Revisión crítica del nacimiento, infancia y educación de Jesús (7.11.2016) (XIX)





Escribe Antonio Piñero

Retomamos el tema del “nacimiento infancia de Jesús” que hemos interrumpido durante unos dos meses con otros asuntos, en concreto con la exposición del tema “Reencarnación y cristianismo primitivo” y con un largo comentario a un libro importante de M. Jesús Saban sobre la ruptura del judaísmo y el cristianismo en el siglo II.

Tengo que hacer una síntesis de lo que traté en mis últimas postales –sobre todo en la última del 9 de septiembre de 2016 (si no me equivoco)– que voy a resumir para retomar el hilo:

He mantenido en síntesis lo siguiente:

• La concepción virginal de Jesús es un acto muy temprano de mejoramiento, engrandecimiento, divinización de la imagen de Jesús: hacia los años 80-90, aunque incluso dudar de estas fechas y quizás haya que pensar en los inicios del siglo I, que es cuando se componen los capítulos 1 y 2 de los Evangelios de Mateo y Lucas respectivamente. En estas secciones no se defiende la virginidad perpetua de María, sino solo lo que respecta a su concepción prodigiosa de Jesús

• En el resto del Nuevo Testamento (cuya obra más tardía 2 Pedro se compone hacia 135) no hay aún una referencia clara a este prodigio. Y en casos parec ignorarse incluso el nacimiento virginal de Jesús Así:

- En Marcos 6,3 se habla con absoluta normalidad de los hermanos de Jesús y no presenta salvedad alguna respecto al primogénito, Jesús.

- En Jn no interesa la concepción virginal porque hace del Verbo algo demasiado humano a pesar de todo. Ha prevalecido el punto de vista primario del Evangelio de Juan: Jesús no es más que una suerte de cápsula (“encarnación”, que no se explica nunca cómo) del Logos, que es eterno desde siempre, junto a Dios.

PERO antes, cronológicamente, de los Evangelio hay que considerar el pensamiento paulino que se interpone entre Jesús de Nazaret y los Evangelios

• Pablo sostiene que Jesús era un hombre (Gal 4,4 y Rom 1,4:, nacido de mujer; de la estirpe de David según la carne). Pero a la vez considera a Jesús –aunque solo al final de su proceso vital, tras su resurrección, como el Resucitado, el Exaltado– un ser divino, cuya naturaleza exacta nunca explica, pro divino al fin y al cabo. Por tanto, para Pablo hubo una suerte de apoteosis con Jesús quien nacido hombre, tras su muerte y resurrección, es divino. De su infancia solo dice que procede una familia de ascendencia davídica sin dar dato alguno.

Pablo no creía en la concepción virginal y sospechamos que ni se le pasó por la cabeza. Cuando Pablo siente su “llamada” a predicar el “evangelio” o buena noticia sobre Jesús era judío y le catequizaban en la fe en la mesianidad de Jesús judíos creyentes, ha de suponerse que su idea del mesianismo de Jesús hacia los años 35 o 36 habría de ser aún muy judía y de acuerdo con los que seguían viviendo después de la muerte de Jesús y lo habían conocido personalmente. Y esto es lo que parece expresar Pablo en Gálatas 4,4:

“Al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, 5 para rescatar a los que se hallaban bajo la ley”

Y en otro lugar, en Romanos 1,3-4 cree que Jesús es descendiente carnal de David y por tanto, no puede creer en el nacimiento virginal:

“Acerca de su Hijo, nacido del linaje de David según la carne, 4 constituido Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por su resurrección de entre los muertos, Jesucristo Señor nuestro”

En el resto del Nuevo Testamento no hay idea ninguna de la concepción virginal, y prácticamente nada del Jesús terreno

En conjunto, sí encontramos, por el contrario, abundantes textos que hablan de los hermanos de Jesús con toda tranquilidad y no menciona expresamente ninguna excepción respecto a Jesús: Mc 3,31-35; 6,3; Mt 12,46.47; 13,55; Lc 8,19.20.21; Jn 2,12; 7,3.5.10; Hch 1,14; Gal 1,19; 1 Cor 9,5 + Flavio Josefo Antigüedades XX 200; Evangelio de los hebreos (san Jerónimo, Contra Pelagio III 2, PL 23 597B-598A).

Y finalizábamos argumentando que tenemos otros textos de la historia antigua del cristianismo de Hegesipo (último tercio del siglo II); Tertuliano (final del siglo II e inicios del III), y de Helvidio, del siglo IV que nos dicen claramente que no era un pensamiento común en la iglesia cristiana la creencia en la virginidad absoluta de María. Sólo interesaba en verdad a los cristianos desde finales del siglo I defender a ultranza que el nacimiento de Jesús había sido prodigioso, virginal, como el de otros grandes héroes o personajes del pasado. Pero nunca, hasta mediados del siglo II se defendió, y muy poco, la virginidad absoluta de su madre, María, es decir, antes del parto, en el parto y después del parto.

Por tanto, la tendencia teológica moderna, incluso entre teólogos católicos denominados progresistas, a ver con cierta naturalidad la cuestión de los hermanos naturales de Jesús e incluso a interpretar simbólicamente lo de la concepción virginal de este, responde hasta cierto punto a un desinterés de la Iglesia primitiva sobre lo que hicieron María y José con su matrimonio después del nacimiento prodigioso de Jesús. Esto último sí era prioritario y se entendía al pie de la letra en el cristianismo primitivo. Por lo que la interpretación puramente simbólica moderna no encaja con el pensamiento primitivo. Representa un salto cualitativo en la teología.

Igualmente es un salto cualitativo interpretar (M. Brog y J. D. Crossan) que todas las historias del nacimiento y de la infancia de Jesús son meramente “parábolas” y que nadie le pregunta a las parábolas si son verdaderas históricamente o no. Esto es pensamiento teológico moderno y sí rompe la creencia de los cristianos primitivos en cuanto al nacimiento maravilloso y prodigioso de Jesús que era entendido y creído al pie de la letra.


Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
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