Hablar de Dios a los pobres



Teología es hablar sobre Dios, que es el mayor misterio en la Biblia. Santo Tomás de Aquino en su Suma teológica no le da muchos ánimos a los teólogos al decir: "De Dios no podemos saber lo que es, sino sólo lo que no es. ¿Será entonces la teología una tarea imposible?

No es imposible, pero conviene tener en cuenta que se trata de un esfuerzo por pensar el misterio que no es cosa fácil. Exige, pues, una actitud de respeto ante ciertos discursos arrogantes que se creen saber todo sobre Dios. No obstante la pregunta del latinoamericano JM. Arguedas "¿es mucho menos lo que sabemos que la gran esperanza que sentimos?", tenga para el creyente en el Dios de Jesucristo una humilde respuesta positiva.

En perspectiva bíblica cuando se habla de misterio no se hace referencia a algo escondido, que debe permanecer secreto. Se trata más bien de un misterio que necesita ser sicho y no callado. En ese sentido ha dicho el teólogo E. Jüngel: "el hecho de tener que ser revelado pertenece a la esencia del misterio".

Con San Pablo diríamos que se trata de la "revelación de un misterio mantenido en secreto durante siglos eternos, pero manifestado al presente, por las Escrituras que lo predicen, por disposición del Dios eterno , dado a conocer a todos los gentiles para obediencia de la fe(Rom 16, 25-26).

La pregunta por el Dios cristiano es la pregunta más radical que la Iglesia puede hacerse. Se trata de saber si el Dios que adoramos es realmente el Dios de Jesús o un ídolo enmascarado. Y esta pregunta abarca también al análisis que la función de la fe cristiana desempeña en la sociedad y en la historia.

Porque, pudiendo parecer un Dios cristiano en el ámbito reducido de la referencia bíblica o del mundo personal, puede estar, de hecho, ejerciendo funciones sociales de legitimación de prácticas y estructuras enteramente contrarias al plano de Dios, al Reino predicado por Jesús.

Es posible participar en la misa diaria, estar delante del Santísimo Sacramento en adoración perpetua, ejercer funciones de párroco, incluso de obispo, y no manejar la imagen de Dios que no es el Padre de Jesús. Puede ser muy bien el Dios de una institución, de una cultura o la proyección de deseos infantiles.

Tenemos que dicernir Permanentemente para que nuestro Dios no sea el Dios de realidades que hemos sacralizado.(Pedro Casaldáliga/Vigil, Espiritualidad de la liberación).


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