Domingo

Evangelio y liberación

Invocación

Ponemos, Padre, delante de tus Ojos creadores,
Delante de los nuestros, absortos por el miedo,
El mecanismo tricontinental
De la pobreza libre
que contempla
y lucha en la esperanza

Para ser una opción
y un largo desafío
de todo sueño humano.
Dejó de ser apenas mío
Para ser nuestro, hermano.



Iglesia

Reflexión de Pedro Casaldáliga, obispo

El Vaticano II fue una gran luz en mi vida. La daba a uno la razón en tantas cosas sufridas, amadas…Alimentaba tantas esperanzas encogidas…Era realmente una ventana abierta al viento del Espíritu y a los torturados clamores de la Humanidad. Una primavera en la Iglesia. Sorbí sus documentos, principalmente, Lumen Gentium, Gaudium et Spes y Ad Gentes. Lumen Gentium aún ahora me emociona.

Más tarde he sentido que el Vaticano II valió, sobre todo, por lo que intuyó, por lo que dejó entrar , por lo que abrió irreversiblemente, por la libertad cristiana que toda la Iglesia ganamos con él; por la profesión de Servicio al Mundo que hicieron los Padres y, con ellos ,la Iglesia ; por lo menos en declaración teórica.

El Vaticano II fue un salto de partida. También la Iglesia se sobrepasa a sí misma, y el Vaticano II no es una palabra última. El Concilio tuvo para mí _supongo que para otros_ el mérito cristiano de desmitificar la Iglesia como institución, como historia, como “lugar único” de Salvación. Y no quiero decir con esto que el Vaticano II negara nada de lo que realmente la Iglesia ha dicho o ha balbucido siempre de sí misma. Simplemente tradujo. Dije que desmitificó. Y prescindió de muchas adherencias. Reconoció la creatividad del Espíritu Santo y la libertad de los hijos de Dios. Y fue capaz de entonar, aunque tímidamente, aquel “mea culpa” que hacía siglos se le pedía a la Iglesia.

Pedro Casaldáliga, obispo
Al acecho del Reino

Plegaria eucarística

Te bendecimos, Señor,
por todos los justos, hombres y mujeres,
que en el pasado gastaron su vida
y la gastan en nuestro tiempo,
para que se imponga la justicia.

¿No eres tú un Dios justo y liberador?

Te bendecimos con Santa María y Santa Isabel,
camino de tu venida en otro tiempo
y testimonio vivo para nosotros hoy.

Ellas son las “sin poder”,
que confunden a los poderosos y los fuertes
en su afán de someter a los más débiles.

Con todos lo que prepararon tu venida
nos sentimos esperanzados y te aclamamos:
Santo, tres veces Santo.

Santo eres, Señor,
y santo tu plan de destronar a los grandes
y encumbrar a los pequeños
para sentirnos unos y otros
más cercanos.

Santo eres tú, Cristo
en tu proyecto de que vivamos
como hermanos.

Ahora te sentimos presente,
pero seguimos anhelando tu venida
con la angustia de los que no
han podido ver tu día:

los hambrientos y empobrecidos, los discapacitados,
las mujeres discriminadas y esclavizadas,
los presos políticos, los exiliados…

Presenta al Padre nuestra ofrenda que eres tú
y el ruego de que no abandone
a su pueblo, que es el nuestro.

Francisco Margallo
Profetas de ayer y de hoy
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