Los manuscritos del Mar Muerto. Algunas preguntas y respuestas (I)





Escribe Antonio Piñero

En el pasado agosto, en el “Ciclo de Conferencias” (todos los jueves en julio y agosto) que organizo en Baiona (Pontevedra) a base de colaboraciones generosas de amigos y conocidos, y que puede considerarse como una suerte de “Curso de Verano” popular, pronuncié una conferencia en la que intenté hacer un brevísimo resumen sobre qué son los Manuscritos del mar Muerto, cuáles son las preguntas usuales que se les ocurren a la gente al respecto y qué respuestas pueden darse. La conferencia está basada en mi libro Gnosis, Cristianismo primitivo y Manuscritos del Mar Muerto, Tritemio, Madrid 2016. Introducción de Dr. Juan Carlos Avilés. 552 pp. ISBN: 978-84-92822-99-7. Creo que interesó al público por lo que he pensado reproducirla en este medio. Fue así:

Esta conferencia intenta poner un cierto orden en el caos, como he dicho en alguna entrevista y he repetido entre amigos es poner orden en el caos. Fue tanto el interés… hacia 1994 cuando vio la luz la primera edición completa en castellano de los Manuscritos, obra de Florentino García Martínez (Trotta, Madrid, con múltiples reediciones), que cuando se agotó la primera edición alguien llamó a la Editorial y preguntó por el Director, Alejandro Sierra; le pasaron la llamada y el interlocutor anónimo le pregunto: “Por favor, puede decirme cuándo va a salir de nuevo otra edición de “Los manuscritos de King Kong?”. La anécdota es totalmente verídica: tanto interés y tanta desinformación. La traducción de Florentino García Martínez es literal en lo posible, pero a la vez interpretación de textos a veces casi ilegibles. Luego ha sido editada en inglés y finalmente se ha hecho de ella una “Study Edition”, casi oficial, en el mundo entero. Y voy ya directamente a nuestro tema.

Qué son los manuscritos del Mar Muerto

Son textos judíos antiguos, en pergamino (piel de animales, sobretodo de cabras) y en papiro, redactados o copiados por judíos antiguos, de una ideología bastante determinada dentro del judaísmo, que explicaremos, textos escritos en hebreo y arameo, en formato de rollos. Son textos copiados (¡no compuestos; pudieron haberlo sido antes!) en una fecha que oscila entre mediados del siglo II y el año 68 d. C. (fecha en la que el asentamiento de Qumrán fue destruido por las tropas romanas que avanzaban contra Jerusalén durante la Primer Guerra Judía (66-70 d. C.) que acabó con la destrucción de Jerusalén y el Templo), aunque algunos de los textos copiados son mucho más antiguos, por ejemplo, los manuscritos que reproducen el texto del profeta Isaías. Han llegado hasta nosotros encerrados en tinajas grandes de barro, selladas con pez y pieles.

Un hallazgo casual

El descubrimiento de los manuscritos fue totalmente casual. La historia semioficial (la verdad no se sabrá nunca) es que tres pastores beduinos fijaron su atención cierto día de 1947 en dos pequeñas aberturas de un acantilado cerca de donde pastaban sus rebaños. Uno de ellos lanzó una piedra, que al introducirse por el agujero, produjo un extraño ruido, como de tiestos rotos. La curiosidad les impulsó a investigar el porqué. Uno de ellos logró deslizarse por la estrecha hendidura, pensando que quizás habría detrás algo interesante…, un tesoro tal vez. Pero lo que el pastor encontró fue una cueva semi oculta por piedras que habían caído desde el techo (es decir, la cueva se había derrumbado en parte por la erosión de lluvias) y que albergaba diez polvorientas tinajas. Todas ellas estaban vacías --alguien se había adelantado y había robado su contenido--, menos una que contenía unos rollos viejos de pergamino escritos en un extraño alfabeto. Igno-rantes por completo de su valor, los beduinos entregaron los rollos a un tal Kando --un mer¬ca¬der sirio, cristiano, amigo de las antigüedades, en cuya tienda de Belén se aprovisionaban los beduinos-- para ver si podían obtener algún dinero... Se trataba de una antigüedad y era sabido que los extranjeros eran muy aficionados a ellas.

El primer tratante recibió una segunda visita de los beduinos con más manuscritos, aunque otros fueron confiados a un anticuario profesional de la misma ciudad, un tal Salahi. Los pergaminos del mercader sirio, Kando, cayeron en las manos, por una primera venta apresurada, del obispo de la comunidad siria cristiana de Jerusalén Mar Atanasio. Ésta, necesitada de dinero a causa de los destrozos en su monasterio provocados por la guerra judeo-árabe del 1948 --la que condujo a la fundación del Estado de Israel--, e intuyendo que podrían tener bastante valor por su antigüedad, puso por fin en venta, en 1954, los manuscritos en Estados Unidos.

La historia que sigue es rocambolesca: tras diversos avatares, dos profesores judíos, E. Sukenik y su hijo, alertados ya de la posible importancia de los manuscritos para la historia del judaísmo antiguo, lograron comprarlos en mayo de 1954 para el Estado hebreo. En total siete manuscritos fueron a parar a los sótanos de la Universidad Hebrea de Jerusalén. Poco a poco los judíos adquirieron otros textos que fueron apareciendo. Hoy se conservan con grandes medidas de seguridad en el Santuario del Libro de la capital, un museo construido ex profeso para albergar éstos y otros manuscritos encontrados.

Podemos ya preguntarnos, tal como me han hecho a mí muchas veces:

¿Tuvo el Vaticano algunos de estos manuscritos en propiedad? La respuesta es: Nunca. Conocemos a los propietarios. Ninguno fue adquirido por el Vaticano. Por tanto, no puedo desear ocultarlos para que nadie se enterara de lo que no se debía…, como opina mucha gente.

¿Fueron investigados por gentes del Vaticano en secreto una vez que fueron descubiertos? Estrictamente no, porque el equipo inicial de estudio de lo que se iba descubriendo o lo que ya estaba descubierto estaba formado por ingleses, franceses y norteamericanos. De entre ellos había ateos, agnósticos, protestantes… y dos católicos, un dominico, el P. de Vaux, arqueólogo y un papirólogo polaco Josef Milik. Ninguno de los dos trabajaba para el Vaticano.

Desde 1952 a 1956 grupos de beduinos, y más tarde arqueólogos y soldados inspeccionaron palmo a palmo el desierto, escrutando cientos de cavernas y lugares de ruinas. Unas veinte cuevas proporcionaron documentos escritos, además de inscripciones y óstraka (textos escritos sobre fragmentos de cerámica). En total, en torno a unos mil manuscritos. De éstos, unos 800 (no es fácil saber el número exacto a partir de miles –unos cuarenta mil—de fragmentos diminutos) pertenecen propiamente a los denominados manuscritos de Qumrán o del mar Muerto y proceden de once de las más menos veinte cuevas. En 2017 se encontró un poco más al sur del asentamiento la cueva décimo segunda. Pero estaba vacía, expoliada, salvo rollos de pergamino aún sin escribir.

¿Están publicados todos estos textos? Sí, todos, incluidos los fragmentos, a veces de un tamaño parecido al de un sello de correos. Ya en 1973 teníamos una edición bilingüe de los textos más importantes, como “la Regla de la Comunidad”, en hebreo y en alemán. Luego se han publicado en una edición en 20 volúmenes grandes, puestos al día los dos primeros, por la Universidad de Oxford, con el título Discoveries in the Judaean Desert.

¿Son, pues, accesibles a todos estos manuscritos? Sí. Están todos en microfichas y microfilms y en fotografías. La edición digital está muy avanzada. No hay secreto alguno. Todo el mundo puede leerlos, con tal de que sepa paleografía hebrea y las dos lenguas, arameo y hebreo. Traducciones fidedignas, sobre todo al inglés, hay en la Red.

Seguiremos.

Saludos cordiales de Antonio Piñero
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