Cultura de paz 1
La violencia en el hombre/mujer es parte de su herencia animal. Por naturaleza el hombre se siente enemigo del otro hombre, como intuyo Hobbes, lo que nos hace concluir que la paz es fruto de la cultura. Los pueblos hoy usan cada vez más el diálogo y el pacto para dirimir sus desavenencias. El destino de la humanidad es la paz.
Para los filósofos antiguos, la paz es la postura del alma culta, que,cual hilandera incansable de ideales, va tejiendo hilos de amistad entre los hombres. Y el tejido social se va haciendo cada vez más firme y extenso. A pesar de los altos financieros y los grupos violentos que pululan por todas partes.
Es cierto que la paz a que aspiramos no existe hoy ni posiblemente no exista mañana, pero la vamos haciendo. Si leemos detenidamente las páginas de la historia, nos damos cuenta de que las espadas de la guerra se van envainando y crecen los espacios de paz.
También es verdad que hay muchas parcelas en donde está muy arraigada la barbarie y el mercado de las armas, por lo que siguen siendo necesarios los pacificadores y posiblemente lo sean siempre. Todos ellos son llamados bienaventurados en el Evangelio.
Hay que seguir construyendo, incansablemente, la gran ciudad de la paz en la que quepan los hombres y las mujeres de todos los colores, razas y religiones. Ahora bien, esta ciudad no se construye sobre la pasividad de los conformistas y resignados; una paz pasiva e idiota, se ha dicho, es la blasfemia de la paz.
Se impone, pues, aglutinar a los inquietos y a los descontentos, que pregonan sus quejas y reprochan a la incongruencia de la sociedad burguesa su culpabilidad en la lucha de clases que ha creado en el mundo. De donde se deduce que la cultura de la paz tiene dos ingredientes aparentemente contradictorios: masedumbre y revolución.
Así lo ha decidido el sentir unánime de la humanidad hace tiempo: los dos hechos que marcan la evolución de la sociedad son el nacimiento de Jesucristo y la Revolución francesa. Ciertamente, no deja de ser paradógico que hayan influido igualmente en la evolución del ser humano la mansedumbre del profeta de Galilea y los sucesos sangrientos de 1793, pero así es...
Seguimos otro día aclarando esta paradoja.
Para los filósofos antiguos, la paz es la postura del alma culta, que,cual hilandera incansable de ideales, va tejiendo hilos de amistad entre los hombres. Y el tejido social se va haciendo cada vez más firme y extenso. A pesar de los altos financieros y los grupos violentos que pululan por todas partes.
Es cierto que la paz a que aspiramos no existe hoy ni posiblemente no exista mañana, pero la vamos haciendo. Si leemos detenidamente las páginas de la historia, nos damos cuenta de que las espadas de la guerra se van envainando y crecen los espacios de paz.
También es verdad que hay muchas parcelas en donde está muy arraigada la barbarie y el mercado de las armas, por lo que siguen siendo necesarios los pacificadores y posiblemente lo sean siempre. Todos ellos son llamados bienaventurados en el Evangelio.
Hay que seguir construyendo, incansablemente, la gran ciudad de la paz en la que quepan los hombres y las mujeres de todos los colores, razas y religiones. Ahora bien, esta ciudad no se construye sobre la pasividad de los conformistas y resignados; una paz pasiva e idiota, se ha dicho, es la blasfemia de la paz.
Se impone, pues, aglutinar a los inquietos y a los descontentos, que pregonan sus quejas y reprochan a la incongruencia de la sociedad burguesa su culpabilidad en la lucha de clases que ha creado en el mundo. De donde se deduce que la cultura de la paz tiene dos ingredientes aparentemente contradictorios: masedumbre y revolución.
Así lo ha decidido el sentir unánime de la humanidad hace tiempo: los dos hechos que marcan la evolución de la sociedad son el nacimiento de Jesucristo y la Revolución francesa. Ciertamente, no deja de ser paradógico que hayan influido igualmente en la evolución del ser humano la mansedumbre del profeta de Galilea y los sucesos sangrientos de 1793, pero así es...
Seguimos otro día aclarando esta paradoja.