Una Constitución consensuada por todos

Ciertamente la Constitución de 1978 no era como la regía en tiempos de Unamuno que la motejó como "Constituciones de papel". Ni es una más de las que hemos tenido en la historia.

Las constituciones del siglo XIX y primeras dédadas del veinte eran del color del partido en el poder, el liberar la del 1812 y 1837 o el conservador la de 1834, 1845 y 1876. De todas ellas es la de 1812 (la Pepa) la única digna de ser resaltada por haber incorporado el sufragio universal del varón, un verdadero treiunfo para la época.

La que rige hoy es la mejor de todas, entre otras cosas, por haber sido consensuada por los grupos políticos mayoritarios en la transición del régimen autoritario anterior a la democracia, lo que ha hecho que todos la consideren como propía. Eso la ha hecho que sea flexible y pueda ser reformada cuando lo exijan las circunstancias del tiempo. La Constitución actual tiene también el mérito de haber cerrado la crisis abierta con la Guerra civil, que perduró en la larga etapa del fraquismo.

Todos los que la elaboraron no ven necesario introducir ningún cambio significativo en ella. En cambio, un sector importante de ciudadanos sí creen que debe ser reformada, porque "la sociedad española mantiene unos Acuerdos firmados en situación de privilegio confesional católico entre el Estado y la Santa Sede. Reconocemos que, después de 30 años de vigencia, están afectando a una sociedad distinta, religiosamente plural y ampliamente secularizada".

Creen que dichos Acuerdos están siendo hoy causa de muchos de los conflictos que afectan a la convivencia ciudadana. Por eso, como católicos y miembros de la sociedad civil los rechazan "por lo que suponen de privilegio para una parte y el agravio comparativo para el resto de la ciudadanía". Lo mismo respiran respecto a la escuela:

"La sociedad española está manteniendo dentro del sistema educativo un estatuto especial para las religiones, principalmente para la confesión católica. Como miembros de una sociedad cultural e ideológicamente pluralista queremos que la escuela sea un espacio exclisvamente laico, dedicado a la formación de la persona y al aprendizaje, a la socialización y a la inculturación de los alumnos y alumnas."

Le parece una quimera hablar de democracia en la escuela sin respetar los criterios de igualdad, liberatad y formación crítica para todos. Por eso rechazan el estatuto especial que ampara la presencia de la religión confesional en la escuela pública y en la concertada. Lo mismo piensan sobre la privilegiada financiación de la Iglesia católica y de algunas otras religiones de "notorio arraigo".(Ver XXVIIICongreso de Teología. Cristianismo y LaicidadSeptiembre de 2008).

Volviendo al tema educativo es interesante conocer el pensamiento de J. Ortga y Gasset al respecto. Dice así: "la escuela confesional frente a la laica, es un principio de anarquía, porque es pedagogía disociadora". Es evidente que para él escuela laica es la instituida por el Estado. Y tiene claro que para un Estado socializado lo privado no existe, todo es público, popular, laico. (La escuela laica I, 519)(En Ortega laico quiere descir simplemente popular, es decir, no significa arreligioso. Tiene un gran aprecio por el cristiabismo, aunque no quiso ser católico por la oposición de la Iglesia a la ciencia).
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