“La discutida primacía de Pedro”. Los discípulos de Jesús (II) (888)




Escribe Antonio Piñero


Seguimos comentando el texto del Evangelio de Juan 1,35-58 que iniciamos el día anterior

V. 35:

· “se encontraba de nuevo allí”: se refiere naturalmente a Juan Bautista y la localización geográfica es el norte de Judea de Juan predicaba y bautizaba

· “al ver que Jesús pasaba”: indica que Jesús estaba en Judea. Pero esto contradice lo que el lector obtiene del Evangelio de Marcos, a saber que Jesús no estuvo en Judea durante su vida pública (que probablemente duró menos de un año, el tiempo de una Pascua /Ácimos) nada más que para celebrar esa festividad. Pero el Evangelio de Juan supone que Jesús –ya independiente de Juan Bautista predicaba y bautizaba en competencia con él en Judea: “Fueron, pues, sus discípulos donde Juan Bautista y le dijeron: «Rabbí, el que estaba contigo al otro lado del Jordán, aquel de quien diste testimonio, mira, está bautizando y todos se van a él» (aunque más tarde el autor rectifica y afirma: “Cuando Jesús se enteró de que había llegado a oídos de los fariseos que él hacía más discípulos y bautizaba más que Juan –aunque no era Jesús mismo el que bautizaba, sino sus discípulos–, abandonó Judea y volvió a Galilea”. Me parece, pues, evidente que el marco geográfico (al menos de los inicios) de la predicación de Jesús y el del Evangelio de Marcos no cuadran entre sí.

· “Juan Bautista dijo: «He ahí el Cordero de Dios»”. Parece evidente que esas palabras del Bautista no son históricas, sino pura teología del Evangelista (o evangelistas: los autores del Cuarto Evangelio son vario) puesta en boca de Juan Bautista en esos instantes iniciales de la peripecia entre Juan Bautista y Jesús. Esa teología presupone ya la muerte de Jesús, su sentido sacrificial, vicaio por toda la humanidad, una muerte ocurrida cerca de la Pascua, en la que Jesús es inmolado por la voluntad del Padre. Que Jesús sea el cordero depende de la teología de Pablo, el cual afirma en 1 Corintios 5,7: “Pues Cristo, nuestro cordero pascual, ha sido inmolado”.

Además, según Mt 11,2-3, Juan Bautista estando ya en la cárcel “había oído hablar de las obras de Cristo, envió a sus discípulos a decirle: «¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro?», el Bautista dudaba de si Jesús era el Mesías o no lo era. Es claro que no pudo decir, nada más empezar la vida pública de Jesús que él era el Cordero de Dios (que quita los pecados del mundo). Esta afirmación parece más apropiada del Apocalipsis donde a partir de 5,6 y hasta 22,3 se habla de Jesús como el Cordero sacrificado, pero triunfante, exaltado junto a Dios con las mismas (casi) características divinas que Dios Padre.


V. 36: “Al ver a Jesús que pasaba”: sin más.. Jesús andaba por allí entre los discípulos del Bautista… Es un tanto inverosímil la escena.


V. 37: “siguieron a Jesús”: el verbo “seguir” tiene ciertas connotaciones técnicas y significa en el contexto de maestro/discípulo que alguien se hace efectivamente discípulo.


V. 38: “Rabí” (que significa maestro): es en extremo curioso que Jesús, antes de escoger discípulo alguno y de iniciar su vida pública ya es considerado “maestro” por los discípulos del Bautista. De ahí se ha deducido que Juan Bautista guarda el recuerdo de Jesús hubo de estar durante cierto tiempo (no sabemos cuánto) con él, tras ser bautizado, y que los discípulos ya sabían que sus conocimientos de la Escritura eran sobresalientes, tanto como denominarlo “maestro”

· “¿Dónde te alojas?”: como en el Evangelio de Juan nada es superfluo y mucho, casi todo, tiene un significado profundo y simbólico además de lo que aparece en la superficie del relato, es posible que la morada de Jesús –en donde esos dos personajes van a pasar una buena parte de un día (“hasta la hora décima”: v. 39; las cuatro de la tarde, contando desde las seis de la mañana como hora primera)– tenga un cierto simbolismo. Propongo lo siguiente: según Jn 2,21 (“Pero él hablaba del santuario de su cuerpo”), parece que claro que el cuerpo de Jesús, su persona, era como el templo de Jerusalén, es decir, la sede de la morada divina, conforme a Jn 1,1 (El –Verbo = que se encarna en Jesús, es Dios). Por tanto, ir a la morada (el Templo era la morada de Yahvé donde residía su Presencia; hebreo shekhiná) era tanto como decir era a ir/entrar en donde está la presencia divina.

Efectivamente van con Jesús, están con él y salen convencidos de que Jesús es el Mesías (v. 41). El estar con Jesús es un acto de revelación. Esos dos discípulos, al principio innominados pero luego sabemos que uno de ellos era André, hermano de Simón Pedro, reciben una iluminación y caen en la cuenta de la verdadera personalidad de Jesús.

VV. 40-42: “Andrés, el hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan y lo habían seguido. 41 Este encontró en primer lugar a su propio hermano Simón y le dijo: –Hemos encontrado al Mesías (que significa «ungido»). 42 Lo condujo ante Jesús”.

Obsérvese que no es Pedro el que ha tenido la suerte de obtener algo así como la primacía de conseguir saber la verdadera naturaleza de Jesús, sino Andrés. Es cierto que la primacía de Pedro aparece claramente en los Evangelios Sinópticos (Mt, Mc y Lc), pero la tradición sobre Pedro no era firme del todo. Hacia el año 100, cuando se compone el Evangelio de Juan, es preciso que el último redactor de ese evangelio añada el capítulo 21, donde se refuerza (¡dentro del grupo johánico!) que la primacía entre los discípulos de Jesús en vida, y después, no corresponde al Discípulo amado, o a Juan, hijo de Zebedeo, sino a Pedro.

El autor de Hechos de los apóstoles (de fecha de composición indeterminada y autor no seguro del todo que sea Lucas: entre el 110-130 ¿?) confirma en los primeros capítulos de su obra que la primacía entre los discípulos es de Pedro (es el que lleva la voz cantante). Es, por consiguiente, muy claro que muchos años después de la muerte de Pedro (hacia el 64 en Roma, en la persecución de Nerón, según la tradición de los Hechos apócrifos de Pedro compuestos hacia el año 180 d. C. ¡¡!!) todavía es preciso reforzar que la autoridad entre los seguidores inmediatos de Jesús es la de Pedro.

Y esto era así porque en otros grupos potentes de cristianos de la época consideraban que el maestro supremo no era Pedro, sino Santiago, el hermano del Señor (judeocristianos) o Pablo de Tarso (paulinos). Hasta bien entrado el siglo III se componen obras para defender la primacía de Pedro (Literatura Pseudo Clementina o los dos “Apocalipsis de Santiago” de la Biblioteca copto-gnóstica de Nag Hammadi). Los paulinos –desde la vida misma de Pablo– necesitaban potenciar el papel de Pedro, como discípulo de Jesús que había sido expulsado del poder por Santiago en la comunidad de Jerusalén, y a pesar de las dificultades ideológicas (Gal 2,11-14), para unir el movimiento paulino (de casi pura reinterpretación teológica de Jesús) con los sucesores de Jesús más poderosos que se encontraban en la comunidad judeocristiana de Jerusalén. Era para ellos vital unir las especulaciones teológicas del maestro Pablo con la tradición sobre Jesús. Ya los evangelistas cumplieron ampliamente esta tarea… ¡y lo hicieron eficazmente!

El tema de los discípulos de Jesús (forma parte del tema “Éxito y fracaso” de este) es realmente importante. Puede verse con este ejemplo de breve análisis del cap. 1 del Evangelio de Juan, cuántas cosas, informaciones interesantes, pueden obtenerse de la lectura pausada con calma, de un texto de los Evangelios.

Seguiremos comentándolo el próximo día

Saludos cordiales de Antonio Piñero
www.ciudadanojesus.com

NOTA

Mi amigo el catedrático de neurología, Francisco Rubio, muy laureado por sus trabajos y a quien estimo mucho ha publicado el texto de una conferencia suya, del 19 julio de este año, 2017, en la Universidad de Verano “Menéndez Pelayo” (Palacio de la Magdalena, Santander). El título era “El surgimiento de la espiritualidad en el ser humano” que luego se ha publicado en su Blog como “La espiritualidad humana se habría iniciado con el chamanismo”

La considero muy interesante: he aquí el vínculo:
http://www.tendencias21.net/La-espiritualidad-humana-se-habria-iniciado-con-el-chamanismo_a44088.html

Francisco J. Rubia es Catedrático emérito de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid, y también lo fue de la Universidad Ludwig Maximillian de Munich, así como Consejero Científico de dicha Universidad. Miembro numerario de la Real Academia Nacional de Medicina y Vicepresidente de la Academia Europea de Ciencias.
Volver arriba