Foro I. Ellacuría



Globalización
y cooperación al desarrollo
Desafíos éticos


No es difícil advertir un malestar cada vez más extendido frente al concepto mismo de "cooperación al desarrollo". Se trata de un malestar que hunde sus raíces tanto en las experiencias de fracaso de bastantes de las políticas de cooperación aplicadas entre los años cincuenta y setenta, como en la conciencia progresivamente agudizada de las consecuencias perversas de los procesos de modernización, que han llevado a cuestionar los modelos que servían de referentes a aquellas políticas.

A mitad de los añós ochenta, a la vista de las consecuencias de la crisis internacional provocada por la imposibilidad de responder de la deuda externa de parte de los países endeudados del Tercer Mundo, se llegó a hablar incluso de "ayuda mortífera". No puede pues extrañar que a veces se tenga la sensación de que el término "ayuda al desarrollo" es él mismo un velo encubridor del problema al que intenta responder.

La identificación tan arraigada entre modernización y desarrollo llevó a considerar a ambos como un proceso histórico lineal, ilimitado y global, que en todos sitios sigue el mismo curso y al que a la larga las sociedades tradicionales no pueden sustraerse. El modelo normativo orientador de ese proceso, se entendiera éste de manera preferentemente económica o multidimensional (economía, cultura y política), lo constituían los países industrilializados.

Y esto se mantenía así independientemente de que las recetas de cara a propiciar el desarrollo modernizador variara según las distintas teorías bajo las que se analizaban las relaciones Norte-Sur, desde la teoría de la dependecia a la del libre comercio.

En todo caso, el supuesto de que la ayuda conduciría a un desarrollo económico rápido que, junto a una política social adecuada, tendría como efecto la integración económica de toda la población de los países empobrecidos en el mercado mundial y la división del trabajo internacional ha sido refutado por el curso de los hechos.

Tampoco ha tenido ningún éxito la altenativa neoliberal de imponer a los países receptores de ayuda condiciones fundamentalmente económicas de "ajuste estructural", supuestamente favorecedoras de dicha integración, en el convencimiento de que las mismas respondían a la lógica del mercado, cuya "magia" sí sería capaz de sacar de la miseria a los mencionados países.

Además, las sociedades que personificaban el ideal de desarrollo, es decir, que supuestamente habían sido capaces de combinar el progreso técnico, el crecimiento económico y la integración económica, social y política de toda la población, permitiendo sobre eso la aparición de un pluralismo cultural que emancipaba a los individuos tanto del sometimiento a cosmovisiones únicas como del peso de tradiciones impuestas, y a pesar de que el modelo alternativo no-capitalista de desarrollo se declaraba en bancarrota, dichas "sociedades modelo" se veían acuciadas por contradicciones seriamente amenazantes:

incapacidad para integrar económicamente a una parte creciente de la población, repercusiones destructivas del crecimiento económico sobre el medio ambiente, desintegración social. El supuesto de una armonía entre desarrollo técnico, crecimiento económico y desarrollo humano se derrumba al mismo tiempo en que se celebra a bombo y platillo mediático el "triunfo" del capitalismo a escala mundial como destino último e irrebasable de la historia. Pero la victoria del capitalismo se ha revelado como una victoria pírrica en la que sale a la luz una crisis de civilización de dimensiones incomparablemente mayores.

Esto ha hecho que a finales de los años ochenta la situación de los países empobrecidos empiece a percibirse de modo bastante generalizado en relación a ámbitos de problemas globales. Si bien las consecuencias negativas de dichos problemas especial y desigualmente graves en el Tercer Mundo, desde luego no estamos antes problemas exclusivamente del Sur, sino ante problemas de dimensiones mundiales y de carácter interdependiente, que también afectan a los países más industrializados.

Las grandes conferencias mundiales de los últimos años, las cumbres mundiales sobre infancia (Nueva York, 1990)medio ambiente y desarrollo(Río de Janeiro, 1992), derechos humanos(Viena 1993, población y desarrollo(Cairo 1994), desarrollo social(Copenhague, 1995),mujer(Beijing 1995), asentamientos humanos(Estambul 1996) y alimentación(Roma 1996), todas estas conferencias, más allá de sus resultados efectivos, pueden ser consideradas como un bahómetro de los problemas mundiales.

Y aunque dichoes problemas afecten desigualmente, es decir, aunque tengan consecuencias tremendamente mayores para los países empobrecidos, nos encontramos ante problemas que afectan a todos y porque son de todos, exigen soluciones que impliquen a todos. Cada vez más vivimos en un solo mundo cuya posibilidad de supervivencia se ha convertido en un problema común.
Ver:José Antonio Zamora,
Foro Ignacio Ellacuría
Solidaridad y cristianismo
La globalización y sus excluidos

Ed Verbo Divino 1999
Ver también mi libro:


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