Nada se construye sin tí en esta aventura

Tú piensas que no sabes rezar. Sin embargo Cristo resucitado está ahí, amándote antes que tú lo ames. Por «su Espíritu que habita en nuestros corazones», Él intercede en ti más de lo que tú te imaginas. Aun sin reconocerlo, sé capaz de esperarlo, con o sin palabras, en largos silencios donde parecería que nada sucede. Allí se disuelven los obsesivos desalientos y brotan impulsos creadores. Nada se construye en ti sin esta aventura: hallarlo a solas, algo que nadie puede vivir en lugar tuyo.

Cuando comprendes poco lo que Él quiere de ti, díselo. En pleno centro de las actividades cotidianas, al instante, díselo todo, aún lo que resulta insoportable. No te compares con los demás, ni con su capacidad. ¿Por qué agotarte lamentando tus imposibilidades? ¿Habrías olvidado a Dios? Vuélvete a Él. Pase lo que pase, atrévete a comenzar una y otra vez.

Si te pusieras a acusarte de todo lo que te habita, no te bastarían ni tus días ni tus noches. Hay algo mucho mejor que hacer: al instante celebra con Dios el perdón, a pesar de las resistencias a creerse perdonado Dios y por los demás. Cuando surgen la prueba interior o las incomprensiones de afuera, recuerda que en la misma herida en que se hunden las angustiosas inquietudes se elaboran también las energías para amar.

Hermano Roger de Taizé

baronrampante@hotmail.es
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