Ciencia y religión




Intereses inconfesables han declarado la guerra a la ciencia en nombre de la religión. Galileo sabe mucho de esto porque fue una de las víctimas. Esta guerra es una contradicción puesto que se opone en nombre de Dios al progeso de su propia obra iniciado en la creación.

El caso de Galileo es calificado por el gran filósofo J. Ortega de escena lamentable originada, más que por reservas dogmáticas de la Iglesia, por intrigas de grupos particulares. Son los mismos grupos que Erns Bloch calificaba como casta de involucionistas. Últimamente la revolución genética ha vuelto a abrir el campo de batalla para la lucha contra la ciencia. ¿No estará la Iglesia siendo utilizada nuevamente por los logros conseguidos en este campo en que se centra la investigación en buena parte hoy?.

Afortunadamente en este momento tiene tiene el respaldo del Concilio Vaticano II, que ha proclamado la autonomía de la ciencia y ha lamentado que a lo largo de la historia se haya llegado a establecer oposición entre ciencia y fe (GS 34, 36, 44...) Unas décadas después en el Sínodo europeo de obispos, Norbert Wrbs, obispo de Schverim en la antigua Repúlica Democrática Alemana, pidió que se deje de distinguir en la moral católica entre formas naturales y artificiales de la limitación de la natalidad.

La herida abierta en tantos combates contra la ciencia, insistirá Ortega, sigue abierta y no cicatrizará, si nos empeñamos en oponer ciencia y religión. Y lamenta que por este contencioso muchos científicos hayan abandonado la Iglesia y el mundo de lo religioso. Está convencido de que existe un sentido de lo religioso, como hay un sentido estético, del oído o el tacto. Cree que el científico es por naturaleza un hombre religioso.

Para Goethe, el homre es productivo mientras es religioso, cuando le falta la vena religiosa, se ve reducido a imitar, a repetir en arte en ciencia...Se puede decir que el científico es el más directo colaborador de Dios en la creación continuada en la historia, pero de ninguna manera es un usurpador del lugar que le corresponde al Creador (GS 41, 43, 44...). En el pensamiento de Ortega elcientífico viene a ser como la versión moderna del monje antiguo, porque como un místico tiene que retirarse a su intimidad para formarse ideas sobre las cosas y poder dominarlas. Todo hombre que piense "la vida es una cosa seria", es un hombre profumente religioso.

Aquí está manejando el filósofo el sentido originario del adjetivo religiosus, que significa escrupuloso, el que no se conporta a la ligera,
sino cuidadosamente. Lo contrario de religioso es negligente. Ahora bien, por encima de la ciencia está la vida que la hace posible, de ahí que un crimen contra las condiciones elementales de la vida no pueda ser compensado por aquella. La ciencia sirve a la vida ¿qué otro sentido puede tener que el de acercarse cada vez más a la solución de los problemas del hombre?
( J. Ortega y Gasset, Obras Completas I, 431-436, 453; IV, 322, 343; V, 15s, 223)
Volver arriba