¿Enigmas de Navidad o falta casi absoluta de información? La vida oculta de Jesús (y II)





Escribe Antonio Piñero

Diversas circunstancias me han impedido continuar con lo prometido en la postal del viernes pasado.

Concluíamos, pues, hace un par de días que la primera teología cristiana indicaba que la vida real de Jesús como mesías comenzaba inmediatamente después de la recepción del bautismo de Juan Bautista, no antes, ya que el bautismo era el acto por el cual Dios lo consagraba visiblemente como su agente mesiánico. Por ello, pasado un cierto tiempo tras la muerte de Jesús, es más que probable que no hubiera ya gentes a quienes preguntar datos fiables sobre la vida oculta del personaje, aunque comenzara a sentirse que podía ser interesante para los cristianos saber algo de ella. Los posibles informantes habrían muerto prácticamente todos.

El segundo factor que contribuyó a no buscar, inmediatamente tras la muerte de Jesús, datos sobre su infancia y juventud fue la firme creencia en la instauración fulgurante del reino de Dios. ¿Qué interés podrían tener los primeros cristianos en atesorar datos sobre esos años en los que Jesús no era aún señor y mesías? Es evidente que si el fin del mundo estaba a la vuelta de la esquina, tenía poco sentido ponerse a indagar noticias sobre la infancia y niñez –en un oscurísimo pueblecito de Galilea– de un niño que era hijo de un simple carpintero, y del que en aquellos momentos no se tendría la menor idea que iba a ser tan importante. El fin del mundo vendría enseguida; lo demás importaba poco.

Ahora bien, cuando la gente comenzó a sentir el retraso de esa venida de Jesús, o simplemente cuando se pensó que la parusía vendría mucho más tarde, y cuando al mismo tiempo iba quedando claro en los creyentes que Jesús era un mesías de tal clase que su naturaleza tenía una gran parte de celestial…, fue cuando se empezaron a componer las primeras «biografías» de Jesús, los evangelios. Marcos fue el primero en escribir una «biografía» de esa clase, pero de esos años oscuros no informaba nada…, probablemente porque no sabía o no le interesaba. Y eso que solo habían pasado unos cuarenta años después de la muerte de Jesús.

El Evangelio de Marcos debió de conocerse pronto entre las comunidades más importantes de seguidores de Jesús en las ciudades prominentes del Imperio Romano. Es de suponer que a muchos de sus lectores debió de parecerles que a esa «biografía» le faltaba un elemento esencial que sí tenían otras «vidas» de hombres ilustres que circulaban por la época, a saber el relato de la infancia del héroe. Y esa infancia tenía que ser maravillosa, puesto que su vida de adulto lo había sido.

Es lógico que entonces empezaran los creyentes a preocuparse por cómo habría sido la vida del verdadero héroe, el mesías, Jesús. Pero, como hemos dicho, era demasiado tarde. Si en tiempos de Marcos sería ya difícil encontrar informantes sobre la vida oculta de Jesús, mucho más hacia los años 80-90, o más, cuando se compusieron los evangelios de Mateo y de Lucas. En esos años es ya seguro que no quedaría ningún anciano en Nazaret o alrededores, o algún pariente

Este panorama reconstruido nos lleva a concluir que las circunstancias físicas y teológicas impidieron la recopilación de datos sobre los años de la vida oculta de Jesús…, puesto que en el fondo no había habido interés alguno. Finalmente, y ante esa carencia de datos, hubo de intervenir la función mitopoética del ser humano, la fértil imaginación popular que deseaba rellenar con datos, aunque fueran ficticios, los «huecos» en blanco de la vida de Jesús. Ante ese vacío, los más imaginativos –y partiendo de lo que creían en aquello época como verosímil– inventaron multitud de leyendas en torno a esos a los años ocultos de la vida del «héroe». Y en cada grupo de cristianos se crearon leyendas diferentes. Comienza así a actuar el impulso que llevará a la composición de evangelios apócrifos: rellenar con meras leyendas fantasiosas los huecos que dejaban las primeras biografías de Jesús aceptadas por las comunidades más importantes.

Y una última consideración: ese impulso mitopoético, generador de tales leyendas que procuraban rellenar huecos de la historia, se observa ya como existente y actuante en los capítulos iniciales de los dos evangelios canónicos que tratan algo de la vida oculta de Jesús, los de Mateo y Lucas. Pero es muy plausible además que los autores de esos evangelios, es decir, quienes escribieron Mt 3-28 y Lc 3-24, no hubieran escrito nada sobre la vida oculta de Jesús (los personajes que actúan esos capítulos de sus obras no saben absolutamente nada de lo que se cuenta antes, por muy maravilloso e interesante que hubiese sido), y que fueran manos posteriores las que añadieron, con más o menos habilidad e imitando el estilo, esos dos primeros capítulos a las obras ya completas de Mateo y de Lucas.

Y si esto es así, no queda más remedio que admitir que quienes añadieron esos capítulos 1-2 tanto al Evangelio de Mateo como al de Lucas sucumbieron ya al impulso de rellenar con leyendas los huecos de la infancia de Jesús de los que no se sabía prácticamente nada en realidad. El tono legendario (y contradictorio entre ellos) nos apunta a que está actuando ya en las manos complementarias de los evangelios canónicos el mismo deseo, o el mismo impulso, que llevará a la creación de los evangelios apócrifos. En mi opinión, y en la de otros muchos, los primeros «evangelios apócrifos» están ya dentro de los evangelios canónicos de Mateo y de Lucas.

En síntesis: si no había datos sobre algo que interesaba en la vida de Jesús, la imaginación popular los inventó. Y esto fue lo que ocurrió con el «héroe» Jesús, ya que no fue héroe hasta que murió y fue resucitado por Dios (Hch 2,22-24). Su vida «oculta», fue tal por las circunstancias de unos momentos que tenían ocupadas las mentes solo en su pronta y segunda llegada. Para ellos esa «vida oculta» no tuvo importancia alguna. Y cuando la tuvo, las fuentes de información fidedigna no existían. No hubo más remedio que inventarlas.
Y una conclusión más general: no hay de verdad «enigmas» en torno a la vida oculta de Jesús, sino solo absoluta falta de información fiable. En realidad, la vida de Jesús es perfectamente encasillable dentro de los paradigmas de que conforman las actuaciones de otros personajes de la época.

Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
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