Camilo Torres fue un precursor dramáticamente aislado en la frontera de la Iglesia con el mundo. 15 años atrás era difícil de entender, muy difícil de aceptar su comportamiento.Necesariamente políticos,
Evangélicamente revolucionarios
(Cont.,viene del día 3)
La fe de Camilo Torres se volvió urgencia práctica. Su cristianismo se hizo tarea hiwstórica. Como cristiano, Camilo era un humanista integral, sin dicotomías, un humanista de la persona y de la sociedad. El Hombre se hizo en él pasión, la pasión de su vida.
Como entendía que lo había sido en la vida del propio Cristo Jesús "sin el hombre Cristo sería un redentor inútil" Camilo quería, quiso, "realizar en toda su extensión las aplicaciones, psicológicas, sociológicas e históricas de la encarnación de Dios en todas sus consecuencias". Para él, siempre sacerdote, el sacerdate ha de ser un profesional del amor, a tiempo integral". "Descubrí el cristianismo como una vida centrada totalmente en el amor al prójimo: percibí que valía la pena comprometerse en este amor, en esta vida, y por eso escogí el sacerdocio para convertirme en un servidor de la humanidad".
Si proclamaba que "solamente mediante la revolución era posible realizar ese amor al prójimo" es porque él exigía _generoso, impaciente_ que ese amor fuese "eficaz". El problema para el cristianismo se presenta en términos de caridad eficaz, o sea, en términos de aquello que constituye la primera prioridad del apostolado en el mundo moderno y de los países subdesarrollados". "Comprendí que en Colombia no se podía realizar este amor simplemente por la beneficencia, sino que urgía una revolución con la cual este amor estaba íntimamente vinculado". "La revolución, repetía Camilo es un imperativo cristiano"...
Los estudiantes que Camilo conocía de cerca, con quienes convivió en dialéctica amistad, y todos los impacientes, nuevos o viejos, siempre estudiosos a la hora precisa de actuar, podríamos recoger el consejo que el joven maestro diera solemnemente, en el recinto de la Universidad de Bogotá: "La revolución no se hace tirando piedras a la policía o quemando un carro"..."Es necesario que la convicción revolucionaria del estudiante lo lleve a un compromiso real, hasta las últimas consecuencias". Y añadía con un espíritu de ascetica revolucionaria: "la pobreza y la persecución no se han de buscar. Pero, en el actual sistema, son las resultantes lógicas de una lucha sin cuartel contra las estructuras vigentes. En el actual sistena, son los signos que autentican una vida revolucionaria".
Todos los que pretenden ser aliados honestos del pueblo: los grupos fácilmente divididos entre sí, por ese don peculiar de las izquierdas que juegan a divertirse para ser vencidas y cuantos soñamos con una revolución verdaderamente eficaz, deberíamos desear siempre, con Camilo, ser aceptados como "servidores de las mayorías"; trabajar para que "la clase popular se unifique, se organice y se y decida", no olvidar nunca que "la revolución se hace a base de hechos y esos hechos el pueblo es quien los realiza".
Incluso los militares menores, los soldados, podrán aprender con Camilo, y con qué benéficas consecuencias para nuestra América drásticamente militarizada, que ellos, paradógicamente, no son más que "campesinos y obreros uniformados", hijos del pueblo al quien dispersan y disparan y prenden o matan...
Los cristianos podemos, debemos recoger de la misa prohibida de Camilo Torres _sacerdote, profeta y mártir_ la antigua y nueva lección que el Señor Jesús dejó, en testamento a sus discípulos: amar al prójimo eficazmente, ir, en este amor, hasta el extremo de dar la propia vida. (EDP, 224).
Ver: Pedro Casaldáliga,
Al acecho del Reino
Ed Nueva Utopía 1989
PD. Está a punto de salir el libro que he preparado "Teología de Ortega y Gasset
Evolución del Cristianismo"