia en conferencias de paz, procesos de negociación, llamamientos al fin de ETA? ¿Es una traición a las víctimas o una obligación evangélica? ¿Estamos ante una cesión ante los terroristas o a la obligación de estar presente, con voz, voto y participación, en el proceso de paz? Difícil tesitura, más aún cuando venimos de un pasado en el que la ligazón entre destacados eclesiásticos, buena parte del clero y parte de la feligresía con ETA era más que evidente. Y la herida todavía suelta pus.

Resulta evidente que la Iglesia debe tener una participación en la construcción del futuro de un Euskadi sin ETA. También, que no siempre ha sabido estar en ese debate sin caer en falsas equidistancias, dolor a las víctimas y comprensión hacia el asesino que aprieta el gatillo. La conferencia de paz celebrada ayer en San Sebastián no deja de ser una pantomima, que quiere legitimar, de algún modo, a los que durante medio siglo se han dedicado a extorsionar, secuestrar y matar. Ahí, la Iglesia no debería estar nunca.

En un auténtico proceso de paz, una vez ETA deje las armas y se someta al ámbito exclusivamente democrático, la presencia del Evangelio y de sus representantes en la Tierra parece no sólo necesaria, sino imprescindible para trabajar por el perdón y la reconciliación, sin abandonar el trabajo de la justicia. En este tipo de "teatros" -el próximo paso lo dará hoy la izquierda abertzale, y pronto la propia ETA-, la Iglesia no pinta nada. Y si lo hace, debería ser para reconocer la dignidad de los ausentes: de las auténticas víctimas del terrorismo. Sin contar con ellas, no habrá fin de ETA ni futuro para Euskadi.

baronrampante@hotmail.es
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