Los autobuses ateos y el derecho a no creer
Incluso, los que no entienden el papel de las religiones acusan a los que tenemos fe de precisamente lo contrario (nos inventamos a Dios por temor, así que la idea de un ser Todopoderoso nos aporta tranquilidad y sosiego en este mundo loco...). Pero, ojo: sí hay que reconocer a los ateos que tienen todo el derecho del mundo a plantear campañas de este tipo, que a nadie debieran ofender.
Esto me parece importante: si a nosotros, los creyentes, nos molesta que algunos, en la plaza pública, en una iniciativa absolutamente privada, sin subvenciones de ningún tipo, defiendan sus ideas, ¿no sería normal que a los no creyentes les molestara la presencia pública de toda ornamentación de una religión (la que sea, las que sean) que ellos consideran falsa y mentirosa? Imaginen si alguien denunciara a los autobuses que, en Madrid, anuncian todos los años la Vigilia de la Inmaculada con una imagen de María.
Curiosas las razones de los que se dicen ateos, ciertamente, pero la respuesta de los creyentes debiera ser mucho más meditada. O, incluso, no dar respuesta. No hay que tener respuesta para todo.
Afortunadamente, hoy nadie está obligado a creer, y el mismo sacrosanto derecho que tenemos, como ciudadanos creyentes, a profesar libremente nuestra religión, la tienen los ciudadanos no creyentes a no profesar ninguna. Y a poder decirlo públicamente.
Dicho esto, como decían en mi pueblo: "Dinero no habrá, pero para 'tontás'...". Pues eso
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