Osoro, director espiritual de Camps

(Por Javier Morán, en Levante).- Desde que los jesuitas, entre otras órdenes, se consagraran a partir del siglo XVII a ser confesores de gobernantes, ha sido frecuente hallar un consejero espiritual a las espaldas de un mandatario católico. También detrás de los exgobernantes, como se verifica en el caso de Francisco Camps, que presentó su dimisión como presidente de la Generalitat Valenciana el 20 de julio, tras su imputación firme en la causa de los cuatro trajes, dentro del «caso Gürtel».

Quien fuera arzobispo de Oviedo entre 2002 y 2009, Carlos Osoro Sierra, acual titular de la sede levantina, dijo de Francisco Camps que «en su mirada está la de todos los valencianos». Lo hizo en su primera visita oficial al Palau de la Generalitat, en mayo de 2009, pocos días después de tomar posesión de la diócesis. Aquella expresión de sintonía con Camps, creyente y practicante, se ha repetido después en diversos encuentros entre la mitra valenciana y el jefe del Consell. Ahora, con un Francisco Camps retirado de la política, el soporte espiritual del obispo se sigue manteniendo, según personas que conocen el talante de Osoro.

Las relaciones entre el arzobispo y Camps no nacían de cero en 2009. El presidente había mantenido ya fluidos contactos con el anterior titular de Valencia, el cardenal Agustín García-Gasco. La visita del Papa Benedicto XVI a Valencia, en 2006, había sido piedra de toque en dicho flujo de intereses recíprocos. El apoyo económico de la Generalitat a dicha visita pontificia fue cuantioso, aunque con la sombra de que ciertos contratos fueron examinados más tarde dentro de la «trama Gürtel», tan nociva para Camps. No obstante, el palacio episcopal valenciano y la Generalitat mantuvieron firmes lazos, por ejemplo, en cuestiones concernientes a la familia o a la educación sexual de los adolescentes y jóvenes, materias en las que el Gobierno de Camps asumía los criterios doctrinales del Iglesia católica. No en vano, ya bajo la mitra de Osoro, el Arzobispado de Valencia encargó al Pontificio Instituto Juan Pablo II para la Familia un programa de educación sexual dirigido a los colegios, que fue bendecido por las autoridades educativas valencianas, aunque con fuerte rechazo por parte de fuerzas políticas y sociales de izquierda.

Dicha orientación provenía de la etapa de Gasco, y Osoro «heredaba» la proximidad de criterios y el buen trato con Francisco Camps. En su etapa asturiana, Carlos Osoro ya había mostrado que a la hora de relacionarse con los poderes públicos prefería aplicar una gota de miel que un barril de vinagre. De hecho, el arzobispo ovetense se citaba con la misma sonrisa ante el presidente del Principado, el socialista Vicente Álvarez Areces, que con el entonces ministro de Fomento Francisco Álvarez-Cascos, del PP, del que obtuvo la aplicación del uno por ciento cultural para algunas obras de la Iglesia. Al mismo tiempo, el propio Osoro narró en alguna ocasión que incluso desayunaba ocasionalmente con Areces.

Ya en Valencia, saltó la chispa de la simpatía con Camps y en octubre de 2010, durante la inauguración del campus Marqués de Campo, nueva sede de la Universidad Católica de Valencia (UCV), Osoro le agradecía públicamente su «manera de entender el gobierno», acorde con «entender la vida y hacerse presente entre los hombres» del modo que difundió Jesucristo. Camps respondió que Osoro «ha recogido con fuerza la ilusión de una Iglesia, la de Valencia».

Alejado del poder, Camps no ha perdido en el presente el apoyo espiritual de Osoro. Personas cercanas a su proceso de dimisión reconocen que encontró algo de sosiego a su tribulación en las consultas con el arzobispo, confesor de políticos, aunque sea en el trance de causas perdidas.
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